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“En la Administración prolifera la mediocridad; no hay ética, sino corrupción; hoy en día la chusma impone sus gustos”

Entrevista a Jorge Dezcallar de Mazarredo, diplomático, exjefe del CNI y exembajador de España en Estados Unidos, Marruecos y Ciudad del Vaticano
Jorge Dezcallar de Mazarredo. / FOTO: Fran Pallero
Jorge Dezcallar de Mazarredo. / FOTO: Fran Pallero
Jorge Dezcallar de Mazarredo. / FOTO: Fran Pallero

Nos atiende tras dar una excelente conferencia, seguida del correspondiente debate, en el FORO PREMIUM DEL ATLÁNTICO que organiza la Fundación DIARIO DE AVISOS y que tiene su sede permanente en el Iberostar Grand Hotel Mencey. Allí habló sobre la “introspección actual de Estados Unidos” en la geopolítica mundial, de la “profunda crisis de Europa” y de que “nuevos actores exigen un reparto diferente”, entre otros asuntos, pero también (y mucho) de lo que importa a Canarias y a España en este mundo que cambia a un ritmo de vértigo. Ahora toca saber de lo que ha vivido y de lo que piensa, para lo cual lo primero que nos pide Jorge Dezcallar (Palma de Mallorca, 1945) es sentarse dándole la espalda a la pared.

-¿Es una costumbre de los años asesinos de ETA, verdad?
“Así es. Ahora aquella tierra está rejuvenecida, alegre y bonita. Se han quitado una gran losa de encima”.

-¿Volverá ETA a matar?
“Siempre cabe la posibilidad de que un pequeño grupo de fanáticos exaltados quiera mantener esas actividades, pero hoy en día, en un país como España, matar se ha puesto imposible”.

-¿Por qué desaparece ETA?
“Porque el contexto social ha hecho imposible que siga existiendo, le ha quitado el oxígeno”.

-¿No es, en parte, mérito del servicio de inteligencia español?
“Claro que sí. Cuando yo llegué al CNI [2001] había unos 300 presos etarras, y cuando me fui [2004] eran más de 500. Pero es que nosotros nunca aparecemos, porque cuando tenemos datos de alguien, sabemos dónde está, se los damos a la Policía Nacional y a la Guardia Civil, que son quienes lo arrestan, claro. Pero muchas operaciones, de esas en que se habla de un control rutinario, en realidad es porque llevábamos dos años detrás, con alguien viviendo frente a su casa, viendo con quién se reúne, sacándole fotos. Aznar hizo un trabajo excelente con la Ley de Partidos, como hizo Uribe en Colombia”.

-¿Ayudaron los servicios extranjeros contra ETA?
“Sí, sí. Francia tardó en hacerlo, pero nos ayudó mucho. También se portaron muy bien los portugueses, y en mi época intervinieron los americanos”.

-Hubo otros que no se portaron tan bien, como, por ejemplo, es el caso de Hugo Chávez.
“(Sonríe irónicamente) Chávez es el tío más caradura, más fresco y más simpático con el que me he encontrado en mucho tiempo. Efectivamente, me tuvo hasta las tres de la mañana en su despacho hablándome de su pasión por el béisbol y de comer, como decía él, cotufas, para darle tiempo a que se escaparan unos etarras…”.

-De los que usted esa mañana les había comunicado el paradero para que fueran detenidos…
“¡Esa misma noche! Y entre los seis etarras sumaban 36 muertes, ojo. Esa misma noche, claro, desaparecieron todos en la Manigua. Pero hay que contarlo todo, porque Chávez recapacitó y meses después nos entregaron a cuatro de ellos. Yo le decía: “Presidente, para su imagen internacional, estar albergando aquí a esta pandilla de indeseables, no es lo mejor”. Me escuchó”.

-Siempre en clave territorial, ¿por qué defiende la conllevancia de la que hablaba Ortega sobre Cataluña?
“Es más que coexistir. Ortega y Gasset decía que el tema viene de antiguo y que no tiene solución, por lo que lo mejor es ser civilizado y conllevarse tiene ese matiz de ser civilizado, ya que no te vas a entender con el otro”.

-¿Ve posibilidades de un conflicto violento en Cataluña ante la aparición de incidentes como las cruces amarillas y similares?
“Veo un conflicto civil muy serio en Cataluña. La sociedad está dividida por la mitad. Con el 50% de la población no puedes ir a ningún lado, no puedes obligar a la otra mitad a comulgar con ruedas de molino. Esa cosa de las cruces, unos que las ponen, otros que las quitan…”.

-¿Ha resurgido el sentimiento español en Cataluña, tras el enorme boom independentista?
“Sí, es obvio que han perdido el miedo. Aunque allí siempre me decían que se sentían abandonados por Madrid, y que no tenían apoyos suficientes”.

-¿Cómo lo arreglamos?
“Con una propuesta en común que sea atractiva para todos, pero que no llega”.

-¿Detecta falta de acción desde Madrid?
“Sin duda alguna, pero no de ahora, sino desde hace mucho tiempo. Mire, siendo director general para el Magreb, Cataluña e Israel firmaron un tratado de agricultura que entendimos que era inconstitucional. Así lo confirmaron los servicios jurídicos y se lo comunicamos al ministro, que era Francisco Fernández Ordóñez. Él llevó el tema al Consejo de Ministros, se trató con Felipe González, y finalmente me respondió que tenía razón, que era inconstitucional, pero que no nos convenía impugnarlo porque hacía falta el voto de CiU para no sé qué. Le hablo de 1987, pero ya venía de atrás”.

-Hasta nuestros días…
“El Estado ha ido desapareciendo de Cataluña, como de otros lugares, porque los servicios los prestan las autonomías. Viene de antes, pero es verdad que con este Gobierno se ha ido acentuando: ha sido con el señor Rajoy cuando el independentismo ha pasado del 30 al 50%”.

-¿Por qué dice que con Zapatero y Rajoy se ha debilitado el papel exterior de España?
“Tanto Felipe como Aznar tenían una ambición, una idea de cómo querían ver a España dentro de 10 a 15 años. Felipe buscaba enganchar a España al eje franco-alemán y Aznar, que tenía mala relación con Chirac, buscó hacerlo con Tony Blair, que fue quien le condujo hasta Bush. Trabajábamos a tope. Esto de ahora, que Portugal tiene al secretario general de la ONU y al presidente del Eurogrupo y
nosotros nada… A mí se me habría caído el pelo como director general de Política Exterior”.

-¿Cómo ve EE.UU. a España?
“Siendo secretaria de Estado, Hillary Clinton me dijo que ellos nos veían como una potencia influyente en el África Occidental. Y eso es por Canarias, que debería ser el Miami de la zona, donde las elites norteafricanas enviasen a sus hijos a estudiar, donde invertir con seguridad, el sitio para ir de compras. Como es Miami para Centroamérica”.

-¿Fue un éxito diplomático resolver la crisis de los cayucos?
“Entonces, con Miguel Ángel Moratinos, que era mi subdirector general y trabajábamos muy bien juntos, inventamos la teoría del colchón de intereses. En vez de tener una relación cíclica con Marruecos, llena de altibajos, pensamos en desarrollar unas relaciones, darles un contenido para que a Marruecos le salga caro crearle problemas a España por motivos de su propia política interna. Ese sería el colchón, el amortiguador de los problemas. ¿Cómo se hace? Invirtiendo allí, facilitando la llegada de empresas, frenando la inmigración creando empleo. Mire los tomates: ¡Si los transportes los ponemos nosotros! Seamos el dueño de las plantaciones. Invirtamos y demos trabajo a la gente allí. Ahora somos el primer socio comercial de Marruecos”.

-¿Y con los cayucos?
“Hicimos lo mismo, una política inteligente. Darles ayuda, invertir. Nadie emigra porque quiere, porque es un desgarro”.

-¿Qué le parece ese mapa en Rabat bajo el que sientan a los mandatario españoles y donde figura Canarias del mismo color que Marruecos?
“Estuve en el despacho de un ministro de Gadafi y vi un mapa del Mediterráneo con todo el sur pintado de verde y parte de España, desde Toledo para abajo, también de verde. Pedí explicaciones. Me pidieron que no me molestase, que no era más que una referencia cultural. Yo les replicaba que sí que me molestaba, y que era intencionado. Además, es parte del credo salafista, según el cual es su misión que toda tierra que fuera parte del Islam debe ser recuperada”.

-¿Hay un interés serio de Marruecos sobre Canarias?
“No. Le puedo garantizar que no hay un interés expansionista de Marruecos sobre Canarias. Otra cosa fueron Argelia y Libia, cuando apoyaron a Cubillo. Pero no hay un interés de Marruecos sobre Canarias”.

-¿Por qué Marruecos no aprovechó que los polisarios tomaban como rehenes a los pescadores canarios?
“El Polisario ganó esa batalla, la de la imagen, aquí y en toda España, porque lo del Sahara dejó un mal sabor en España a todos. A la derecha, porque se interpretó que la Marcha Verde dañó la reputación del Ejército; a la izquierda, porque pensaban que se abandonó a los polisarios a su suerte. Además de esa mala conciencia, los polisarios ganaron porque, en cualquier debate, los marroquíes no participaban si lo hacía alguien del Polisario, y eso les dejó mucho espacio libre. Una vez Aznar me contó que le había impresionado que en un pueblo perdido de Murcia habían comprado dos ambulancias para enviarlas a Tinduf. ¡Es un alcalde de mi partido!, me decía asombrado”.

-¿Se entendió poco José María Aznar con Marruecos?
“Más bien nada. Aznar tenía una gran virtud, sobre todo siendo un político: lo que decía, lo cumplía. Pero no tiene cintura, y eso en sus debates con los marroquíes, que son gente que dejan a entender las cosas a la mitad… Si Aznar acabó mostrando simpatía a los polisarios fue por que tenía más antipatía hacia Marruecos. Eso solo cambió cuando llegaron Zapatero y Moratinos. Curiosamente, con los socialistas fue cuando se aceptaron las tesis de Marruecos”.

-Uno de sus peores momentos fue el asesinato de siete miembros del CNI en Irak.
“Fue muy duro. Estoy convencido, con el paso de los años, de que se trató de un blanco de oportunidad”.

-O sea, que no los mataron porque fueran españoles, sino porque eran occidentales.
“Exactamente. De hecho, Sánchez Riera, el que sobrevivió, me contaba que durante el ataque les gritaban americanis, americanis. Pensaban que eran americanos. Vieron dos coches con gente blanca, los siguieron y les atacaron. Sinceramente pienso eso, y puedo estar equivocado, porque hubo sospechas sobre un posible delator”.

-Se detuvo a un traductor.
“Finalmente no se le acusó de nada. Aquello fue muy duro. Había estado con cuatro de ellos dos o tres días antes, en mi despacho. Me acuerdo que me despedí de Alberto diciéndole que se portara bien y que no me diera disgustos, que le quedaba poco tiempo allí, y él me dijo que “lo que está escrito está escrito”.

-¿Alguna vez usted ha corrido peligro en su larga trayectoria?
“Bueno. Una vez me dijeron que había aparecido mi cara en un punto de mira de esos, pero nada. Era ETA”.

-Fuego amigo político sí que ha sufrido, como cuando se aprobó en España el matrimonio gay el día antes de la proclamación de un papa siendo usted embajador ante el Vaticano.
“Eso forma parte de la gran descoordinación que se vivió con el Gobierno de Zapatero, por otra parte, alguien encantador”.

-¿Qué recuerda de aquello?
“Imagínese. Lo aprobaron el mismo día en que, esa noche, teníamos una cena en mi casa con seis cardenales y varios ministros. Fue tremendo. Recuerdo a Julián Herranz, que era un cadernal particularmente conservador, del Opus. Al entrar le dijo al ministro de Justicia, que era Juan Fernando López Aguilar, que no sabía si darle la mano para que nadie pudiera interpretar que estaba de acuerdo con sus ideas. Luego Martínez Somalo, otro cardenal, hizo un discurso muy reivindicativo en la mesa. Fue un error nuestro tremendo que ellos vivieron como una bofetada, porque no pueden pensar que un país serio hace estas cosas si no es intencionado. Al final, María Teresa Fernández de la Vega logró reconducir el asunto con Sodano, que era el número dos del Vaticano”.

-¿Tenemos un problema con la proliferación en las administraciones públicas de los que usted llama los yes man?
“De mediocres. En estos tiempos, lo que triunfa es la mediocridad, lamentablemente. Se han perdido los principios, también porque las elites han claudicado. Hoy en día, es la chusma la que impone sus gustos. No hay un código ético, ahora es el enriquecimiento, la corrupción, el yo más”.

-¿Atravesamos esta etapa que decía Marguerite Yourcenar en Memorias de Adriano, cuando “los dioses ya no existían y Cristo no había aparecido aún”?
“Es justo lo que ocurre ahora, que hemos pasado de un mundo multilateral a un mundo multipolar. Un momento de confusión. Algo va a venir, pero todavía no ha llegado”.

-Su último libro es todo un éxito, con una segunda edición en muy poco tiempo. ¿Por qué El anticuario de Teherán?
“El anticuario de Teherán era un señor que pidió hablar a solas conmigo en su tienda. Cuando me enseñó un collar, yo de inmediato le dije que no tenía interés, lógicamente estaba receloso, pero lo que quería era que se lo enviase a su hija en Los Ángeles. Él no podía hacerlo desde Teherán por las sanciones existentes entre los dos países. Para él era muy importante que su hija tuviera aquel collar el día de su boda, porque había sido de la abuela de la novia. Acepté, y lo mandé por correo desde Madrid. Un par de meses después recibí una foto de una novia con una gran sonrisa. Tenía puesto el collar. Años más tarde, volví a Teherán, pero no había ni rastro de la tienda del anticuario, ni nadie supo darme noticia sobre lo que había sido de él”.

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