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Ahmed, ante el desalojo de Los Enojados: “Solo quiero que me dejen un huequito para morir aquí”

Un saharaui que lleva 17 años viviendo en una chabola en el entorno de la playa de Los Enojados, en Arona, fue el único que, por lo pronto, no terminó desalojado ayer de un asentamiento ilegal del que fueron expulsadas una decena de personas sin recursos alojativos
Ahmed, que lleva 17 años viviendo en una chabola en Los Enojados, ha vuelto a ser el único que no fue desalojado ayer, aunque la Policía Local le advirtió de que hay un proceso judicial abierto para que abandone el lugar. Fran Pallero
Ahmed, que lleva 17 años viviendo en una chabola en Los Enojados, ha vuelto a ser el único que no fue desalojado ayer, aunque la Policía Local le advirtió de que hay un proceso judicial abierto para que abandone el lugar. Fran Pallero

Unas diez personas fueron desalojadas ayer por la mañana de las playas Las Burras y Los Enojados, en Las Galletas, en el municipio de Arona, después de cumplirse el plazo voluntario dado por la Justicia para que desocuparan el dominio público, en un lugar donde hace un año se había levantado otro asentamiento ilegal de casetas, cabañas y chabolas.

Miembros de Costas y Medio Ambiente del Cabildo, acompañados por media docena de guardia civiles y otros tantos policías locales, procedieron a identificar a la decena de personas que aún permanecían en el paraje natural, mientras trabajadores de convenio de empleo procedían a la limpieza y recogida de enseres, al lado de una pala mecánica que trataba de desmontar las piedras acumuladas en el entorno de las infraviviendas levantadas aproximadamente hace siete u ocho meses, justo cuando comenzó el estado de alarma en España con motivo de la pandemia, como reconocían casi todos los okupas del pequeño asentamiento. Todos menos Ahmed Omraoui, un saharaui que lleva viviendo nada menos que 17 años en una caseta levantada con palés en un terreno presuntamente privado, pero muy cercano a la servidumbre de Costas. El desalojo de Ahmed no se produjo ayer al estar pendiente aún una resolución judicial, según nos informó un agente policial. “Está advertido, el día que venga esa orden, si no se va antes, se quedará sin todo lo que tiene ahí”, señaló.

Los Enojados y Las Burras, muy cerca de la playa y marina de Las Galletas, son pequeñas calas de arena amarilla a la que se llega fácilmente por senderos de tierra, en un entorno rodeado de roca volcánica, tabaibales y grandes cardones. Durante años se han instalado en sus alrededores casetas y chabolas, llegando a convertirse en un asentamiento, hasta que hace un año fue desmontado por Costas. Ahora, un incipiente poblado ha corrido la misma suerte, con personas que han acudido a esa solución de casi vivir al raso ante la falta de recursos motivada por las consecuencias de la pandemia o, para ser exactos, por la crisis económica que de esta se ha derivado. Norberto, un argentino que se instaló en Los Enojados después de no poder pagar su piso en El Fraile, al quedarse sin trabajo, sufrió esto, algo similar a lo que le ocurrió a Martín, al que le falta un año para jubilarse y que no encuentra trabajo de cocinero después de ser despedido en marzo en un restaurante de Cataluña. “A mi edad, ya nadie me da trabajo”, señalaba sin mascarilla porque “soy asmático”. Tanto Norberto y Martín, como Jordi, coincidían en que “no hay derecho que nadie te dé una oportunidad, ni un recurso siquiera para dormir”, manifestando que “esta noche dormiremos en la playa y la próxima, también. Tendrán que venir todas las noches si quieren que no nos quedemos aquí, aunque sea sin nuestras casetas”.

 

La historia de Ahmed

Antes del desalojo ejecutado ayer en Los Enojados y Las Burras, según un informe de Costas, había unas 20 personas que estaban permanentemente en el pequeño asentamiento, aunque con la orden de desalojo voluntario la mitad ya había decidido irse, hasta que ayer se procedió el alzamiento del resto, excepto, por ahora, de Ahmed Omraoui, un saharaui de 60 años, que se mantiene en su choza, junto a media docena de gatos y dos perros. Según cuenta su hermana, que ayer le visitaba junto a una amiga y dos sobrinos, “le han dado diez minutos para desalojar”, algo que posteriormente no ocurrió, porque su caso está pendiente de una orden judicial, al no estar exactamente en terreno de dominio público.

Ahmed dice estar enfermo, con problemas respiratorios -tiene la nariz y la mandíbula casi plastificada- , y solo pide “que me dejen un huequito aquí para morirme tranquilo”, mientras recuerda que, en los 17 años que lleva instalado en esa chabola hecha de palés, “nunca me he metido con nadie y ni he tenido problemas, excepto en 2013 cuando un marroquí roció diez litros de gasolina y me quemó mi caseta”, nos explica mientras nos enseña la denuncia en donde refiere el domicilio como “playa Las Burras”, sin que “todavía se haya resuelto el juicio”.

Ahmed dice estar empadronado en Arona, pero desde el Ayuntamiento se informa de que debió arreglar el pasaporte a los dos años y nunca lo hizo, por lo que no puede recibir ayudas municipales, algo que sí percibe de algún vecino de Las Galletas, como Francis, “que me da cinco euros para comprar azúcar para el té o la comida para mis gatos y perros”, nos relata, aparte de algunos alimentos que obtiene de Cruz Roja.

Tiene, después de 17 años, buena ascendencia con los galleteros que se acercan a Los Enojados, incluso le han regalado dos botellas de cava, “aunque no tomo nada, como buen musulmán”, nos recuerda. Durante la conversación no puede evitar derramar alguna lágrima, si bien su sobrino le consuela: “Le recogeré en mi casa, aunque sea más pequeña que su chabola”, mientras mantiene la guardia junto a su madre para que Ahmed no sea desalojado. Esto es algo que, por ahora, no se ha producido, siendo la única instalación que ayer quedó en pie en el paraje natural de Los Enojados, al que su belleza no se corresponde con el nombre, a pesar de que ayer sirviera para mostrar el ánimo de los que tuvieron que abandonar su singular e ilegal morada.

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