Tras unos años de crisis -y casi sin reglamento- la acuicultura en Canarias comienza a posesionarse con un sector estratégico en el sector pesquero, con un negocio el año pasado de más de 43 millones de euros, según reveló el tinerfeño Carlos Rendón, presidente de la Asociación Empresarial de Acuicultura en España, en una visita a los doce viveros de la bahía de Los Cristianos, del consejero regional Narvay Quintero.
Uno de los pasos para fortalecer el mercado nacional, para competir con Grecia y Turquía, sucedió en 2015 cuando un grupo de productores de Apromar decidieron dar un paso que marcó un hito en la historia de la acuicultura española y europea: crear el sello de Crianza de Nuestros Mares, que distingue la calidad de un pescado que en 24 ó 36 horas, incluso en algunos casos en el mismo día, se sitúa en los expositores de las grandes supermercados.
En las aguas canarias, como ocurre en el sur de Tenerife, se cultiva la dorada, la lubina y la corvina. Son instalaciones que se ubican en tierra y en las que se encuentran los reproductores. Durante el período de puesta los huevos fecundados se recogen, eclosionan y se obtienen las larvas, de apenas unos milímetros.
Estas larvas se van alimentando y van creciendo hasta un peso de unos 10-15 gramos, que alcanzan cuando tiene aproximadamente unos seis meses de edad que llegan a la categoría de alevines para ser sembrados en los viveros. Se habla de siembras, cuando se depositan en los viveros en el mar los peces para su engorde, y de cosechas, cuando se recolectan al tener la talla comercial para ser consumidos, siendo la talla más demandada en torno a los 400-500 gramos, sobre todo en el caso de la dorada, algo superior en al lubina, que tiene una gran demanda en el mercado inglés. En realidad el 90% de la cosecha va destinada a la exportación, a la Península y Gran Bretaña.
La dieta del pescado de acuicultura se basa, únicamente, en piensos deshidratados que cumplen la exigente normativa oficial sanitaria. La principal materia prima de estos piensos es de origen marino, pero con vistas a la sostenibilidad de la actividad y a reducir la presión sobre los recursos pesqueros, se emplean cada vez más materias primas con origen en la agricultura terrestre. El engorde de los peces en los viveros puede durar entre 18 meses y 2 años.
Según Carlos Rendón “la acuicultura en Canarias, por la calidad de nuestras aguas, es de las mejores del mundo” y el consejero Narvay Quintero reconoció que “estamos ante un producto de valor añadido diferencial que nos sirve para alimentar a 15 millones de turistas y además podemos exportarlo”, apuntando la idea de visitas turísticas a los viveros para dar a conocer la seguridad, sanidad y buen hacer de las empresas del sector.
El PROAC
Destacaron tanto Rendón como Quintero, la reciente puesta en marcha -se aprobó en julio- del El Plan Regional de Ordenación de la Acuicultura (PROAC), que permitirá cuadruplicar la producción de este sector en un plazo de ocho años, al establecer el límite máximo en 37.118 toneladas frente a las 9.000 que generó esta actividad en 2016. El plan sectorial tiene como objetivo impulsar el desarrollo de la actividad acuícola en el Archipiélago, compatibilizándolo con la conservación ambiental del litoral, definiendo en Tenerife hasta siete Zonas de Interés para la Acuicultura (ZIE) , casi todas en el Sur.