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Los yihadistas avanzan en Mali con la vista puesta en tomar la capital, Bamako

Mientras el mundo sigue pendiente de la pandemia, los aliados del Daesh y Al Qaeda suman posiciones claves al oeste de un país que cada vez aporta más personas a la ruta canaria de las pateras; los terroristas confían en que Occidente no prestará más ayuda al gobierno por la crisis de la Covid-19
Imagen del atentado frustrado con coche bomba contra los militares españoles en Mali acaecido el pasado febrero. DA

“Dios ha repartido (_) entre los infieles algo de su castigo, y los efectos del miedo están siendo peores que el daño del virus en si mismo”. Es el inequívoco mensaje (obviamente relacionado con la pandemia de la Covid-19) recogido en la editorial del semanal Al Nabae (La Noticia) en uno de sus números recientes y que fue creado por el Daesh tras la expansión yidahista en Siria e Irak que tuvo lugar en 2014. Lo cierto es que, al menos en el Sahel y, concretamente, en Mali, un país que, no lo olvidemos está apreciablemente más cerca (1.756 kilómetros) que las Islas de Madrid (2.021).

Los últimos ataques en la región de Kayes, ubicada al oeste de Bamako, la capital de Mali, no ofrecen lugar a la duda, detallan los escasos medios digitales que informan sobre la zona en francés. La expansión de los yihadistas no solo ha crecido sino que su objetivo final está claro, porque cada avance en Kayes contribuye a acentuar la presión sobre la capital maliense para tomarla en pinzas.

Desde los primeros días del pasado mes de abril, los progresos de los insurgentes no dejan de aumentar gracias al castigo impuesto con atentados sobre los puestos de gendarmería y aduanas, pero también en sus posicionamentos en los bosques de Diéma, que son la frontera natural entre la región de Kayes y la de Bamako, llamada Koulikoro.

 

Mapa de Mali. DA

 

Hay que tener en cuenta que, desde que varias bandas de tuareg tornaron de ser meros grupos criminales a sumarse a las redes terroristas de corte islámico como el citado Daesh o Al Qaeda, nunca habían operado en Kayes, a pesar de que su avance en el norte y centro de Mali fue de tal envergadura que Francia movilizó sus fuerzas (bajo el paraguas de la Minusma, una misión de los cascos azules de Naciones Unidas operativa desde 2014) para contener la insurgencia. Para ello cuenta con el respaldo de una alianza de cinco países de África Occidental (Mauritania, Mali, Níger, Burkina Faso y Chad) y otras fuerzas, inclusive el Ejército español, cuyas unidades adiestran a los militares malienses.

Para los analistas, no cabe duda alguna: si Kayes cae en manos de los yihadistas, como ya ocurrió en las regiones de Tombuctú (norte), Ségou (al este de Bamako) y la parte norte de Koulikoro (donde gobiernan de facto tras expulsar a todo personal relacionado con la administración maliense), Bamako quedará a expensas de que una ofensiva final de los terroristas permita a los insurgentes dar un golpe definitivo a la estabilidad del Sahel.

No es de extrañar que este pobre país figure hoy entre los que más aporta a la inmigración irregular que llega en patera desde el continente a Canarias, una ruta muy peligrosa y larga que se ha reactivado considerablemente desde que en el verano pasado se ‘blindara’ la vía del Estrecho. Esta creciente llegada a las Islas de seres humanos en inestables barquillas no solo se ha multiplicado exponencialmente respecto al año pasado, sino que se ha incrementado durante la pandemia. En lo que va de año son ya más de 2.000 personas las llegadas en patera a Canarias. Lo peor es que también se suceden los naufragios y la pérdida de vidas entre aquellos a los que no logran superar la arriesgada travesía.

Pero es normal que los malienses huyan masivamente de un país donde la violencia es cotidiana. Ayer mismo, la Minusma confirmó que al menos 17 civiles, entre ellos dos mujeres y dos niños, murieron han muerto en un ataque registrado esta semana en la región de Mopti, en el centro de Malí, presuntamente obra de cazadores armados. Hay que tener en cuenta que también han proliferado en los últimos tiempos los grupos de autodefensa, integrados principalmente por cazadores tradicionales -el más conocido es Dan Na Ambassagou-, que han puesto en su punto de mira a la población peul, mayoritariamente partidaria de los yihadistas.

Por todo ello, la canciller alemana, Angela Merkel, y su gabinete acordaran el pasado miércoles ampliar el despliegue de la Bundeswehr (Fuerzas Armadas alemanas) en este país castigado por la guerra: Mali.

Choques entre la facción del Estado Islámico y la de Al Qaeda

Un indicio de que las cosas van bien para los yihadistas en Mali pasa porque han empezado las disputas por el reparto del pastel. Los grupos yihadistas Al Qaeda y Estado Islámico (EI, también conocido como Daesh) se han enfrentado en los últimos días en Malí, un choque inédito corriente en Oriente Medio pero inédito hasta ahora en la región del Sahel, y que se ha saldado con varios muertos y capturados en lo que sin duda supone amenaza con acabar con la “convivencia” de los dos grupos en la región.

Como informó en su día Efe, el conflicto entre las organizaciones más importantes de la yihad global fue revelado en una reciente carta del número dos del EI en Malí, Abdelhakim al Sahraui, enviada a Amadou Koufa, el líder del grupo Nustrat al Islam Wal Muslimin, filial de Al Qaeda en El Sahel. En la misiva, publicada en foros yihadistas, Al Sahraui pide a Koufa pagar una “diyya” (compensación financiera) por la muerte de dos combatientes del EI a manos de Al Qaeda en Mopti, en el centro de Malí, más la liberación de sus correligionarios capturados. “La confrontación entre nosotros llevará al asesinato de cientos de combatientes (…), y se convertirá en un conflicto tribal dentro de la etnia peul. Ten miedo a Alá y evita esta guerra”, precisó Al Sahraui.

Koufa lidera desde 2014 el Frente para la Liberación de Macina, que engloba a combatientes peul de Al Qaeda.

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