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Sara Fagundo, enfermera tinerfeña en Madrid: “Algunos mayores nos dicen que no les quedan fuerzas y que se quieren ir”

No se lo pensó dos veces desde que el Colegio de Enfermería de Tenerife realizó un llamamiento a los profesionales dispuestos a viajar a la capital para reforzar las plantillas, al límite de sus fuerzas, de los hospitales
Sara Fagundo, enfermera tinerfeña del Hospital 12 de octubre de Madrid
Sara Fagundo, enfermera tinerfeña del Hospital 12 de octubre de Madrid
Sara Fagundo, enfermera tinerfeña del Hospital 12 de octubre de Madrid

A sus 27 años y después de prestar servicio como enfermera de Urgencias en el Hospital del Sur, en Arona, Sara Fagundo no se lo pensó dos veces desde que el Colegio de Enfermería de Tenerife realizó un llamamiento a los profesionales dispuestos a viajar a Madrid para reforzar las plantillas, al límite de sus fuerzas, de los hospitales. “Mi contrato en El Mojón se acababa el 31 de marzo y dije ‘me voy’, ya habrá tiempo de firmar otro en Tenerife”.

Un día después aterrizaba en la capital de España y se incorporaba al equipo de enfermeros de planta del Hospital 12 de Octubre. Allí, en apenas 15 días, ha visto el miedo en la mirada de los afectados, ha escuchado a pacientes decir que no pueden más y que “se quieren ir”. Pero también ha llorado de alegría al ver salir por la puerta a enfermos que parecían haber perdido el pulso contra la Covid-19 y que doblegaron al voraz enemigo microscópico.

-¿Qué es lo más que le ha impactado en estas dos semanas largas que lleva tratando a pacientes afectados por la Covid-19?

“Lo más duro es ver cómo los pacientes sufren esta enfermedad en soledad, porque las características de la infección obliga a prohibir las visitas. Los más jóvenes se comunican a través de videollamadas y WhatsApp, pero la gente mayor no lo puede hacer y lo pasa realmente mal. Eso es lo que más me impacta y me duele”.

-¿Ha acompañado a algún enfermo en esas últimas horas de soledad?

“Sí. Son pacientes ya sedados y como enfermera intento darles el mayor confort posible, acompañándoles hasta el final para que sientan que hay una persona con ellos y se vayan tranquilos, sin dolor y, sobre todo, sabiendo que alguien los quiere”.

-Y cuando se vive en primera persona la experiencia de una vida que se apaga, ¿se llega a encajar como un fracaso por parte de ese ejército sanitario que se la juega cada día en la boca del lobo? ¿Sienten que le han fallado a un paciente?

“Esa sensación se experimenta cuando se va una persona joven. Ahí te das cuenta de la gravedad de la enfermedad. Cuando fallece un paciente de edad avanzada quieras o no estás más acostumbrada, lo asumes de otra manera”.

-¿El miedo al coronavirus se expresa en la mirada de los enfermos o suelen verbalizar ese temor?

“Hay pacientes que no tienen el acceso a la información y no entienden lo que les ha pasado y por qué la enfermedad ha evolucionado tan rápidamente. Algunos mayores nos dicen que no les quedan fuerzas y que quieren dejar de vivir. Es muy duro. Cuando verbalizan que se quieren ir te duele en el alma e intentas darlo todo para convencerlos de lo contrario. Tienen que seguir luchando”.

-¿Le han confesado personalmente que prefieren morir?

“Sí, varios pacientes”.

-¿Esos momentos le pasan factura en el plano personal? ¿Se ha llegado a derrumbar después de algunos desenlaces no deseados?

“Por supuesto. Recuerdo que al principio, cuando estaba en El Mojón, no entendíamos lo que se nos venía encima y la fuerza la sacábamos del trabajo en equipo. Pero es verdad que hay días en que no puedes más porque el estrés es muy grande y no estás acostumbrado a gestionarlo y entonces te vienes abajo con la pérdida de algún paciente que te había llegado un poco más adentro o porque no esperabas un desenlace así. Te derrumbas delante de tus propios compañeros, con quienes ni siquiera puedes abrazarte, y cuando llegas a casa”.

-Los telediarios se llenan de aplausos de sanitarios a pacientes en el momento en que reciben el alta. ¿Cuándo fue la última vez que se le escaparon lágrimas de alegría?

“Hace un par de días, cuando una paciente de 70 años que pensábamos que no saldría adelante recibió el alta. En el momento de reunirse con su hijo fue una sensación parecida a la del primer encuentro de una madre con su bebé tras el parto. Salió por su propio pie y su hijo la esperaba en la planta. Aquel encuentro y aquel abrazo nunca lo olvidaré. Rompí a llorar de alegría”.

-¿La ovación de cada tarde desde los balcones de toda España llegan a esas UCI atestadas donde se lucha a vida o muerte?

“Sí, claro que llegan y lo agradecemos infinitamente. Es un estímulo inmenso y esos aplausos llevan un mensaje vital a los pacientes para que no se rindan. A ellos no les queda otra que resistir y a los demás, prevenir, sobre todo ante una posible segunda oleada. A los sanitarios nos llaman héroes, pero también lo son todas las personas que colaboran para que la pandemia dure lo menos posible y eso incluye a todas las personas que se quedan en casa”.

-¿Tiene miedo a contagiarse?

“Sinceramente, no. Creo que nos va a tocar a todos antes o después. Dentro de la gravedad de esta enfermedad, en mi caso tengo la suerte de ser una persona joven sin patologías y con buenos hábitos de vida. Creo que si contraigo la enfermedad no me va a afectar de manera tan grave como a otras personas”.

-¿Se resiente la moral de los equipos sanitarios después de tantos días de lucha sin cuartel contra esta neumonía desconocida?

“Lo que más se repite entre los enfermeros es que este virus nos ha cambiado como profesionales, pero que saldremos reforzados de esto. Hemos aprendido a trabajar unidos, en equipo, y eso retroalimenta la moral”.

-De trabajar en el Hospital del Sur a hacerlo en el 12 de Octubre de Madrid, de la noche a la mañana, es un cambio considerable…

“Es una experiencia única trabajar en un hospital tan grande y ver el grado extraordinario de coordinación para prestar servicio a tanta gente y de manera tan efectiva. No estamos hablando de dos o tres plantas para el coronavirus, sino de las 15 al completo”.

-¿Cuándo piensa volver a Tenerife?

“Cuando acabe mi contrato de tres meses, aunque si la cosa sigue mal por aquí y necesitan mi ayuda me quedaré, pero me gustaría pasar el veranito en casa”.

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