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La pesadilla de Shaylo y su familia: obligados a viajar a Gran Canaria en cubierta en pleno invierno

Los tinerfeños Anabel y Mauricio exigen unas condiciones más seguras y coherentes para trasladarse con mascotas entre islas: "Me consta que hay más personas en nuestra misma situación"
La pesadilla de Shaylo y su familia: obligados a viajar a Gran Canaria en la cubierta. | DA

Anabel y Mauricio decidieron hace poco más de un año adoptar en un refugio situado en el municipio tinerfeño de Icod de los Vinos a Shaylo, un perro tranquilo de llamativos ojos amarillos que desde el primer momento se convirtió en un miembro más de su familia. Ahora, por cuestiones personales, la pareja y su mascota deben viajar, al menos, una vez al mes a la isla de Gran Canaria. Un trayecto que, lejos de contar con las comodidades a las que opta todo pasajero en el Archipiélago, se ha convertido en una auténtica pesadilla.

“La familia de mi pareja vive en Gran Canaria y, debido al complicado estado de salud de su madre, este año hemos viajado a la Isla con más frecuencia”, ha declarado Anabel a DIARIO DE AVISOS. Para esta joven, que reside en La Laguna, “dejar a Shaylo en un alojamiento para perros no es una opción” y, por ello, asegura que estudió todas las posibilidades que ofrecían las navieras que operan en Canarias para realizar el traslado junto a su can. “Naviera Armas es la que mejor se adapta a nuestras necesidades porque, a pesar de que no podemos llevarlo en butacas con transportín (pesa más de 10 kilos), tenemos la autorización para viajar durante las tres horas en la cubierta del buque, sin necesidad de dejar a Shaylo en las jaulas”, indica.

Respecto a esta última alternativa, la pareja coincide en evitarla después de que el año pasado un juzgado condenara a la compañía por la muerte de un bulldog inglés durante la travesía de uno de sus barcos desde Tenerife a La Gomera. La causa de la muerte del animal fue un golpe de calor ocasionado por las condiciones en que se produjo el traslado: metido en una jaula y sin la debida refrigeración.

Durante los primeros viajes, todo transcurrió con normalidad porque “el tiempo aún era agradable”.Aunque en pleno invierno se complica la situación. “Tenemos que llevar mantas y abrigos porque el viento y las bajas temperaturas son insoportables”, afirma Anabel, quien reconoce que en una ocasión “nos asustamos mucho porque nuestro perro no paraba de temblar”. Fue entonces cuando la pareja de tinerfeños y el can comenzaron a resguardarse del frío en el descansillo de la escalera que da acceso a los vehículos. “Lo hemos hecho durante los últimos tres viajes”, sostiene.

Sin embargo, el último trayecto entre islas ha acabado con la paciencia de Shaylo y sus padres. “Nos trasladamos el pasado miércoles, 26 de febrero, a Gran Canaria y nos sorprendió que nos pidieran firmar un documento que básicamente recogía que Naviera Armas no se hacía responsable de lo que le pudiera pasar al animal durante el recorrido”, cuenta la joven, quien afirma que la gota que colmó el vaso fue el regreso a Tenerife. Ocurrió este domingo, 1 de marzo, a las 8.00 horas cuando zarpó el buque. “Un empleado de mantenimiento nos vio en el descansillo y comenzó a gritarnos para que saliéramos a la cubierta, ni siquiera nos permitió dialogar y tuvimos que volver a la intemperie cuando apenas había salido el sol”, asegura Anabel, quien reconoce que en ese momento “me derrumbé porque esta es la situación que tendremos que vivir cada vez que viajemos”.

Tanto Anabel como Mauricio han intentado contactar con Naviera Armas a través de sus cuentas en redes sociales pero hasta ahora no han recibido respuesta: “Es muy injusto que esto esté pasando”. La pareja entiende que “vivimos en Canarias y los viajes entre islas son casi rutinarios”, por eso creen que aceptar a las mascotas en los medios de transporte mediante una serie de condiciones coherentes y seguras “debería estar normalizado”. Ahora, se plantean presentar una reclamación formal a la empresa. La historia, compartida por ambos afectados en las redes sociales, ha tenido una gran difusión. “Me consta que hay más personas en nuestra misma situación”, concluye Anabel.

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