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EDITORIAL | El día del cambio

Nos reconocemos en estos 36 años, porque cada uno de ellos nos señala y nos narra en un largo proceso de autoconstrucción. Veníamos de ser una tierra dividida en dos provincias antagónicas por avatares del pleito insular. Y en esa fecha fundacional de nuestro Parlamento, el 30 de mayo de 1983, nacimos a la idea de un solo y mismo pueblo
César Manrique. DA

No es un día cualquiera, sino el más importante. Y junto a la memoria de la historia reciente de los últimos 36 años de autogobierno, este Día de Canarias entraña una significación especial, con respecto a los precedentes, pues convergen en él las circunstancias excepcionales de un ciclo electoral, del que acabamos de emerger como supervivientes en unas islas que aguardan con esperanzas inéditas un futuro mejor a la vuelta de esta esquina. En la edición casi monográfica que ofrece hoy DIARIO DE AVISOS se repasan las señas de identidad de un pueblo que se reinventa a cada paso de su trayectoria. Nos reconocemos en estos 36 años, porque cada uno de ellos nos señala y nos narra en un largo proceso de autoconstrucción. Veníamos de ser una tierra dividida en dos provincias antagónicas por avatares del pleito insular. Y en esa fecha fundacional de nuestro Parlamento, el 30 de mayo de 1983, nacimos a la idea de un solo y mismo pueblo. Lo que nos acredita como sociedad regional es que hemos arrumbado el litigio insular al desván de las antiguallas y los atuendos en desuso, para recrearnos en los nuevos instrumentos y en el encaje del nuevo traje autonómico. Con las graves deficiencias de nuestro modelo de desarrollo, con los atrasos y percances que estigmatizan el progreso social de nuestras islas, nada nos impide congratularnos y felicitar a nuestro pueblo por la lección de convivencia que demuestra superando las diatribas y ofensas del pasado que nos enfrentaron y a punto estuvieron de escindirnos en dos, en aquella venenosa tentación alentada desde la irresponsabilidad que invocaba una doble autonomía. Hoy esas hachas están enterradas y bien enterradas. Hoy somos parte de una totalidad y nos une un mismo barco que hace una misma singladura. Cada cuatro años elegimos un único Gobierno y hemos conservado nuestra idiosincrasia politica insular a través de centenarias instituciones como los cabildos y no hemos mitigado un ápice la importancia de nuestros más antiguos y recientes ayuntamientos, desde Santa Cruz de La Palma a El Pinar y desde Betancuria a Arrecife de Lanzarote.

En la isla conejera nació el canario que más impulsó la modernidad y la tradición de nuestra tierra: César Manrique. Basta releer media docena de sus pensamientos más agudos, como hacemos en esta edición, para regenerar las esencias de nuestra personalidad más arraigada, honesta y valiente. Manrique se alzó contra “el afán de riqueza de los especuladores” y les mostró su “desprecio desde lo más profundo” de su alma. Estas Islas se resumen muy bien en César Manrique, el artista que despertó el amor propio de Canarias, como titulamos en estas páginas la reseña del centenario de su nacimiento, que inspira tanto y en tan buena hora este día colectivo en un instante único de toma de decisión y de conciencia sobre nuestro porvenir.

Porque si Manrique viviera, y su ardor guerrero de amor y defensa de nuestra naturaleza y sostenibilidad le tuvieran aún en carne y hueso al frente de la manifestación de todos los canarios preocupados por el cambio climático, el cambio económico y el cambio político de nuestra tierra, otro gallo nos cantaría. Y estos días de confusión en que se forjan los próximos pactos que gobiernen nuestro destino inmediato tendrían un faro que ahora no tienen. Con modesta pero enérgica voluntad de compromiso, de querer lo mejor para nuestros paisanos y para nuestros hijos, víctimas inocentes de los errores que se cometan hoy, desde DIARIO DE AVISOS creemos ser fieles a César y a la Fundación que perpetúa su legado llamando a las cosas por su nombre, al desgobierno por su nombre, a la exclusión social por su nombre, a los atentados al medio ambiente por su nombre, a la corrupción por su nombre, a los abusos de poder por su nombre, y, por supuesto, al exceso de poder por su propio nombre. El poder que se excede en el tiempo se convierte en abuso de poder. Y quienes lo sustentan, en cómplices de ese abuso e igualmente serían la diana de César si hoy estuviera vivo.

Esta es la esencia del cambio que profesamos como santo y seña de este Día de Canarias. El día del cambio. El de la gran puerta abierta a un nuevo período político de nuestra historia, que no repita los vicios de décadas anteriores, y renuncie al monopolio del poder en beneficio de amplias capas marginadas hasta ahora de nuestra sociedad: los sin vivienda, los sin trabajo, los sin acceso a la sanidad, los sin derecho a una vejez digna, los sin todo lo bueno que han deparado 36 años de autonomía, porque políticas equivocadas sembraron la injusticia y la desigualdad.

Este Día de Canarias culmina el segundo decenio de este siglo. Es la frontera de un nuevo tiempo, con el mejor Estatuto y REF que se recuerda, sin perder la conciencia de los urgentes desafíos económicos que nos amenazan en Canarias, en España y en Europa. No somos ajenos a los riesgos que acechan. Estamos preocupados por nuestras islas, en vísperas de una nueva legislatura. Y no nos andaremos con rodeos. Se impone un cambio y una regeneración. Alguien tiene que decirlo ya que no está César.

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