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Conversaciones en Los Limoneros: “Las precipitaciones del secesionismo catalán han dañado la imagen de los nacionalismos periféricos”

Esta sección no contiene entrevistas al uso, sólo un diálogo, a ser posible de amigos. Y yo no tengo a nadie más amigo que Juan-Manuel García Ramos, así que la dificultad era doble: primero, el estilo; después, el amigo
Fotografías: Fran Pallero

Esta sección no contiene entrevistas al uso, sólo un diálogo, a ser posible de amigos. Y yo no tengo a nadie más amigo que Juan-Manuel García Ramos (La Laguna, 1949), así que la dificultad era doble: primero, el estilo; después, el amigo. Total, que estuve a punto de no conseguirlo, pero tiré de oficio.
Catedrático de Filología Española, parlamentario del PNC-CC y especialista en García Márquez, uno de los más reconocidos. Podría añadir lo de ensayista, novelista, pensador. “Cela no fue quien dijo aquello de que “lo que no nos mata nos hace más fuertes”; fue Nietzsche, pero la gente está empeñada en que la frase es de Cela”. “¿Y lo de que “el que resiste, gana”?, le apunto. “Eso sí lo decía Cela mucho, pero no sé si es suyo, como efectivamente lo es la historia del cipote de Archidona”.

Juan Manuel viene de vuelta. Presidente del PNC, un partido político que tiene casi cien años de historia, que está electoralmente unido a Coalición Canaria: “Porque nos sobraba ideología, nos sobraba historia, pero nos faltaba masa social. Y Coalición nos la aporta”. Entra un tipo en Los Limoneros vestido de gris marengo, horterísimo, con unos zapatos de verano, blancos y canelos, y Juan Manuel lo analiza, lleno de reflejos: “El espíritu de la fineza”, que decía Pascal, “no existe”. Y se queda mirando al tipo.

Carlos Díaz-Bertrana, que es amigo de los dos, asiste al almuerzo como invitado, más bien como convidado de piedra. A mí Carlos me da mucha moral, sobre todo cuando logro descifrar su poco inteligible jerga de Artenara. Y ya que hablamos de semántica, pregunto: “Juan-Manuel, ¿qué opinas de que tres godos (Trapero, Pomares y García-Alcalde) hayan presentado en Madrid un libro sobre guanchismos? ¿Los pajaritos contra las escopetas?”. “Pues una paradoja, qué quieres que te diga. Algunas ideas del autor principal (Trapero) son erráticas. Dice que la voz guanche viene del francés, un disparate. Los guanches hablaban una lengua bereber que ni siquiera se conoce y ellos sostienen que deben desaparecer los nombres aborígenes terminados en zeta. O mantiene que los conquistadores llamaron guanches a todos porque no distinguían los distintos pueblos entre los indígenas. No se debería hacer caso a estos despropósitos.

Fotografías: Fran Pallero

La Academia. No la Canaria de la Lengua, que a mí me vetó, a pesar de haber sido recomendado por Juan-Manuel, por Eligio Hernández, por Arturo Maccanti y por Ramón Trujillo, nada más y nada menos. ¿”Qué pasa en la Española?”. “Pues que a este paso acabará siendo académico hasta Armas Marcelo. Yo creo que tendrían que elegir a Cebrián; al fin y al cabo ha sido director del periódico español más importante de los últimos 40 años”.

Opina como yo, que la celebración del Consejo de Ministros en Barcelona supone un acto de valentía de Pedro Sánchez, eso por echar una gota de política nacional al diálogo. “Este es un país de cáscaras de gambas y manises esparcidas por el suelo de los bares, a las once y media de la mañana. Mis referencias políticas en el PSOE son Felipe González y Jerónimo Saavedra”. “Pues yo voy a votar a Vox, Juan-Manuel; no soporto ya a casi nadie; ¿es malo decir que voy a votar a Vox?”. “No sé, allá tú. Yo estoy con Jerónimo: es muy temprano para excomulgar a Vox; ya veremos”.

Y, además, les comento a los dos, a Juan-Manuel y a Carlos, que estoy harto de que aquí siempre vengan los mismos a decir las mismas cosas, como Juanito Cruz y Fernando G. Delgado. “Mira, en eso te doy la razón, se repiten demasiado los formatos en esos foros que organiza CajaCanarias; parece que los demás no existen”. “A mí no me han invitado nunca”, le digo, “a lo mejor es que no me ven categoría intelectual”.

Aquí se me acabaron las ganas de preguntar, sobre todo porque me descojoné con lo de las cáscaras de gambas y de manises esparcidas por el suelo de los bares, a las once y media en punto de la mañana. Pero recordé una frase que Juan-Manuel repite mucho: “Las ideas se enriquecen en el comercio de los espíritus”. Y entonces la canchanchanada de diálogo se volvió serio, que es de lo que yo huía como gato escaldado: “Vámonos a Cataluña”, le digo.

“Las precipitaciones del secesionismo catalán”, dice, “han dañado la imagen de los nacionalismos periféricos que aún conservamos la cabeza sobre los hombros y nuestras poderosas razones para seguir en la lucha. En cualquier caso, siempre he dicho, y mantengo, que el nacionalismo canario está más justificado que cualquiera de los nacionalismos peninsulares españoles”.

Tenemos que citar a algunas personas en concreto. Por ejemplo, a Ana Oramas, que conmigo no se habla, por utilizar la forma coloquial. Y me dice: “Las potencialidades electorales de Ana Oramas están hoy por encima de la marca CC/PNC. Ana se ha movido en el Congreso con una gran sabiduría, aunque yo mantenga con ella algunas distancias ideológicas. Siempre he admirado su audacia y su desparpajo. Lo heredó de su tío, Leoncio Oramas. Por cierto, que si nos vamos a Cataluña, como tú querías, cito a Josep Fontana, que dijo que no hay independencia sin guerra de independencia”.

Carlos echa al viento su mala leche y le pide algo a Juan-Manuel. Que explique unas cuantas propuestas que justifiquen el programa conjunto de CC/PNC: Y le responde: “Pues que los beneficios de nuestras empresas se queden en Canarias; que se imponga una tasa a los turistas destinada a potenciar nuestra cultura, gestionada a través de los ayuntamientos; que podamos renegociar las relaciones con nuestro entorno más cercano; que se reconozca que llevábamos 2.000 años aquí, que momificábamos a nuestros muertos con la técnica de los egipcios y de una parte del Perú. O sea que no empezó todo a partir de la conquista, sino mucho antes; y que esto se enseñe a los niños, se estudie en los colegios, por poner sólo sobre la mesa unos cuantos anhelos”.

Ya hacía rato que el mago de los zapatos blancos y canelos había regresado del váter. “Parece un tipo de Ciudadanos”, comenta el señor catedrático, “que es un partido de muchos cursis”. Le recuerdo que algún ex presidente del Gobierno de Canarias anda pidiendo limosna, poco más o menos, y coincide conmigo en que no hay derecho a que se permita esto. Y en que es preciso legislar sobre el estatuto de los expresidentes, vencer ese miedo, como lo han vencido en otras comunidades autónomas. A Juan-Manuel le gusta ser antipático y en ocasiones va contra corriente: “Coño, es que tengo sesenta y nueve años y sé que la política actual tiende a la efebocracia, pero yo necesito ser un viejo intransigente; ese papel provocador me gusta en esta comedia de la vida”.

“Es preciso organizar la solidaridad entre las islas”, apunta, “y no ir cada uno por su lado. Ya lo dijo Jean Monnet, uno de los padres de la Unión Europea, no es una idea original. Los nacionalistas canarios dependemos de matices y no arrastramos graves diferencias ideológicas. Hay que armonizar los criterios y exponerlos bien, que la gente entienda la idea y el proyecto. E ir todos los nacionalistas canarios juntos”. “¿Y no hemos sido demasiado cómplices del Estado?”, le pregunto. “Bueno, Eduardo Galeano llamó a eso colonialismo invisible, ese colonialismo que te convence de que la servidumbre es tu destino y la impotencia tu naturaleza. Te convence de que no se puede decir, no se puede hacer, no se puede ser. Nos sobra servilismo y nos falta orgullo de pueblo adulto y de sujeto político independiente”.

Viene Pedro Sánchez a Canarias, hace unos meses, y no avisa al presidente Clavijo para no sé qué idiotez de Saramago, en Lanzarote. Un agravio en toda regla: “Esta fue una gilipollez de la viuda de Saramago, que se inventó una historia, y se le faltó al respeto a nuestro presidente del Gobierno. Son cosas que no tenían que ocurrir y que ocurren”. Se me ocurre insinuar que la promoción de la cultura canaria con mayúsculas se acabó en la noche de los tiempos, cuando él fue consejero del Gobierno: “No, eso es exagerado. Se han hecho muchas cosas después de esas etapas mías”. Y yo insisto en que mucho menos de lo que se debería.

Casado, dos hijos, asiduo de guachinches y amigo del vino peleón, goloso inconfesable, muy amigo de sus amigos, lo conocí en mis tiempos de La Tarde, a través de Alfonso García-Ramos, un tipo entrañable, testigo de mi boda, un escritor eximio, al que le quedaba fatal la capa española, que arrastraba por el suelo lagunero. Enterrado “en el Tacoronte profundo que tú amabas”, como escribió su hermano Fernando. Juan-Manuel se ríe con la visión fantasmagórica de Alfonso de capa; parecía un tuno.

Esta conversación podría durar horas, pero, ¿para qué? Sabemos tanto el uno del otro que hay que echar mano de la capacidad de síntesis, impuesta además por dos páginas de un periódico, con fotos grandes. Nos hemos metido entre pecho y espalda, entre los tres, un salmón a la plancha, un cherne exquisito y un bien condimentado steak tartar, tirando a picante. Yo antes me atreví con una sopa de cebollas y ellos con un plato de jamón, supongo que Montesano porque estaba muy bueno. Los Limoneros aparece tan lleno de comensales como siempre y a la mesa se acercan unos cuantos a saludar. Juan-Manuel dulcifica su cara de antipático, de viejo carrucho ficticio. “¿Y el retiro, para cuándo?”. “Me aplico el lema de Plácido Domingo, “if I rest, I rust”, es decir “si descanso, me oxido”. Moriré luchando por ver algún día a Canarias convertida en un Estado adulto, dialogando con otros estados del mundo”. Pues, como dice el mago: “Pa usted, maestro”.

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