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Ángela Delgado: “Ya no se consigue agua para el campo. No es una cuestión del precio al que se paga, sino de que no hay”

“No es una cuestión del precio, sino de que no hay”, declara al DIARIO Ángela Delgado, presidenta de los agricultores
Ángela Delgado Asaga
Ángela Delgado es la primera mujer que llega a la Presidencia de la Asociación de Agricultores y Ganaderos de Canarias (Asaga) y lo hace con un afán continuista. / FRAN PALLERO

El campo canario no pasa por su mejor momento. El sector está en crisis y las perspectivas futuras no son nada halagüeñas. La sequía, la casi asegurada merma de las ayudas europeas, el coste del transporte, el aumento del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) y unos trabajadores con una media de edad bastante elevada, así como unas explotaciones cada vez más pequeñas y un diferencial de precios entre lo que se le paga al productor y lo que finalmente paga el consumidor que se multiplica, en algunas ocasiones, por cinco, hacen que al sector se le ponga muy cuesta arriba salir adelante y ser competitivos. Por todo ello, el campo está haciendo tractoradas y concentraciones en todo el territorio nacional como protesta por la pérdida de rentabilidad y competitividad que se convierten ya en insostenible esta actividad. Canarias no será menos y el próximo 14 de marzo, los agricultores canarios saldrán a la calle en primera convocatoria, acompañados de sus tractores y animales en Santa Cruz de Tenerife para exigir mayor sensibilidad, ya que, argumentan, los productores canarios soportan unos sobrecostes estructurales diferentes a los peninsulares. Ángela Delgado conoce muy bien esta situación y desde hace mucho tiempo lleva reclamando un mayor mimo a este sector que, por su condición insular y ultraperiférica, sufre problemas propios que poco o nada tienen que ver con los que ocurren en otras regiones agrarias de la Península.

-¿La situación es tan grave como para declarar el estado de emergencia por sequía?

“La declaración de emergencia no sé si beneficia o perjudica porque al haber restricciones de agua, puede beneficiar al suministro urbano, pero perjudicar al agrícola. Aunque le digo una cosa, si la declaración de emergencia sirve para agilizar las obras de las depuradoras y desaladoras, tendríamos ya bastante adelantado. Mire, tenemos claro que la situación está complicadísima, a tal punto de que no se consigue agua. Ya no es una cuestión del precio al que la vas a pagar [el agua], sino de que no se consigue. Además, tiene que tener en cuenta otra cosa, y es que lo que son caudales de galerías han bajado por lo menos un 40%, y la calidad del agua, por las analíticas que nosotros hemos hecho, en las partes altas, por ejemplo, en la zona de Vilaflor, es horrorosa. Con lo cual imagínese: se une la poca agua que hay disponible, más la mala calidad de la misma, así que las cosechas futuras tienen  muy mal presagio”.

-¿Cuáles son las producciones más afectadas?

“Pues en realidad casi todas las producciones: plátanos, papas, aguacates…”

-Al problema de la sequía se une ahora la casi segura merma en la ayudas procedentes de Europa, sobre todo porque ahora España podría ser país aportador con la salida de Reino Unido.

“Pues sí, el futuro que nos espera es muy negativo. Tenemos unos precios medios paralizados que, en muchos casos se mantienen igual que hace 30 años, porque competimos con terceros países con precios mucho más baratos. Tenemos las ayudas que tenemos, que se concedieron en el momento en el que se concedieron, y no han sufrido incremento sino al revés, lo que tememos es que bajen. Y a todo esto se une el aumento de todos los costes: salariales, de insumos, de electricidad, de agua… Y el clima que nos está siendo totalmente desfavorable. Las previsiones futuras del campo no pueden ser sino nefastas”.

-¿Qué piden el 14 de marzo, día en el que formalizarán la protesta, igual que en la Península, con tractores y animales por las calles de Santa Cruz de Tenerife?

“El objetivo de las protestas es claro: lograr no solo que la sociedad y los poderes públicos escuchen la voz del sector, como suministradores de alimentos y conservadores del paisaje, sino concienciar de que no es posible vivir sin agricultura y ganadería porque somos quienes producimos. Hay que articular medidas que contribuyan a devolver a los productos agrarios de Canarias la competitividad perdida para que la actividad pueda seguir manteniéndose. De lo contrario, el sector está abocado a un futuro con fecha de caducidad. Por eso, no sólo en la Península sino también en toda Europa el sector está saliendo a la calle por la competencia desleal de los terceros países que producen más barato. No tienen nuestros costes laborales y encima tienen medicamentos para las plantas para luchar contra las plagas que nosotros no tenemos. Si a esto, en Canarias, le sumas el coste del transporte para llegar a la Península, imagínese”.

-¿Cómo les puede repercutir el incremento del SMI?

“Pues aquí será mucho más gravoso que en la Península porque en Canarias no tenemos grandes maquinaria para podar, o recolectar, que sí tienen en la Península, con lo cual no repercute igual. En las Islas, todas las recogidas y las podas las hacemos  a mano. Lo ideal sería la automatización, pero debido al pequeño tamaño de las parcelas la mecanización es muy limitada”.

-¿Cuál es entonces la solución que se puede plantear en estos momentos para el campo con todo lo que se viene encima?

“Pues si le digo la verdad, no lo sé.  Sabemos que la problemática que impide el desarrollo del sector en el Archipiélago tiene sus raíces en los sobrecostes estructurales que soportan los productores, ya sea por el elevado precio del suelo de uso agrícola y del agua para riego, el pequeño tamaño de las explotaciones, o los planes de ordenación del territorio que obstaculizan la actividad en muchos sentidos. A partir de ahí, creemos que es importante la modificación de la Ley de Calidad Agroalimentaria en aquellos aspectos que más daño causan al sector para evitar, entre otras cosas, lo que se conoce como venta a pérdidas, es decir, vender por debajo de los costes de producción. También reclamamos cobrar en el plazo fijado, esto es, 30 días después de la entrega del producto, e impedir que las grandes cadenas de distribución apliquen descuentos abusivos que repercutan negativamente en el bolsillo de los productores”.

-El desequilibrio entre lo que recibe el agricultor y lo que paga el consumidor puede ser hasta cinco veces superior. ¿Cómo se puede solucionar esto?

“Nos pasamos nueve meses cultivando para que en dos semanas se comercialice nuestra producción sin recibir un precio justo. Mire, es muy complicado poner precios mínimos, porque no cabe duda de que en cada producto hay varias categorías. Lo que sí hay que trabajar es en lo que le dije antes, que los productores no vendan a pérdida porque esto nos hace más débiles. No cabe duda de que como tenemos un producto perecero, a veces es el mismo agricultor el interesado en quitárselo de las manos, pero también tenemos que exigir que las cadenas nos paguen un precio justo y que lo hagan en tiempo y forma. Conozco casos que pagan a 180 días”.

-Los grandes supermercados alegan que se tienen  que asegurar el surtido del producto todo el año y en unas cantidades que, muchas veces, el productor local no tiene capacidad.

“Este es un hándicap que tenemos, por eso es importantísimo que los agricultores nos agrupemos para hacer suministros. Según el consumidor, evoluciona y es quien decide qué y dónde prefiere comprar pues, dentro de unos límites, nosotros tendremos que adaptarnos  a lo que quiere el consumidor. Por eso hay que luchar por estar donde el consumidor compra. Hay productores que se han unido en cooperativas y que hacen grandes suministros”.

-¿Hasta qué punto puede influir el etiquetado? Facua plantea poner el precio que se ha pagado al productor.

“No sólo eso. Hay que seguir trabajando para que se sepa de dónde son los productos y se especifique el porcentaje”.

-Pero los consumidores muy pocas veces leen las etiquetas, solo miran el precio.

“Exacto. Cuando lo importante es el precio se nos olvida la calidad y cometemos el riesgo, por ejemplo, de tomarnos tomate creyendo que es de Canarias cuando es de Marruecos”.

-¿Por qué los jóvenes están huyendo del campo?

“La huída como usted dice tiene una explicación sencilla y es porque el campo no les ofrece rentabilidad. Los que están en el sector es porque se han criado en la finca, y recibes un patrimonio de tu familia y sigues, pero si ves que pierdes dinero no vas a seguir eternamente. La vocación se ve mermada por la escasa rentabilidad”.

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