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Maduro inicia su segundo mandato reivindicando su legitimidad en el cargo y ante un amplio rechazo internacional

Al acto celebrado en Caracas ha acudido un escaso número de representantes de otras naciones
Maduro jura su mandato como presidente de Venezuela. / EP
Maduro jura su mandato como presidente de Venezuela. / EP

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ha tomado posesión para un segundo mandato, en una ceremonia celebrada este jueves en el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) sin apenas presencia de mandatarios extranjeros, lo que evidencia el escaso respaldo que tendrá de la comunidad internacional en este nuevo periodo.

“Juro, a nombre del pueblo de Venezuela, por el legado de nuestros antepasados (…), de nuestro amado comandante Hugo Chávez (…), que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma y que cumpliré y haré cumplir todos los postulados de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela”, ha dicho ante el jefe del TSJ, Maikel Moreno.

Maduro ha completado su juramento ante el alto tribunal prometiendo “defender la independencia e integridad absoluta de la patria”, “procurar llevar a la prosperidad social y económica a nuestro pueblo” y “construir el socialismo del siglo XXI”.

A continuación, Moreno le ha proclamado presidente para el periodo 2019-2025 y le ha impuesto los atributos presidenciales de Venezuela, el collar y la banda, en medio de los gritos de “victoria” del público, que ha estallado en aplausos con las menciones a Chávez.

“YO SOY UN PRESIDENTE DEMÓCRATA”

Maduro ha destinado sus primeras palabras a reivindicar su legitimidad en el cargo. Así, ha defendido que las elecciones presidenciales del pasado 20 de mayo fueron democráticas, que el Tribunal Supremo de Justicia es un escenario valido para tomar posesión y que cuenta con el apoyo de la comunidad internacional.

“Venezuela es una democracia”, ha declarado, explicando que se trata de “una democracia de nuevo tipo, protagónica y participativa”, porque se basa en el “pueblo” y no en las “élites”. “Y yo soy un presidente demócrata de verdad”, ha remachado.

Maduro ha reconocido que Venezuela atraviesa momentos difícil –“que levante la mano el país que no tiene problemas”– pero los ha atribuido una vez más a que la nación caribeña es “la principal víctima” de la “guerra” económica y mediática que Estados Unidos y sus “estados satélites” han desatado contra los “gobiernos progresistas”.

Según él, Venezuela, como punta de lanza de estos “gobiernos progresistas” en la región, “está en el centro de una guerra mundial contra el imperialismo”, por lo que ha apelado a sus aliados en el mundo y a la “unión cívico-militar” de los venezolanos para “dar la batalla”.

Ha lamentado especialmente “la visión de intolerancia ideológica extremista” que se ha impuesto “en un conjunto de gobiernos satélites de los dictados de Washington” porque, en su opinión, ha dividido a la región. “Las derechas se quieren imponerse a trocha y mocha”, ha alertado.

A este respecto, ha asegurado que está dispuesto a reunirse con cualquiera de esos gobiernos e incluso a acoger en Venezuela una cumbre regional para discutir “cara a cara” sus diferencias, esgrimiendo que si no ha ocurrido es porque le “tienen miedo” al movimiento bolivariano.

Maduro incluso ha lanzado la propuesta de que “un grupo de países latinoamericanos que mantiene el equilibrio político tome la iniciativa de formar un grupo para la reunificación, el diálogo y la superación de las diferencias” en el hemisferio sur del continente americano.

UNA INVESTIDURA ATÍPICA

La ceremonia ha tenido lugar en la sede del TSJ en Caracas porque la Asamblea Nacional, de mayoría opositora y que, según la Constitución venezolana, debe acoger las tomas de posesión, se ha negado a servir de escenario por considerar que Maduro es un “usurpador” del cargo.

También es habitual que a las investiduras acudan emisarios extranjeros, pero esta vez Maduro solo ha contado con el respaldo regional de cuatro presidentes: el cubano Miguel Díaz-Canel, el nicaragüense Daniel Ortega, el boliviano Evo Morales y el salvadoreño Salvador Sánchez Cerén, todos ellos integrantes del llamado eje bolivariano.

Trece países del Grupo de Lima — Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Guyana, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú y Santa Lucía–, Estados Unidos y Canadá, así como la UE y sus estados miembro, incluido España, han decidido no acudir.

México, el otro integrante del Grupo de Lima, ha optado por enviar al encargado de negocios de su Embajada en Caracas, rebajando con ello el nivel de representación que correspondería por reciprocidad, dado que Maduro sí acudió a la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador, celebrada el 1 de diciembre en Ciudad de México.

Maduro ha destacado, no obstante, que han acudido “representantes de más de 99 países y organismos internacionales”. “Les agradecemos su presencia valiente, que ratifica que otro mundo es posible”, ha dicho, enfatizando que “el mundo es más grande que el imperio estadounidense y sus gobiernos satélites”.

El presidente venezolano ha tenido una mención especial para la UE. “Yo le ratifico a Europa toda la voluntad de la Revolución Bolivariana para caminar juntos”, a pesar de “la intolerancia de algunos funcionarios europeos”, ha indicado sin dar nombres.

Sin embargo, al mismo tiempo ha advertido a Bruselas de que, si rechaza esta mano tendida, “la Historia se cobrará esta deuda más temprano que tarde”. “Quieta Europa, no vengas otra vez con tu viejo colonialismo, con tus viejas agresiones, con tu viejo racismo. Ya fue bastante lo que nos hicieron, el saqueo y el esclavismo”, ha espetado.

RECHAZO INTERNACIONAL

Todo ello hace patente la negativa de la oposición venezolana y de buena parte de la comunidad internacional a reconocer el nuevo mandato de Maduro, en consecuencia con su decisión de no reconocer tampoco los resultados de las elecciones presidenciales del pasado 20 de mayo por considerar que fueron fruto de un proceso fraudulento.

El Grupo de Lima ha anunciado que, a partir del 10 de enero, iniciará una ofensiva diplomática contra Maduro y su Gobierno para forzarle a celebrar unas elecciones “creíbles”. Estados Unidos ya ha ampliado su lista de sanciones contra la cúpula venezolana y la UE se mantiene a la expectativa.

Maduro ha respondido dando un ultimátum de 48 horas al Grupo de Lima –al que considera una marioneta de Estados Unidos– para que corrija su actitud “injerencista”, bajo amenaza de adoptar “las medidas más crudas y enérgicas en diplomacia y en defensa de un Gobierno”.

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