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Carmen Acosta, soprano tinerfeña: “Luciano Pavarotti llegaba al corazón y María Callas partía el corazón”

Yo no conocía a la soprano Carmen Acosta –se suprimió el María, porque había muchas-, que nació en Santa Cruz de Tenerife y que se niega a revelarme su edad, aunque es joven y con unos ojos verdes que también son melodía
Carmen Acosta, soprano tinerfeña: “Pavarotti llegaba al corazón y Callas partía el corazón”. | FOTO: Sergio Méndez

Alguien dijo que la música es el verdadero idioma universal. Para Unamuno, música es el espíritu y toda la doctrina del corazón es canto. Yo no conocía a la soprano Carmen Acosta –se suprimió el María, porque había muchas-, que nació en Santa Cruz de Tenerife y que se niega a revelarme su edad, aunque es joven y con unos ojos verdes que también son melodía. A lo mejor para conocerla mejor no es preciso leer esta entrevista, sino ver y escuchar otra que le hizo Carmelo Rivero en la Televisión Autonómica Canaria hace unos años. Tiene la voz limpia y las ideas claras. En Los Limoneros hemos estado hablando la noche del viernes -esta vez, cenando-, de su vida y de sus logros musicales. Las notas que tomé apenas me sirven para nada. Esa voz dúctil, ligera y brillante, capaz de adaptarse a las acrobacias de Mozart, no aparece nunca en una conversación sino en el escenario, aunque quizá pueda intuirse. “Claro que he conseguido vivir de la música”, me dice, puede que ofendida. Lo cierto es que ella es una de esas cantantes cultas cosechadas en Canarias, que se licenció en nuestro Conservatorio en clarinete y que convalidó sus estudios en Londres, Milán y en varias ciudades alemanas en el Liceo de Barcelona, a donde fue con un montón de certificados para lograr su segundo título académico.

-¿Qué hace uno cuando se olvida de una letra? El tenor Celso Albelo me dijo que había trucos.
“Antes existía el apuntador; ya no. Una vez miré a la concha del escenario para que me echaran una mano y resulta que Frau Pritz se había quedado dormida. ¡Dios, si lo lee me mata! No pongas eso”.

-Más que tus logros musicales, que ya han sido muy contados, me interesa tu vida.
“Es que mi vida está ligada a ellos”.

-¿Quién es la mejor?
“Para mí hay dos referencias femeninas en la música contemporánea, Anna Netrebko y María Callas, pero Callas es la mejor”.

-¿Qué fue lo que mató a Callas?
“La pasión”.

-¿Cómo desde ese cuerpo, que parece frágil, puede salir ese chorro de voz?
“Claro, porque las apariencias engañan. Estamos viviendo una época dulce en Canarias en cuanto a personas relacionadas con la música y eso es estupendo. Nunca había habido tantos y tan buenos cantantes: Davinia Rodríguez, Celso Albelo, Nancy Fabiola, Yolanda Auyanet, Raquel Lojendio, hay un montón de gente destacando por ahí en todas las óperas del mundo”.

(Alumna de Isabel García Soto, como tantos otros, se formó primero en Tenerife. Fue becaria de clarinete en la Sinfónica. Y luego voló. Y ama la zarzuela y la ha cantado, incluso bajo la dirección de José Tamayo, que paseó este género por el mundo. Y sabe decir no. Y afirma que una cantante nace, pero necesita una técnica vocal de base y luego moldear sus condiciones. Ahora está con una ópera de bolsillo, un monólogo con libreto de Jean Cocteau y música de Francis Poulenc, en francés, en un solo acto y muy difícil de interpretar).

“Es toda la crónica de un desamor, La voz humana, la conversación telefónica de Elle con su amante, dicen que basada en la vida de Edith Piaf, que se puso en escena en los cincuenta. Hablo en francés, que es el idioma que menos domino, aunque tengo un buen acento”.

Carmen Acosta, soprano tinerfeña: “Pavarotti llegaba al corazón y Callas partía el corazón”. | FOTO: Sergio Méndez

-El que menos dominas de los cinco que hablas.
“En esta profesión, los idiomas son fundamentales para interpretar correctamente a los autores que cantas. Yo hablo español, inglés, francés, alemán e italiano”.

-¿Y no te tientan los boleros, como a Kraus, a Domingo, incluso a Pavarotti?
“Sí, claro, los boleros son bellísimos. Y a ver si nos acordamos de uno de los grandes, que es nuestro maestro Lecuona, que murió aquí, en Tenerife, en el hotel Mencey, y que no genera recuerdos, ni homenajes, ni le han reconocido los méritos tan merecidos en su tierra, que es esta”.

-Tiene una placa en ese hotel.
“No es suficiente”.

-Siboney, al arrullo de tu alma pienso en ti.
“Es una letra preciosa, pero no sólo Siboney, Lecuona tiene muchas cosas más. Yo he cantado su producción musical de cámara y Lecuona era un genio de la composición y de la melodía”.

-¿Recuerdas tu debut?
“Eso no se olvida. Fue en el 94, con 20 años. Yo estoy cómoda con todas las cosas que hago, pero muy especialmente con obras de Rossini, Donizetti y Bellini porque son las más vocales”.

(Le he pedido que me hable de sus discos. Y ella misma me escribe su discografía. La Gran Misa de Gloria, de Rossini, con William Matteuzzi, para Hauster Clasic. Eduardo e Cristina, de Rossini, primera representación mundial con Los Virtuosos de Praga, en una grabación en directo. Y Kaffee Kantata, de Bach, con la Orquesta de Cámara de Laussane, dirigida por Arturo Tamayo. Y yo pienso que me encantaría verla cantar Casta Diva, dado su amor por Bellini, pero no era el momento ni el lugar. Me confiesa su admiración por Alfredo Kraus y por Pavarotti. Colabora ahora con Villa Feliz, una organización creada por una amiga suya que realiza una labor humanitaria con niños de todo el mundo. Participa en proyectos altruistas, pero no le gusta hablar mucho de eso, como si en ese terreno saliera a flote la timidez que dicen que tiene y que yo no noto, quizá porque se siente cómoda y relajada).

-¿Cómo pudo Callas enamorarse de un tipo como Onassis, Carmen?
“No lo sé, pero ocurrió. María Callas fue una mujer mediática, que tenía una voz maravillosa. Y Aristóteles Onassis era un seductor, que enamoró igual que a Callas a la viuda de Kennedy, Jacqueline, y a tantas otras mujeres. Es difícil saber por qué ese glamour”.

-¿El dinero?
“Puede ser, pero no creo que fuera sólo el dinero”.
(Fue impresionante lo de esos romances. El hotel Pierre de Nueva York enseña las salas por donde Jackie paseaba, tras quedarse viuda dos veces. En el piano del hall suena El fantasma de la ópera. Y una vez, en Milán, pasé por delante de una óptica de la cual era cliente Onassis y me compré sus gafas de sol, un modelo horroroso, que conservo pero que no me pongo).

-Ahora te llevas a Colombia La voz humana, con Juan Francisco Parra al piano.
“Son 50 minutos de monólogo de amores rotos, que terminan en un suicidio, con un fondo melancólico y conversaciones telefónicas cruzadas, enormemente difícil de interpretar y que espero que guste en Bogotá, como ha gustado en otros lugares del mundo desde que fue compuesta”.

-A tenor de lo que has hecho, y de los proyectos, ¿te sientes feliz?
“En el mundo de la música me siento feliz y realizada; y en mi vida también. Estoy contenta con mi carrera y me ha costado un gran esfuerzo. A lo mejor por eso la valoro más”.

-¿Existen antecedentes musicales en tu familia?
“Formales, o si quieres profesionales, no. Pero mi abuela cantaba zarzuelas y mi madre coplas. Quiero decir, que había materia prima familiar en esto, aunque nada serio”.

-Es bueno irse de Canarias, volar, ¿no crees?
“No lo sé, quizá, pero yo siento desarraigo de mi tierra. Estoy fuera desde los 18 años, más de media vida dando vueltas por ahí. Y aunque regrese siempre, no es lo mismo”.

-Antes me hablabas de Pavarotti y de Kraus. ¿Pueden compararse?
“Para mí el más grande era Alfredo Kraus, pero nadie llegaba al corazón como Pavarotti”.

-Ni como María Callas.
“Mira, podíamos resumirlo como que Pavarotti llegaba al corazón y Callas partía el corazón”.

-¿Me dejas que me meta en tu vida privada?
“No”.

-Pues dime quiénes te van a heredar.
“Mis sobrinos”.

-Me conformo con eso. ¿Una soprano como tú busca la perfección?
“Si eres una buena profesional tienes que intentarlo. Pero ya te digo que me siento perfectamente realizada tanto en mi vida como en mi profesión. Sólo quiero tener trabajo, que me llamen y por ahora no me puedo quejar, aunque ha habido momentos mejores y peores. Le pasa a todo el mundo”.

-A mí me encanta la zarzuela, a la que han llamado género chico.
“Y que no tiene nada que envidiarle a la ópera. Hay algunas muy buenas. Yo me estrené, así, a lo grande, con Jugar con fuego, en el teatro de La Zarzuela, en su 150 aniversario”.

-Has dicho que para triunfar en el mundo del canto hay que tener tres cualidades.
“Sí, yo creo que condiciones, disciplina y suerte”.

-¿Te cuidas?
“Mucho. Y más partiendo desde Canarias: el aire acondicionado de los aviones es terrible. No hago sino beber agua, que es la mejor medicina para la garganta”.

-Pues a mí se me agotó el repertorio y no me he quedado dormido, como frau Pritz. Todo lo contrario. Ha sido un lujo conocerte. (Entonces Carmen se relaja y comienza a hablar de todo. Pero esta noche se le ve cansada. Ha estado dando clases hasta la hora de la cena, porque también es profesora del Conservatorio. Y eso tiene que quemar un montón. Hablamos de las mezzos convertidas en soprano (al revés es difícil), especialmente de la letona Elina Garança, que para mí es la número uno, y de alguna actuación cercana con Celso Albelo en Tenerife, que a sus 43 años ya es una estrella mundial. Hablamos levemente de lo que le ha pasado a Plácido Domingo. Y le pregunto al respecto).

“Conmigo ha sido respetuoso todo el mundo. Jamás he tenido problemas de acoso, ni de nada de eso, sólo he actuado con buenos compañeros”.

-¿Y harías teatro?
“Me encantaría hacer teatro, que por otra parte es muy bueno a la hora de interpretar ópera, porque las óperas tiene mucho de teatro”.
(El final se lo debo a Carmelo Rivero, aunque me lo apunte yo, y a su entrevista con Carmen Acosta en la televisión Autonómica. Gracias, Carmen).

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