En solo cinco minutos y desde su móvil, de manera anónima para el resto de personas que lo rodean, usted puede abrir una cuenta para apostar en alguna de las numerosas webs que ofertan sus servicios en internet. Sus hijos también. Los últimos datos, sin quizás ser alarmantes, sí son preocupantes e invitan ala reflexión: un 10% de jóvenes menores de edad han apostado, al menos una vez, de manera on-line, y entre un 3% y un 9% de estudiantes universitarios son ya jugadores patológicos. La respuesta solo puede ser entendida desde el conjunto de la sociedad, de familias a instituciones.
Aunque las apuestas deportivas tal y como las conocemos tienen su origen en la Inglaterra del Siglo XVIII, se tiene constancia de que ya los griegos aprovechaban sus Juegos para apostar por sus atletas favoritos. Fue, coincidiendo con la era de internet, cuando en Canadá y Estados Unidos se dio el salto que popularizó las mismas: ya no era necesario ir a ningún local, sino que podían realizarse desde casa, a salvo de curiosas miradas.
Teniendo en cuenta que la Dirección General de Ordenación del Juego (DGOJ) se encarga de regular un sector completamente legal que movió en el primer trimestre del año 77 millones de euros solo en apuestas deportivas, la clave está en hacernos una pregunta: ¿debemos proteger a los jóvenes de este boom? Juan Capafons Bonet, catedrático de Psicología Clínica de la Universidad de La Laguna, lo tiene claro: “No es de extrañar estas edades, son jóvenes, nativos tecnológicos y se les ofrece apostar de manera muy sencilla. Esto ya nos pasó con las máquinas tragaperras. Era un problema el casino y el bingo, pero el verdadero problema de la ludopatía en los años 80 y 90 eran las máquinas tragaperras. ¿Cuál era el secreto? Estaban muy bien diseñadas, pero la clave era la accesibilidad: no había un bar en España que no tuviera una”.
Capafons pide hacer especial hincapié en lo “innecesario que resulta promocionar” este tipo de apuestas en medios de comunicación y sin límite de horarios.
La sensación de control, de creer saber, por ejemplo, de fútbol y que esos conocimientos permitan, casi apelando a un sistema científico, ganar sumas de dinero importantes con poca inversión es otro de los peligros. Otro factor para una posible caída en el juego sería, precisamente, ganar: “Meter un pelotazo con una apuesta en la que inviertes cinco euros y, de repente, te encuentras 500 o 5000 es un factor desencadenante. Esto pasaba ya con el bingo. Se hizo mucha investigación con la conducta adictiva en ese juego y la clave era haber tenido premio. Si a la quinta, sexta o séptima vez que jugabas no tenías una línea o un bingo tendías a extinguir el comportamiento. Te aburres, por decirlo de alguna manera”.
Con los peores años de la crisis la sensación de poder ganar dinero fácil creció, algo que castigó especialmente a los barrios obreros del conjunto del Estado. De repente, las casas apuestas con un local físico comenzaron a proliferar y ahí, sin posibilidad de falsear datos como puede hacerse por internet, comenzó otra peligrosa moda: la de que menores de edad dieran dinero a alguien mayor de 18 años que apostaba por ellos. El riesgo de ludopatía se extendía entre varias personas.
El mensaje de Juan Capafons de no querer mostrarse con una actitud “propia de Torquemada” ante las casas de apuestas pero sí con la necesidad de proteger a los más jóvenes, sobre todo a los menores de edad, de sus peligros es compartida por la Asociación Tinerfeña de Jugadores Rehabilitados (ATEJURE), que lleva desempeñando su enorme labor durante 25 años.
Ellos consideran que puede ser clave que, en el caso de las apuestas deportivas, no sean estrellas del fútbol u otras personalidades los encargados de hacer promoción de las webs a las que acuden los jóvenes. “El juego en sí no nos molesta, nuestra labor es que la persona que está enferma no caiga en él de nuevo”, señalan desde ATEJURE, que reconocen que “sobre todo en internet” el “bombardeo” de publicidad es constante.
“El problema”, como admite Capafons, es que es “muy sencillo” caer en una adicción a las apuestas porque es cada vez más sencillo tener la peligrosa sensación de control. Las ofertas de reintegrar el importe realizado en una primera apuesta suelen conllevar perder la cantidad inicial y la recuperada y, antes de que sea demasiado tarde, es necesario tener en cuenta lo que desde ATEJURE afirman con claridad: “Hay personas que se rehabilitan, pero la ludopatía es una enfermedad para toda la vida”.
“El mejor antídoto ante cualquier adicción es la comunicación con nuestros niños”
El catedrático de Ppsicología Clínica de la Universidad de La Laguna, Juan Capafons, cree que “la información” es clave para no caer en una adicción al juego derivada de las apuestas deportivas. Por ello, Capafons cree que promocionarlas en horarios y medios al que tengan acceso los jóvenes “no tiene ningún beneficio para ellos”, algo que se puede afirmar “categóricamente”.
Pero: ¿qué se puede hacer si internet da accesibilidad a este tipo de apuestas que, además de suponer una acción ilegal para los menores, es también un peligro potencial? “Cuanto más hablemos con los niños tendremos el mejor antídoto que ha encontrado la pedagogía y la psicología para evitarlo. Debemos trasmitir valores de que hay cosas muy gratificantes a corto plazo que tienen un gran costo a largo plazo y hay cosas muy poco gratificantes a corto plazo que desde la educación generan ciertos anticuerpos para estas patologías”, asegura.
Además, es necesario ser conscientes de que, en el modelo de sociedad actual, en el que la felicidad parece asociada a determinados bienes materiales, es muy importante no caer en la trampa de creer que “con mínimo esfuerzo, podemos tener el máximo rendimiento”. “Cuando consideras que esa puede ser una forma muy tentadora de tener una vida más satisfactoria por el modelo de sociedad que tenemos, tienes un problema, porque si uno tiene determinados medios económicos la imagen es mejor y, además, puede adquirir bienes que no alcanza sin dinero”.
Las últimas cifras no son halagüeñas, por eso, desde varios sectores se exige una limitación clara de la promoción de las apuestas, como en su día ocurrió con las bebidas alcohólicas y el tabaco. “Eso ayudaría mucho, sobre todo en esa franja de gente joven que tanto nos preocupa”, considera Capafons.