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Más tristeza que alegría en el regreso a Bajo la Cuesta

Veinte viviendas de las 49 que forman este núcleo costero de Candelaria volvieron a ser ocupadas tras 19 meses de desalojo
Vecinos, durante el regreso a Bajo La Cuesta. / FOTO: Sergio Méndez

Aunque lo hicieron en silencio y con el corazón encogido, una veintena de vecinos regresó ayer a Bajo la Cuesta, 19 meses y un día después del desalojo del pequeño poblado costero de Candelaria justo al lado de la central de Las Caletillas y debajo de un talud por donde transita la autopista del Sur.

A las nueve de la mañana comenzó el agridulce regreso de los propietarios y habitantes de las primeras veinte viviendas de la calle Manuel Oliva Martín, la única del pequeño caserío que comenzó a construirse a partir de pequeñas casas-cuevas a finales de los sesenta y principios de los setenta, como recuerda Domingo Hernández, uno de los primeros vecinos -su casa es el número 7 – que pudo regresar ayer para mostrarse desolado al ver sus higueras secas.

Una jornada agridulce porque todavía quedan cerca de ochenta vecinos por regresar a sus casas bajo el talud que aún está sin asegurar y porque seis de la veinte viviendas abiertas ayer fueron violentadas por una pareja de presuntos ladrones que el sábado fue detenida por agentes de la Guardia Civil, tras el aviso de los vecinos a la Policía Local, a las seis de la tarde de ese día, tras verles desde el campamento que sigue en pie fuera del barrio, montado a raíz del desalojo decretado el 27 de octubre de 2016 por el Ayuntamiento de Candelaria por riesgo de desprendimientos, atendiendo al decreto que había iniciado el anterior alcalde, José Gumersindo García días antes de las elecciones de 2015.

Un realojo con más tristeza que alegría y sin ninguna muestra de felicitación al Ayuntamiento, más bien todo lo contrario. Los vecinos denunciaron que desde el día 20 el Ayuntamiento quitó la seguridad privada que estaba contratada, una semana antes de que los vecinos pudieran regresar a la primera parte de Bajo la Cuesta, en concreto los que tienen su vivienda entre el 1 y el 31B, ambos inclusive, siendo el acceso libre también para cualquier persona en la zona.

Según informaron ayer desde el Ayuntamiento, en Bajo La Cuesta hay un total de 49 viviendas, siendo 11 las familias que tienen su única residencia en este enclave, por lo que el Ayuntamiento durante este período ha sufragado el alquiler de una vivienda alternativa. El realojo de ayer se ha produjo en 20 de ellas, 7 de las cuales tienen única vivienda en Bajo La Cuesta y por lo tanto dejarán ya de cobrar la ayuda al alquiler.

Sobre la falta de seguridad denunciada por los vecinos como causante del asalto a seis viviendas, desde el consistorio se informa que “una vez finalizado el contrato con la empresa de seguridad privada en Bajo La Cuesta, el pasado 21 de mayo, se ha ordenado a la Policía Local que refuerce la seguridad en la zona, además se implementarán medidas de seguridad adicional, sin detallar si la Administración local se hará cargo de los daños ocasiones por los supuestos ladrones detenidos el sábado y que según una vecina, Sara Aragón, “debían llevar un par de días en el barrio, porque en las neveras había hielo”, comenta.

Aunque Domingo Hernández, que tiene casa en Igueste y piensa dejarle la de Bajo la Cuesta, a sus hijos, afirma que “creo que los vecinos andan ahora un poco separados”, Sara Aragón comenta que “si hoy estamos aquí es por esa lucha que hemos mantenido desde el primer día del desalojo y que seguiremos manteniendo para que regresen todos a Bajo la Cuesta, por eso hoy para mí es un día agridulce”, comentó mientras a su lado unos niños jugaban en la calle llena de hojas de palmeras secas.

Migdalia Delgado, vecina del 31B, una de las afectadas por el intento de robo, se mostraba contrariada, mientras su marido, Juan Galván, se dirigía al Juzgado de Güímar a presentar una denuncia, justo cuando los presuntos ladrones tenían que enfrentarse a un juicio rápido, tras ser detenidos in fraganti el sábado por la tarde. “Han roto todos los bombines de las puertas y han trasladado enseres de una casa a otra”, aunque a simple visto, según Migdalia, no echaba en falta ninguna cosa, aunque mujer cómplice del presunto ladrón portaba, cuando fue detenida, una blusa roja que reconoció una vecina.

Ninguno de los vecinos que regresaron ayer a sus viviendas mostró temor por vivir bajo un enjambre de mallas y con miedo por que caiga una nueva piedra como sucedió el día 18. “Esa piedra cayó fuera del barrio, aquí nunca hemos pasado miedo”, insistió Domingo Hernández.

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