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Feminismo desde prisión: el fútbol también es para ellas

El deporte une a internas del Centro Penitenciario Tenerife II y jugadoras de la U. D. Geneto en un partido con grandes jugadas que sirvió para potenciar valores como el compañerismo
Reclusas y jugadoras se mezclaron en dos equipos para pasar una tarde de risas y complicidad en un encuentro de 90 minutos en el que todas resultaron ganadoras. FOTO: Sergio Méndez
Reclusas y jugadoras se mezclaron en dos equipos para pasar una tarde de risas y complicidad en un encuentro de 90 minutos en el que todas resultaron ganadoras. FOTO: Sergio Méndez
Reclusas y jugadoras se mezclaron en dos equipos para pasar una tarde de risas y complicidad en un encuentro de 90 minutos en el que todas resultaron ganadoras. FOTO: Sergio Méndez

La lucha de las mujeres por ocupar espacios donde su presencia ha estado históricamente limitada ha llegado hasta el polideportivo del Centro Penitenciario Tenerife II, donde más de una decena de internas han querido tomar la iniciativa de derribar los roles de género a golpe de balón en un partido en el que también han participado las jugadoras de la U. D. Geneto Femenina. Y es que en su etapa de tránsito hacia la reinserción, son muchas las internas que, como M. A., una de las deportistas estrella de la prisión, eligen esta sana práctica para potenciar valores como el compañerismo: “Yo creo que el fútbol aporta cosas positivas que luego se pueden trasladar al día a día en el módulo de mujeres”, afirmó antes de comenzar el encuentro.

La tarde de risas, complicidad y deporte arrancó con las internas pidiendo a las jugadoras que les enseñaran “algunos truquitos con el balón”. A partir de ahí, reclusas y futbolistas se mezclaron en dos equipos y, capitaneadas por Tamara, la entrenadora del Geneto, mejoraron el golpeo con el interior, el exterior y el empeine del pie, además del regate, la conducción y la precisión. En la grada, expectantes, observaban otras reclusas, que acudieron al polideportivo a apoyar a sus compañeras.

Tamara, entrenadora del Geneto, les habló sobre la desigualdad salarial y de oportunidades en el fútbol. FOTO: Sergio Méndez
Tamara, entrenadora del Geneto, les habló sobre la desigualdad salarial y de oportunidades en el fútbol. FOTO: Sergio Méndez

Aunque el intenso partido duró lo habitual, noventa minutos, las participantes intentaron alargar al máximo el encuentro. Para internas como M. A., este tipo de acciones son “muy importantes para mantenerse sanas”, por eso, ella es la primera en apuntarse a todo lo que se organiza, presume de las cinco medallas que ganó en un campeonato organizado hace unas semanas en el centro y se autodenomina una “todoterreno”.

Un día en el Tenerife II comienza temprano para esta interna. Nada más levantarse acude al comedor de la prisión, donde trabaja como encargada. Allí revisa los tipos de comida de todas las reclusas porque cada plato debe adecuarse a las distintas necesidades: “Tenemos mujeres diabéticas, con alergias e incluso dietas específicas para las que están superando una adicción, que suelen necesitar subir de peso”, enumera esta interna mientras descansa unos minutos en el suelo del polideportivo.

Cuando las reclusas han desayunado, M. A. continúa su frenética jornada en sus clases de Bachillerato. De su faceta de estudiante, agradece que uno de sus educadores le enseñe conceptos sobre feminismo y violencia de género. A través del espacio Ser Mujer, una sección de la radio del Tenerife II, M. A. amplifica los mensajes que ha aprendido, “intentando subir la autoestima de las reclusas y buscando que la igualdad cale entre los hombres de la prisión”, cuenta motivada.

El flamenco, el yoga, el fútbol o el baloncesto no se le resisten a esta interna que asegura que antes era “muy vaga” y se siente orgullosa de haber bajado 14 kilos en prisión. Ahora, su vida ha cambiado hasta tal punto que debe “partirse en dos” para hacer todo lo que quiere e incluso afirma que últimamente falta a algunas actividades para acudir a un curso de informática.

Mantener la cabeza ocupada durante su estancia en prisión también es el objetivo de Escarlata (nombre ficticio), que no solo es usuaria habitual del polideportivo, sino que también se anima a participar en clases de canto, radio, yoga o flamenco: “A mí no me gusta estar en el patio, porque al final cada una tiene su forma de ser y sus problemas. Pero quien no quiere tener conflictos, no los tiene. Yo prefiero estar en actividades como las de hoy, que son muy positivas”, puntualiza.

Entre pase y pase de balón, Escarlata cuenta, cansada por el partido o por el ritmo de su propia vida en prisión, que dentro está estudiando su segunda carrera, Criminología en la Universidad Nacional de Estudios a Distancia. Así, confía en poder comenzar fuera una “nueva vida” y dejar atrás esta etapa, que comenzó por un delito de blanqueo de capitales: “Mi idea es poder terminarla en los tres años de condena que me quedan”.

La fe en Dios es otra forma de evadirse. Es por eso que otra de las reclusas, D. C., además de comunicarse a través del deporte, aprovecha su religión para entablar conversación con el resto de internas. Aunque reconoce que sus compañeras hablan mucho sobre el feminismo, ella prefiere hablar de igualdad, porque afirma que “Dios nos dio libre albedrío”, aunque reconoce que hay desigualdades que aún deben cambiar: “En mi país, Venezuela, el fútbol se asocia mucho al hombre, de hecho, mi pareja era entrenador. Con partidos de fútbol como este me doy cuenta de que como mujer no solo puedo jugar, sino que cuando salga puedo ir sola a ver los partidos”.

En el deporte se fomenta el trabajo en equipo, un valor que ellas esperan trasladar al módulo de mujeres. FOTO: Sergio Méndez
En el deporte se fomenta el trabajo en equipo, un valor que ellas esperan trasladar al módulo de mujeres. FOTO: Sergio Méndez

Esta venezolana, que tiene tres hijos y dos nietos, se ganaba la vida “haciendo dulces y tortas”. Pero en un momento de enfermedad de su madre y con la situación de crisis económica en el país sudamericano, un conocido le propuso pasar droga hasta España a cambio de unos 2.500 euros. En un momento de desesperación, D. C. pensó que ese dinero le vendría “muy bien” para comprar medicinas y alquilar un piso para trabajar en España, pero todo se torció en el aeropuerto. De su paso por prisión, asegura que ha aprendido a ser “más equilibrada y tolerante”, pero también a decir “no” cuando es necesario.

En el futuro, D. C. desea tener la oportunidad de trabajar, “de lo que sea”, porque se siente capaz de enfrentar cualquier reto: “Yo ya he sido cuidadora de niños y mayores, camarera y cocinera”, enumera. Se decanta por el sector del comercio y de hecho, dentro del Centro es encargada del Economato, una especie de tienda en la que las internas adquieren los productos que necesitan.

Protagonismo

Con una mayoría masculina dentro de la prisión, las internas coinciden en demandar más proyectos dirigidos exclusivamente a ellas y convertir así los espacios en zonas comunes más efectivas. Fue precisamente durante una actividad mixta dirigida a internos con discapacidad intelectual, cuando una reclusa le trasladó a Ana Almenara, de la asociación Plena Inclusión, el deseo generalizado de protagonizar un encuentro deportivo: “A partir de ahí, llevé el asunto a una reunión con la subdirectora Tratamiento, Mavi Bernaola, y luego, nos pusimos manos a la obra. Llamé a Tamara, de la U.D. Geneto, que enseguida nos mostró su disposición para venir”.

Antes siquiera de empezar el partido, M. A. proponía que la acción no quedara en algo aislado y proponía a Tamara que participara en el programa de radio que las reclusas realizan: “Por supuesto que acepto la invitación y que regresaré. Yo creo que hay que poner en valor que pese a la segregación, ellas están tomando la iniciativa y pidiendo tener más protagonismo”, valoró la entrenadora al término del partido

Con la emoción de haber vivido una tarde de fútbol en la que aprender de las experiencias de cada una, las reclusas se marcharon a cenar, mientras que las futbolistas invitadas emprendieron su camino a casa. Como despedida, M. A. les gritó de lejos: “Comeos una hamburguesa con bacon y doble de queso por mí”.

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