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Óscar González, exmagistrado: “Los jueces tuvieron un gran papel en la Transición y lo siguen teniendo ahora”

Óscar González González tiene 81 años, pero nadie lo diría. Practica senderismo y juega al tenis. Sus años impartiendo justicia han dado paso al deporte y al ejercicio de la abogacía
Óscar González González, exmagistrado del Tribunal Supremo. | FOTO: Fran Pallero

Óscar González González tiene 81 años, pero nadie lo diría. Practica senderismo y juega al tenis. Sus años impartiendo justicia han dado paso al deporte y al ejercicio de la abogacía. Estamos ante uno de los grandes especialistas españoles en Derecho Contencioso-Administrativo, que fue juez de primera instancia e instrucción en Alcaraz (Albacete), en Los Llanos de Aridane y en Granadilla, magistrado en la Audiencia Territorial de Las Palmas y en la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife y magistrado del Tribunal Supremo durante casi 20 años. Su ciudad natal, La Laguna, le concedió el título de Hijo Predilecto. Y cuando le pregunto por ese honor, Óscar me responde con unas palabras de Vargas Llosa, que él incluyó en su discurso de agradecimiento ante el pleno municipal: “El amor a la ciudad en la que nací no es un amor impuesto; es un amor espontáneo del corazón, como el que une a los amantes”. Ha sido profesor de Derecho Administrativo en la Universidad de La Laguna. Desde 1978 aprobó la oposición de juez especialista en Derecho Contencioso Administrativo, tras sus oposiciones a la carrera judicial.

-Tienes fama de justo, pero también de generoso.
“Yo he procurado ser justo en mis decisiones, aunque desde luego que uno puede equivocarse. La justicia está impartida por humanos y equivocarse es de humanos”.

-Tendrás miles de anécdotas en tantos años de ejercicio.
“Algunas muy curiosas. Una vez, ejerciendo de juez en Los Llanos de Aridane, el sargento de la policía me trajo, ¡esposados! a dos chicos que habían robado unas ciruelas”.

-¿Y qué ocurrió?
“Lo primero que le dije al sargento fue que les quitara los grilletes. Lo hizo. Y luego le pregunté…: ¿usted, de niño, no cogió nunca unas ciruelas de un árbol? Él me respondió, extrañado: No, señoría. Pues yo sí, le dije”.

-También viviste momentos dramáticos en tu profesión.
“Al menos, peligrosos. Encontraron mi nombre en una lista de personas a las que ETA quería matar. Fue cuando la ley de devolución de bienes a los partidos de izquierda, incautados cuando el Frente Popular. Yo fui el ponente de un caso de aplicación de esa ley. Uno de los inmuebles que reclamaban los partidos, concretamente el PNV, era la Casa de Cervantes de París. Y no quedó acreditada la pertinencia de esa devolución. Parece que eso no cayó bien en algunos ambientes abertzales y me designaron como objetivo. Viví mucho tiempo con escolta y te aseguro que no es nada cómodo, pero es que ETA había matado a varios compañeros del Tribunal Supremo y la tuve que aceptar. Tuve, incluso, que cambiar continuamente de restaurante, seguir trayectos distintos en mi camino hacia el Supremo, no salir de casa a la misma hora, me dieron una serie de recomendaciones que me vi obligado a cumplir”.

(Ya he dicho que estamos ante uno de los grandes especialistas en Derecho Contencioso-Administrativo de nuestro país. Óscar González ha dictado en su carrera unas 9.000 sentencias en sus diversos destinos. Procede de una familia ligada al derecho. Su padre fue procurador de los tribunales. Su hermano mayor, José Antonio, ha sido magistrado en distintos destinos, pero nunca quiso salir de la isla. Diez hermanos, todos con carrera universitaria, incluidos dos médicos).

-Me han soplado que, cuando haces senderismo, ciertos compañeros distraen algunas frutas de los árboles de la ruta, pero tú no.
“Bueno, yo sólo cojo las manzanas o las peras que se han caído del árbol. Pero, como dice una compañera de senderismo, si el mago te ve con la manzana en la mano, vete a explicarle su origen”.

Óscar González González, exmagistrado del Tribunal Supremo. | FOTO: Fran Pallero

-Siempre hablamos de las leyes. Pero no son infalibles.
“Claro que no. Las leyes son interpretables. Ya lo he dicho, somos seres humanos, cada juez tiene sus ideas. Unos, criterios más liberales; los otros, criterios más intervencionistas. Todo eso se refleja en las sentencias. Las ideologías también influyen, pero se suelen encontrar soluciones alternativas y todo se discute. Si se discrepa, el juez puede emitir su voto particular. Los magistrados del Tribunal Supremo, y hablo por mis compañeros, saben un montón. A lo mejor llegas al debate antes de dictar sentencia con un criterio y lo cambias porque resulta que estabas equivocado. Date cuenta de que en el Supremo son cinco los magistrados que componen el tribunal en cada caso”.

-Los jueces fueron esenciales en la Transición y me da, Óscar, que ahora lo siguen siendo.
“Creo que sí. Nosotros fuimos los primeros en aplicar la Constitución directamente, sin esperar a reglamentos de desarrollo. No esperamos a que el legislador la interpretase. Se hizo una gran labor, se formó un estado de opinión, se defendieron los derechos individuales. Aquello había que sacarlo adelante y creo que hicimos bien nuestro trabajo”.

-¿Y en la actualidad?
“Pues, igual, aunque sean tiempos distintos. Las leyes, por sí solas, son oscuras en algunos preceptos, no resuelven todos los casos. Si fueran claras se evitarían muchos pleitos. La norma per se no resuelve un caso y una misma ley puede admitir varias interpretaciones. A lo mejor habría que pasar los textos del legislador por un tamiz de expertos en el propio Parlamento. Probablemente ello redundaría en la celeridad de la justicia, que es tan lenta por la cantidad de asuntos que tiene que sustanciar, no por culpa de los jueces. En el apartado de Familia, por ejemplo, los casos que entran en los juzgados son muy elevados. Habría que arbitrar mediaciones previas para evitar esta avalancha”.
(El magistrado trabaja ahora como abogado en el despacho de su hijo. Se ha dado de alta en el Colegio de Santa Cruz y aconseja en asuntos relacionados con su especialidad. Recuerda sus tiempos como profesor universitario, con los catedráticos Luciano Parejo y Juan Miguel de la Cuétara, siempre simultaneando la enseñanza con el derecho).

-¿Crees que este país es ingobernable, por hablar algo de política?
“Si no se ponen de acuerdo los grandes partidos podríamos caer en eso. Lo de las mayorías estables parece ya imposible. Es preciso que se avengan en cuestiones puntuales que afectan a la gobernabilidad. Lo de las listas más votadas tampoco resuelve nada, sólo arregla la investidura, pero, ¿y después? Yo soy muy partidario del sistema francés, que han adoptado algunas democracias latinoamericanas, la segunda vuelta electoral”.

(E ironiza. “Cuando yo estudié Derecho Político con el profesor Hernández-Rubio no nos hablaba del derecho moderno, sino de las polis griegas y del Senado romano. Quizá como ironía. De mis tiempos de la Universidad de La Laguna recuerdo la erudición del profesor González Vicén”. Óscar González fue ponente y presidente del tribunal que tuvo que ver con el pleito universitario, cuando se creó la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. El Constitucional declaró legal la decisión del Gobierno de Canarias, de acuerdo con su criterio. Algún cartel le plantaron en la puerta de su casa).

-Te han tocado, como ponente en el Tribunal Supremo, algunos pleitos muy duros, de muchísima trascendencia pública.
“Me voy a referir a uno, primero, que tuvo mucha repercusión. Fue el del toro de Osborne. El Gobierno de Aznar lo quiso borrar del mapa porque ellos decían que era publicidad, una especie de publicidad subliminal. ¡Pero si el toro daba incluso nombre al paisaje!: Montaña del Toro, la Curva del Toro. Decidimos anular la decisión del Gobierno. Dimos la razón a la firma Osborne y a los ecologistas, que también iban contra el decreto”.

-Es decir, que indultaste al animal.
“Sí, porque yo era el ponente y mi criterio fue aceptado por unanimidad”.

-También lo fuiste de otros asuntos de gran repercusión nacional.
“Efectivamente. Por ejemplo, la fusión de Sogecable y Vía Digital; o la intervención de Banesto, que declaramos procedente; o la OPA de Gas Natural a Endesa, pleito que ganó Endesa. De todos ellos fui ponente. Eran pleitos muy complicados. También he juzgado asuntos, típicamente canarios, relacionados con la RIC y el IGIC, en fin, un montón de cosas”.

-Óscar, las prescripciones son un arma de doble filo. Sobre todo las de Hacienda, cuando se realizan con criterios que perjudican al administrado.
“El Tribunal Supremo ha resuelto que no valen las diligencias artificiales, las que llamamos diligencias argucias. Las que pretenden la interrupción de los plazos de prescripción deben referirse a causas razonables. En muchas ocasiones los procedimientos de inspección son atacables”.

-También las prescripciones afectan al terrorismo. Hay algunos ejemplos graves.
“Yo soy partidario de que, en los casos de terrorismo y de bandas armadas, los plazos de prescripción de los delitos deberían ampliarse, porque esos delitos repercuten de una manera sensible en la sociedad, son muy graves y no deberían quedar impunes por causa de prescripción”.

-¿Cómo te sentiste cuando tu pueblo, La Laguna, te nombró Hijo Predilecto?
“Fue un honor para mí y para mi familia. De alguna manera te reconocen un trabajo. Me sentí muy bien y así lo dije en mi discurso, donde me referí a la frase de Vargas Llosa que te he contado”.

-Hay jueces de moda, como el magistrado Marchena, en el caso catalán. ¿Qué te parece?
“Pues me parece que está muy preparado y que ha llevado la vista con gran autoridad y criterios de imparcialidad, por lo poco que he podido ver. Ahora valorará el tribunal las pruebas y dictará sentencia en consecuencia”.

-Me da que el Derecho Penal te gusta más bien poco.
“Mira, cuando ejercía en Los Llanos me trajeron a un delincuente confeso de haber cometido un determinado delito. Lo mandé a la cárcel. Pero a los pocos meses me trajeron a otro joven que confesó a la Guardia Civil que él había sido el autor de aquellos hechos. La Benemérita me aseguró que el primero, el que mandé a la cárcel, trató de encubrir al segundo, porque eran novios o algo así. Saqué al que era inocente de la cárcel y pensé seriamente en quitarme de en medio el Derecho Penal. Puedes cometer injusticias, naturalmente de forma involuntaria, que hacen mucho daño a los afectados”.

-Cuando ejerciste, durante el franquismo, ¿hubo alguna injerencia del poder en los tribunales?
“En materia de lo Contencioso-Administrativo, ninguna. Al revés, se promulgó una de las mejores leyes que favorecía al ciudadano en caso de daños, con grandes responsabilidades para la Administración. Otra cosa fueron los tribunales de Orden Público, por supuesto, en los que sí se produjo esa injerencia, por desgracia. Cuando llegó la democracia recuerdo nuestro papel durante las elecciones, en las juntas electorales. Yo no me iba a acostar hasta que todas las actas de los colegios entraran en el Gobierno Civil. Teníamos un gran sentido de la responsabilidad y de que todo se hiciera correctamente, pero llevado a sus últimos extremos”.

(Recorrió los senderos de las siete islas “hasta que las rodillas me traicionaron”. Ahora camina por ellos, pero sólo en Tenerife. Fue pregonero del Cristo en el quinto centenario de la fundación de La Laguna. Nos acompaña en Los Limoneros su gran amigo Emilio de Armas, que desde hace décadas es compañero del magistrado en pistas de tenis y senderos, entre ellos los del Teide. Una conversación agradable con un hombre inteligente, enamorado de su pueblo y con un gran sentido del humor, a pesar de que la vida le ha dado alguna dentellada que no hace falta recordar. Fue un placer, señoría).

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