el charco hondo

Las ventanas del jurado

Ventanas, así denominan los que sí saben de esas cosas los intervalos de tiempo que resultan más apropiados para iniciar un vuelo a la Luna, o a Marte. La conveniencia de abrirse a esas ventanas de oportunidad atiende a que permiten aprovechar el impulso rotatorio de la Tierra. Eso sí, hay que dar con el momento óptimo, porque si se deja pasar y se llega tarde a la ventana lo más probable es que todo acabe torciéndose. Si se pierde una ventana hay que esperar a la siguiente, y a veces no vuelve abrirse hasta dieciocho años después. La teoría de las ventanas la conocen de sobra los componentes de cualquier misión aeroespacial, no así los miembros del jurado que se encargó de elegir a la reina del carnaval de Santa Cruz. Tomada la decisión de descalificar a Saida Prieto, el jurado debió comunicarlo sobre la marcha, sí, sí o sí, pero dejaron que esa primera ventana de oportunidad se les cerrara. Finalizada la gala, esa misma noche se les abrió una segunda ventana, y también la dejaron pasar, se les cerró. El día después de la gala al jurado se le abrió una tercera de ventana de oportunidad para comunicar formal, reglamentaria y razonablemente sobre la descalificación, pero tampoco, esa tercera ventana se les cerró sin aprovechar para hacer lo que debían: comunicar la descalificación. Descalificar a una candidata por ir más allá del límite de tiempo permitido no es una decisión contestable (¿fue la única que lo sobrepasó?, ¿seguro?). El pecado del jurado, su incomprensible error, fue dejar pasar una, dos, tres y hasta cuatro ventanas de oportunidad para informar debidamente sobre la decisión de descalificarla. Dejar que subiera al escenario ya descalificada, o provocar que se enterara en el quiosco, bien ha merecido que alguien del jurado se disculpara. Teniendo en cuenta que la descalificada ha pasado los últimos años con su ventana cerrada, esperando a que se le abriera a la oportunidad de volver a intentarlo, qué menos que habérselo comunicado. El jurado metió la pata. Qué necesidad de hacer las cosas tan mal.

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