Barbijaputa: “Hay que derrotar el mito del amor romántico porque es el que hace que muchas mujeres aguanten el maltrato”

Con 229.000 seguidores en Twitter y casi 55.000 en Facebook es una de las activistas feministas en redes con mayor peso en la opinión pública. Ha sido y es objeto de infinidad de amenazas por sus opiniones
BARBIJAPUTA

BARBIJAPUTA

Por LIDIA PESTANO*

Barbijaputa es el seudónimo de una columnista y escritora feminista española que mantiene oculta su identidad y adopta como imagen una muñeca Barbie a la que se ha pintado dos cuernos y rabo de diablesa. La firma apareció por primera vez publicada en un blog y se dio a conocer masivamente en un perfil en la red social de Twitter creado en 2009 en el que trata con ironía, en ocasiones, y con contundencia en otras, multitud de aspectos de actualidad del feminismo y la política. Con 229.000 seguidores en Twitter y casi 55.000 en Facebook es una de las activistas feministas en redes con mayor peso en la opinión pública. Ha sido y es objeto de infinidad de amenazas por sus opiniones. Para ella el feminismo es una filosofía de vida y admite que “te dejas la piel”. Actualmente, colabora como columnista en los medios de información digital La Marea, Eldiario.es y Píkara Magazine, además del programa de radio Carne Cruda y ha escrito la novela La chica miedosa que fingía ser valiente muy mal.

-¿Qué llevó a Barbijaputa al activismo feminista en redes?

“No fue una cosa pensada. Yo ya estaba en las redes y no podía dejar de trasladar a este soporte mi evolución y mi conciencia feminista”.

-¿Pensaste en algún momento que tendrías tanto eco?

“Realmente cuando yo empecé a escribir sobre feminismo ya me seguía mucha gente porque escribía sobre política tanto en las redes como en eldiario.es. Pero cuando empecé con la temática feminista los ataques que tenía se multiplicaron. Antes solo me atacaban personas de derechas pero conforme avanzaba en el discurso feminista los ataques ya vinieron de izquierda y derecha. De hecho, gente que me había prestado un apoyo absoluto hasta entonces, sobre todo hombres, claro, empezaron a arremeter contra mí. Al principio, no fue nada fácil, aunque ahora tampoco lo es porque sigo recibiendo muchas amenazas. Pero, la verdad, es que ahora noto más apoyo, la gente comienza a tomar conciencia, me escriben muchos hombres y muchas mujeres también diciendo que se han empezado a interesar por el feminismo a raíz de leer mis artículos. Esa es una de las cosas que me anima a seguir”.

-A la vista del gran número de seguidores (y detractores) de tus publicaciones, parece que hablar de feminismo y violencia de género tiene un enorme impacto en redes, ¿a qué crees que se debe?

“A que el machismo lo tenemos muy arraigado y los machistas no habían tenido que sacar la artillería nunca porque siempre se les ha bailado el agua. Nunca se les había puesto en una situación incómoda de forma constante. En paralelo al auge del feminismo se ha producido un auge del machismo porque se sienten atacados a diario y tienen miedo a perder sus privilegios. Ahora, cuando un periodista o un medio mete la pata en temas de género hay una gran repercusión y todos aquellos que se sienten más identificados con el medio que la ha fastidiado que con las feministas arman mucho barullo. Creo que si se levantan tantas ampollas es porque es un tema que tenemos muy dormido en España. Como machista, en realidad, es toda la sociedad, cuando se habla de feminismo es muy fácil que se levanten polvaredas. Todos los machistas se sienten atacados personalmente cuando se ataca a un solo machista o a un solo hecho machista”.

-Desde tu experiencia y la de las mujeres con las que interactúas, ¿qué visión tienes sobre la ciberviolencia de género? ¿Crees que debería estar tipificado como violencia machista en la Ley?

“Es un reflejo del machismo de la sociedad. La ciberviolencia es violencia de género porque son hombres los que envían vídeos escabrosos, quienes te insultan, quienes te amenazan con violarte, quienes te intentan hackear, y lo hacen a mujeres y por motivos de género. Y sí, debería estar tipificado como violencia machista al igual que lo están las agresiones verbales, aunque hasta hoy solo si viene de sus parejas o exparejas. Todas las violencias contra las mujeres deberían estar recogidas en la Ley Integral de Violencia de Género (LIVG), y no solo las agresiones que vienen de tu pareja, sino también las prostitutas, víctimas de la trata, etc. Probablemente mi caso se magnifica por tener un altavoz mayor y llegar a mucha más gente. Pero a todas las feministas que estamos en redes nos insultan y nos amenazan. Como no pueden darte el manotazo o insultarte a la cara intentan crear el máximo daño posible con las herramientas que tienen en redes”.

-¿Cómo consideras que están influyendo las redes sociales en la percepción que la sociedad tiene de la violencia de género en nuestro país?

“Creo que sí ha cambiado, que ha ayudado mucho a concienciar. Antes nos quejábamos muy pocas de los feminicidios. Éramos muy pocas cuentas las que difundíamos contenido sobre violencia de género y ahora cuando se produce un caso hay muchísimas cada día difundiendo, realizando ciberactivismo para presionar a políticos para que condenen los hechos, para que hagan suyas las reivindicaciones del feminismo. Además, muchas chicas se han animado a contar sus experiencias de maltrato, desde el más obvio al más sutil. Estas historias luego son muy compartidas tanto en Twitter como en Facebook, y eso antes no pasaba”.

[su_pullquote]“Nos han vendido el cuento del príncipe azul, lo hemos comprado y ahora estamos aquí intentando devolverlo”[/su_pullquote]

-¿Crees que ha cambiado lo que la sociedad considera violencia de género?

“Creo que sí. Pero también es cierto que nosotras como activistas feministas tenemos una percepción un poco sesgada porque en nuestro círculo cercano nos rodeamos de gente que está muy sensibilizada y, si no, las sensibilizamos. No obstante, yo diría que sí está mucho más condenada a nivel social y que los medios de comunicación empiezan a aprender poco a poco qué cosas hay que decir y cuáles no. Ya hace mucho tiempo que no llaman “crimen pasional” a un feminicidio, y antes era lo normal. Están entendiendo que la violencia de género no solamente es un señor dándole una paliza a su mujer, que también, sino que es eso y son muchas otras cosas más”.

-¿Dónde situarías el camino a seguir para combatir la violencia de género?

“Son varios caminos. Lo más importante es que todas a nivel individual hagamos que las demás tomen conciencia feminista para que seamos cada vez más. Una vez seamos mayoría, todo va a caer por su propio peso. También organizándonos colectivamente en asociaciones o para las manifestaciones, que son cada vez más multitudinarias. El activismo feminista es un trabajo muy, muy duro. Te dejas la piel porque al final el feminismo es una filosofía de vida. Otro camino es la presión a la clase política, porque las instituciones también tienen que darse cuenta de que deben tomar perspectiva de género. Vemos con demasiada frecuencia noticias de mujeres asesinadas que han denunciado a su agresor y no las tuvieron en cuenta en comisaría o en el cuartel donde denunciaron. Hay que formar con perspectiva de género a todos los que conforman las instituciones, pero para eso necesitamos en el gobierno un partido feminista que se preocupe de esta lacra”.

-¿Cuál debe ser el papel de los hombres en esta lucha?

“Está claro que los hombres son los primeros que se tienen que concienciar, ya que son los principales beneficiados del sistema machista. Pero me gusta ver la lucha feminista como una lucha nuestra, de las mujeres, y que ellos estén apoyando. Creo que su parte en esta lucha es ‘callar y aprender’ y que sean un apoyo, no un obstáculo. Es que ¿sabes lo difícil que es que se callen? No pueden, porque tienen que explicarte cosas, tienen que decirte cómo tienes que hacerlas. Si solo consiguiéramos que su participación en el feminismo fuera callarse y escuchar, lo tendríamos todo hecho. No aprenden porque, en primer lugar, no quieren aprender: tienen muchos privilegios que perder y, en segundo lugar, porque no escuchan. Muchos de los que están en contra del feminismo si escucharan de igual a igual se darían cuenta de que están defendiendo una barbaridad. Cuando los hombres tienen algo que decir y es, no para cuestionar sino para concienciar a otros hombres, ahí me parece bien que tengan su altavoz pero no dentro de la lucha feminista. Que vayan a esos espacios donde ya lo tienen por el simple hecho de ser hombres y allí prediquen feminismo a otros hombres”.

-Has hablado en tus artículos sobre la cultura de la violación. ¿Cómo explicarías algo tan complejo en un medio limitado en palabras como Twitter, para llegar a quienes no se leen el artículo completo?

“Cultura de la violación es insistir. Los hombres tienen muy arraigado eso de que las mujeres no saben lo que quieren, y que cuando quieren decir , dicen que no y que ellos tienen que insistir e insistir hasta que ellas entran en razón. Y va más allá de las palabras, el lenguaje corporal habla por sí solo. Si una persona no está mostrando la misma pasión que tú para mantener relaciones o para flirtear te está diciendo que no sin palabras. Lo normalizado que tenemos lo contrario es cultura de la violación. No insistáis, no nos tenéis que convencer”.

-¿Qué opinas de las campañas que realizan las instituciones públicas cada noviembre con motivo de la celebración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer?

“Son lamentables, porque en las instituciones no hay gente formada con perspectiva de género. Por tanto las campañas están hechas muchas veces por estas personas. Muchas son terribles y justo lo contrario de lo que deberían ser”.

-En tu novela La chica miedosa que fingía ser valiente muy mal desprendes a la protagonista del amor romántico. ¿Cuánto crees que influye el mito del amor romántico en la violencia de género?

“Es uno de los bastiones de la violencia de género. Hay que derrotar el mito del amor romántico porque es el que hace que muchas mujeres, a pesar de ver señales claras de maltrato, aguanten porque creen que al final comerán perdices. Además, nos lo inoculan desde pequeñas. Con La Bella y la Bestia por ejemplo. Un tipo la mete en una mazmorra, le dice qué se tiene que poner y cuándo comer, la maltrata y ella se queda a su lado hasta que lo vuelve bueno. Simbólicamente es una historia de maltrato donde al final son felices gracias a que ella se queda, lo perdona y es capaz de ver lo bueno en él hasta que se convierte en príncipe. Nos enseñan que la responsabilidad de alcanzar ese final feliz recae en nosotras. Pero nadie nos enseña que el problema está en ellos y que las mujeres lo que tienen que hacer es salir corriendo. Además, las crisis matrimoniales y los divorcios están todavía muy estigmatizadas y los ocultamos. ¡Cómo no vamos a ser nosotras una de esas historias de amor eternas! Nos han vendido el cuento del príncipe azul, lo hemos comprado y ahora estamos aquí intentando devolverlo”.

*Entrevista cedida por el boletín del Centro Insular de Información, Asesoramiento y Documentación de Género del Cabildo de Tenerife.

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