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Nicomedes Carballo: “Las cabras asilvestradas no desconchan las cumbres; hacen una poda natural”

El hijo del último pastor de Izaña sigue, a los 84 años, sacando su rebaño a los altos de Arafo y Candelaria: “A mis nietos no les gusta ni la carne ni la leche de cabra, solo yogures y galletitas, algo que yo no he probado en mi vida”

Acaba de cumplir 84 años y sigue sacando todos los días del año a su rebaño de cabras a los altos de Arafo y Candelaria, justo por debajo de Izaña, donde pastoreó el último cabrero de Las Cañadas del Teide, su padre, Juan de Izaña, que lo hizo hasta que se prohibió el pastoreo por la repoblación de pinos en 1956. Lleva veinte años residiendo en Arafo, pero hace vida diaria en un cobertizo en Chivisaya, a mil metros de altitud.

Nicomedes Carballo Fariña, nacido en el seno de una familia de nueve hermanos en La Orotava, pero residente en el Valle de Güímar desde temprana edad, también se dedicó durante 27 años a abrir galerías de aguas en todas las Islas de la provincia. Conocido por El Negro por su tez morena, era a quien primero llamaban cuando había algún accidente en las mismas. Todavía recuerda el día que sacó tres cadáveres de la galería de Amance a finales de los sesenta. “Estaban muertos porque me llamaron tarde”, lamenta.

Pese a su avanzada edad apenas va al médico, aunque, según nos cuenta su mujer, Eva, a quien llama La Marquesa, “tiene que tomar algunas pastillas cuando se jarta de vino”. A su edad sigue comiendo y bebiendo -“me he bebido un río”- de todo y su rutina lleva siendo la misma desde que dejó las galerías, cuando tenía 65 años, para dedicarse en exclusiva a ser cabrero. “Me levanto a las tres de la mañana a ordeñar, porque para las cabras no hay cambio de horarios, y antes de salir el sol las saco hasta la carretera y las dejo con Moreno, acompañado de uno de los dos cachorros para que vayan aprendiendo el oficio, hasta que regresan al mediodía. Así todos los días, excepto cuando caen las primeras nevadas en la zona, “cada vez menos abundantes”, señala con pesar, el mismo que le da no subir a la cumbre, “porque ya mi cadera, de los años en las galerías, no da mucho de sí”, por lo que se apoya en un largo palo canario que aguanta con sus enormes manos curtidas de sol a sol y bajo la oscuridad de kilómetros y kilómetros de galerías. Pero mientras esa cadera le aguante, seguirá con su rutina diaria, porque tiene claro que “no quiero acabar en los bares o frente a un televisor”, agradeciendo las visitas de quienes se acercan a Chivisaya, no a comprarle un queso, “sino a conversar un rato”, aunque reconoce que le agobia “que me quieran hacer tantas entrevistas”.

Junto a su esposa Eva, a la que llama 'La Marquesa', por fuera de su vivienda-corral de Chivisaya, en el barranco del linde Arafo-Candelaria / SERGIO MÉNDEZ
Junto a su esposa Eva, a la que llama ‘La Marquesa’, por fuera de su vivienda-corral de Chivisaya, en el barranco del linde Arafo-Candelaria / SERGIO MÉNDEZ

“Aquí -afirma- lo tengo todo, solo soy feliz junto a las cabras porque yo soy una cabra más”, comenta con una sonrisa socarrona, mientras reconoce que “una vez vino un técnico del Cabildo a hacerle un análisis a las cabras y se molestó porque puse en duda sus conocimientos. Le dije, a mi no me hacen falta estudios, yo con el sonido del grillete no solo sé donde están sino de que pata cojean”, comentó ante el asentimiento del alcalde de Arafo, Juan Ramón Martín, quien nos acompañó a la cita junto al párroco Simón Herrera, que, como buen garafiano, conoce el pastoreo.

Sobre la polémica suscitada rspecto a las cabras asilvestradas, él lo tiene claro: “Las cabras no desconchan la cumbre. Antes pastoreaban en Izaña y estaba lleno de retamas, echaron a las cabras y la retama está seca, la cabra hacía una poda natural y escarbaba para dejar estiércol, algo que se ha perdido en Las Cañadas”, sentencia.

A Nicomedes, al contrario de lo que sucede con su esposa Eva – “me enseñó a hacer queso, a saber cómo poner las manos y hacer otras cosas”, relata con una sonrisa picarona la señora- , le da cierto desconsuelo que sus hijos y nietos no hayan seguido la tradición que heredó de sus padres. “A mis nietos no les gusta ni la carne ni la leche de cabra, solo yogures y galletitas; algo que yo no he probado en mi vida”, comenta mientras nos invita con su exquisito queso y un vaso de vino blanco. Brindamos por su 84 aniversario y como siempre dice con ánimo de sumar otros 70 más. “Yo no tengo prisa en irme”.

 

El alcalde y el cura de Arafo se sumaron a celebrar su 84 aniversario, con  vino blanco y queso, junto a la carne de cochino de Chicho/ SERGIO MÉNDEZ

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