8m: dÍa internacional de la mujer

La lecherita del pueblo que estudió dos carreras y se convirtió en la mejor embajadora de Canarias en Murcia

Fátima Díaz González nació en una familia muy humilde dedicada al campo; gracias a su esfuerzo y el apoyo de sus hermanos logró estudiar y superar años llenos de obstáculos
FÁTIMA DÍAZ GONZÁLEZ ASPANPAL
FÁTIMA DÍAZ GONZÁLEZ ASPANPAL
Desde hace 15 años, Fátima Díaz González es la directora gerente de la Asociación de Padres de Niños con Problemas de Audición y Lenguaje (ASPANPAL). DA

Resumir la historia de Fátima en dos páginas es un verdadero reto y al mismo tiempo, una pena, porque cada detalle de su vida merece ser contado. Fundamentalmente en un día como hoy, 8 de marzo, en el que se conmemora la lucha de las mujeres por la igualdad y su participación dentro de la sociedad.

La de Fátima Díaz González ha sido silenciosa, sin banderas ni pancartas pero llena de obstáculos que logró superar gracias a su esfuerzo, perseverancia y sacrificio y merece ser contada porque es un ejemplo de vida.

Nació en una familia muy humilde de La Guancha, a la que el Ayuntamiento le compraba incluso las camas para dormir y a la que cada 6 de enero visitaba los Reyes Magos, un gesto que siempre agradecerá.

Fátima es la más pequeña de cinco hermanos (Candy, Víctor, Juan y Elías) y su madre perdió otros cuatro antes de que llegaran a nacer. Su padre, Don Elías, era un ganadero que emigró a Venezuela. Solo sabía leer y escribir porque tenía estudios primarios pero “en matemáticas era una máquina”. Su madre, en cambio, era analfabeta. Ni siquiera fue a la escuela. Trabajaba en el campo y atendía a los animales.

Sin embargo, ella está orgullosa de la educación que le dieron sus padres y de los valores que le inculcaron porque “al final es la base para ser persona”. El mismo orgullo que siente cuando le preguntan de dónde es y ella responde “de Tenerife, del pueblo de La Guancha”.

Su padre tenía vacas y eran “los lecheros del pueblo”. Ella la repartía a las mujeres mayores, a las que habían quedado viudas porque el Frente Republicano hizo mella en el pueblo, e iba casa por casa por si necesitaban que le hiciera algún mandado, la compra o les tendiera la ropa. A las que tenían dificultad para moverse les calentaba la leche y se las ponía en su escudilla. Los vecinos la conocían como “la lecherita del pueblo”.

Su padre fue un referente para ella y la persona que le inculcó el amor por el estudio. “Tú estudia para que nadie te pueda engañar por falta de conocimiento, porque hay mucha gente mala en el mundo que se aprovecha de los que no saben”. Ella le insistía que le gustaba sembrar papas y estar con los animales pero él le recomendaba que estudiara “porque el saber no ocupa lugar”.
Y ha seguido el consejo a rajatabla, porque tiene 45 años y lleva toda la vida estudiando. Tras licenciarse en Ciencias Empresariales y Ciencias del Trabajo, cursa un máster en Responsabilidad Social Corporativa y Gestión de los Recursos Humanos en la Universidad San Antonio de Murcia (UCAN).

Cumplir los deseos de su progenitor no fue una tarea sencilla, sobre todo porque falleció cuando ella tenía 13 años. Al terminar los estudios básicos a Fátima le sugirieron que siguiera una formación profesional.
Terminó los ciclos de Auxiliar Administrativo y Técnico Superior en Informática Empresarial, este último con un proyecto que fue matrícula de honor. Una profesora, Margarita, le planteó que continuara una carrera universitaria contra los deseos de su madre de que trabajara “porque había que traer dinero a la casa”.

Fueron sus hermanos quienes la impulsaron y le echaron una mano. Se matriculó en Empresariales y el primer año aprobó todas las asignaturas pero el segundo año le denegaron la beca argumentando que tenía una propiedad, la huerta de secano de sus padres. Sin ayudas de ningún tipo hizo “lo imposible” y trabajó en “todo lo que pilló ese verano para no interrumpir la carrera”, ya que el dinero que le pasaban sus hermanos no era suficiente para poder vivir en La Laguna.

Quizás lo más duro que le pasó fue que su madre se fue de casa. “Salió por una puerta, se fue a vivir con su marido y nos dejó ahí a mí y a mi hermano Juan”.

Los padres de sus dos compañeras de piso se enteraron de su historia y como Fátima cocinaba bien, le propusieron pagarle el alquiler si les preparaba “potajes, lentejas y comidas sanas a sus hijas”. Ella aceptó encantada. La progenitora de una de ellas, que trabajaba en el juzgado de Granadilla, le dijo que su madre tenía la obligación de pasarle una pensión por alimentos hasta que terminara de estudiar y tuviera una profesión porque así lo recogía la ley. Sus hermanos la apoyaron en la demanda y consiguió que todos los meses le depositara en una cuenta 15.000 pesetas que ella “alargó y estiró hasta terminar su carrera”.

Cuando consiguió su primer contrato de trabajo renunció al mandamiento de pago porque ella “ya se iba a ganar sus garbanzos”. El secretario del juzgado tuvo la deferencia de atenderla personalmente en la primera cita porque conocía su historia por su antecesora en el cargo. Su nombre era Joaquín Manuel Mondéjar, provenía de Murcia, tenía su plaza fija en Icod de los Vinos y es su actual marido y padre de sus dos hijos, Elías Joaquín, de 10 y Dácil, de 8.

A la semana de conocerse se casaron en secreto por lo civil y estuvieron un año organizando la boda que fue en Tenerife el 2 de enero de 1999, coincidiendo con el décimo aniversario del fallecimiento de Don Elías.

Tres años después se fueron a vivir Murcia por motivos de salud de su suegro. La única condición que le había puesto Fátima era conocer previamente la ciudad, así que durante un mes Joaquín se dedicó a enseñarle hasta el último rincón de su tierra, que la enamoró hasta el punto que hoy es una embajadora perfecta y también la muestra orgullosa a quienes la visitan.

Allí decidió ponerse a estudiar Ciencias del Trabajo, una carrera nueva en ese momento, y formó parte de la segunda promoción. Fue premio extraordinario fin de carrera y accésit a nivel nacional “porque cuando estudias sin problema de saber sin tienes o no para comer o para comprar los apuntes, es diferente”, comenta.

No ha vuelto a ver su madre porque cada vez que regresa a La Guancha lo primero que hace es ir al cementerio, visita a sus padrinos, sus hermanos y a sus amigas. “Ir al pueblo me devuelve la vida porque vuelvo a mi niñez, que ha sido muy feliz”, confiesa.

En Murcia conoció al hijo de una canaria y un murciano y un día de 2013 decidieron juntar a sus familias y preparar comida típica para celebrar el Día de Canarias. Crearon el perfil de Facebook ‘Canarios en Murcia’, lo hicieron público y lograron juntar a 40 paisanos que no conocían de nada. Al año siguiente fueron 70 hasta que en 2015 fundaron la casa de Canarias en Murcia de la que es la presidenta. “Es como la embajada de Canarias en Murcia”, asegura esta mujer a la que nada ni nadie la detiene y para la que todo sacrificio ha sido poco para cumplir su sueño y el de su padre.

“A mí me han ayudado mucho y yo soy feliz ayudando a otros”

Fátima siempre ha trabajado en ONG. Su premisa es que a ella siempre la han ayudado y por lo tanto, tiene claro que ha venido a la vida a cumplir una misión: dar a los demás lo que ella pueda, porque no hay nada como hacer felíz a la gente. “Ver que alguien tiene un problema y que parte de la solución está en tus manos, es reconfortante”, asegura. En Tenerife estuvo en la Asociación para la Lucha Contra las Enfermedades Renales (ALCER) y en Murcia lleva una década y media como directora gerente de la Asociación de Padres de Niños con Problemas de Audición y Lenguaje (Aspanpal).

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