Una media de 15 años – Por Juan Pedro Rivero González

Es lo que dura de media un matrimonio en España. Una media de 15 años

Es lo que dura de media un matrimonio en España. Una media de 15 años. Algunos duran más y otros, incluso, duran menos. Pero “la edad de la niña bonita” se ha convertido en la edad media de vida de un compromiso matrimonial en España. La belleza del amor definitivo y del compromiso para toda la vida, el amor eterno y la entrega para siempre dura eso entre nosotros. Las dificultades, las crisis no superadas, el desgaste de la convivencia y, sobre todo, un ambiente favorecedor de una cultura de lo fácil nos devuelven esos datos estadísticos que dibujan un rostro del amor humano muy temporal y con escasa durabilidad.
Si fuera problema exclusivo de quienes rompen el consorcio de vida y amor, pues no sería grave el dato. Pero detrás de una ruptura hay siempre otros que la sufren. Los hijos. Podríamos trasladar el dato y decir que la media de los hijos españoles de 14 años ven cómo se rompe la convivencia matrimonial de sus padres. Y, por muy civilizada que sea la ruptura, por mucha mediación que le pongamos a la experiencia, la experiencia de habitar en un hogar sin amor queda grabado y, también, clavado en el alma de los adolescentes.

Es cierto que, en no pocas ocasiones, la separación evita males mayores. Pero muchas de ellas se hubieran podido evitar con una adecuada preparación al matrimonio de los novios y la búsqueda de ayuda en los primeros embates de la dificultad de convivencia. Una crisis no es un dilema: “¿Me separo sí o no?”. Una crisis sólo es un problema. Y los problemas pueden resolverse, pueden solucionarse si hay voluntad de superación y un verdadero amor. No ha habido matrimonio en la historia que no haya tenido problemas y dificultades. Sólo en los cuentos infantiles las historias acaban “comiendo perdices y siendo siempre felices”. La vida real es otra historia.
El matrimonio no puede edificarse sobre la base de dos egoísmos compartidos. No sirve un cimiento cualquiera para edificar una comunidad de vida y amor. Porque la biografía de todos está llena de tormentas y fuertes temporales que arrecian contra la casa que, si no tiene buenos cimientos, se la lleva la corriente. Un matrimonio no se improvisa. Una familia no se improvisa. Y los hijos no pueden ser fruto de la improvisación. Porque estaríamos improvisando la felicidad. Y eso es mal negocio.
Un matrimonio tampoco se construye desde una excluyente mirada mutua de la pareja que parpadean emocionados. Eso dura lo que dura. Se edifica sobre la decisión de mirar juntos en la misma dirección y ayudarse mutuamente a andar seguros. Me dirán que soy un teórico y que describo situaciones inexistentes. Niego la primera: digo lo que mis ojos han visto.

Es posible el amor fiel y para toda la vida.

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