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Javier Tolentino: “El mercado es hoy la mayor censura para el cine de autor; una dictadura peor incluso que la de Franco”

El periodista, crítico cinematográfico y director y presentador del programa radiofónico 'El séptimo vicio' presenta su primera película: 'Un blues para Teherán'
Javier Tolentino ha estado esta semana en Canarias para presentar su primer largometraje: ‘Un blues para Teherán’. / DA

Javier Tolentino ha estado esta semana en el Archipiélago con el fin de presentar Un blues para Teherán, el primer largometraje que dirige. El Teatro Guiniguada, en Las Palmas de Gran Canaria, y el Espacio La Granja, en Santa Cruz de Tenerife, albergaron, de la mano de Filmoteca Canaria, el preestreno de una obra en la que realidad y ficción se entretejen para crear un relato que se adentra en la música, en la cultura y, sobre todo, en el pueblo iraní. De alguna manera, Tolentino ofrece una mirada hacia Irán, la que viene del exterior, que dialoga con otras muchas, las que desde el interior han brindado cineastas como Abbas Kiarostami, Mohsen Makhmalbaf o Jafar Panahi, cuyas filmografías tanto interesan al director y presentador del programa radiofónico El séptimo vicio (Radio 3). Escritor, periodista, crítico y cronista cinematográfico, Tolentino transita en su debut en la dirección de largometrajes por los territorios en los que habita su amor hacia el cine: el de autor, el comprometido, el independiente y el que, en suma, no se evalúa de acuerdo con los resultados en taquilla ni con las estrellas que lo protagonizan.

-¿Recuerda ese momento en el que decidió que quería dirigir su primera película y que además la iba a rodar en Irán?
“Realmente, el origen de todo fue en el Festival de Cine de San Sebastián hace cinco años. Yo contaba ya con un desarrollo del proyecto y uno de esos días de festival tenía una cena con varios amigos. En esa mesa estaba Sandra Mora, fundadora de la productora Quatre Films, quien me pidió que le explicase mi proyecto. Cuando se lo conté, me dijo que quería apoyarme en mi primer largometraje y rodar en Irán. Incluso me fijó un calendario. A partir de ahí, me puse a trabajar”.

-¿Cuánto de guion y de planificación hay en Un blues para Teherán y cuánto de encontrar las historias según rodaba?
“Conozco Irán bastante bien: el golfo Pérsico, el norte, el Caspio, el desierto, el Kurdistán… Antes de comenzar a rodar ya sabía lo que quería contar y también quién quería que lo contase. De ahí nace el proyecto, el desarrollo, el guion de la película. Pero luego, claro que sí, hay sorpresas, a veces negativas, con comisaría de por medio, y otras tan positivas como Erfan Shafei, que al principio ejercía de técnico en el equipo iraní de la película y luego se convirtió en protagonista. Con eso yo no contaba, de manera que sí que hay una parte de azar en Un blues para Teherán”.

-¿De que manera se produjo ese hallazgo de Erfan Shafei?
“La participación de Erfan en esta historia no estaba ni en mis mejores previsiones. Entre otras muchas cosas, él es actor de teatro, también es músico y puede que mañana haga su propio cine. Al comienzo, se había puesto al servicio del equipo técnico del proyecto. Sin embargo, a medida que vamos hablando, que veo su figura, que nos vamos identificando con muchísimas cosas, me doy cuenta de que Erfan es la metáfora perfecta del Irán de la derrota”.

-La política internacional, y los prejuicios, propician el desconocimiento que tenemos de naciones como Irán. ¿Qué nos estamos perdiendo al no ir más allá de esas noticias que nos presentan los telediarios?
“Los persas no son los enemigos de Dios. A medida que los conoces, te das cuenta de que hemos perdido una línea directa con Oriente que antes manteníamos. A través de la Ruta de la Seda, de la literatura y de sus poetas, de la música, de la cultura iraní en su conjunto… Al cortarse ese vínculo, como consecuencia de los muchos intereses económicos que ha tenido Occidente en la zona, sobre todo el Reino Unido, por el petróleo, se produce este distanciamiento que provoca, fundamentalmente, que nos estemos perdiendo el amor por un país maravilloso”.

“El mayor hallazgo de esta película es Erfan: la metáfora perfecta del Irán de la derrota”

Un blues para Teherán se puede entender como un homenaje a la cinematografía iraní y también como un gesto de amor hacia ese pueblo. ¿Cómo presentaría Javier Tolentino la película?
Un blues para Teherán es un viaje. El de un cronista cinematográfico que está acostumbrado a ver cine iraní, un tipo de películas que le gustan mucho. Ese viaje lo emprende con el objetivo de buscar canciones por todo el país. A través de esa búsqueda va conociendo a músicos, y por medio de esos músicos quiere ayudar al espectador a contemplar el aliento de la cultura iraní”.

-Una mirada cinematográfica que, en todo caso, no plantea ningún tipo de juicio.
“Jamás me hubiera perdonado ir a Irán para juzgar a su sociedad, a su cultura. He ido como un viajero, como un espectador que abre su cámara y conoce personas, músicas, culturas. Eso es lo que entra por la cámara. No sé si Un blues para Teherán puede entenderse como mi homenaje al cine iraní. No me gustan las palabras grandilocuentes, pero de lo que sí estoy seguro es de que gracias al cine que he visto de ese país, que ha sido mucho, he podido hacer esta película”.

-¿En algún momento se encontró con dificultades en el rodaje que le condicionaran el relato que quería mostrar?
“Las dificultades se dieron sobre todo en Teherán. Fuera de la capital todo es más fácil, pero allí hay mucha policía, soldados, confidentes… Aunque cuentes con todos los permisos en regla, que los teníamos -nos supuso dos años de trámites-, en las calles de Teherán ven a occidentales filmando y piensan que lo están haciendo para criticar, para difamar. Eso nos llevó a comisaría varias veces. Pero una vez que sales de Teherán y te encuentras con el pueblo iraní, es maravilloso”.

-Usted defiende un cine que a menudo no entra en los circuitos comerciales. ¿Esta pandemia ha puesto las cosas aún más difíciles o considera que ese cine que se sale de los márgenes siempre halla caminos para acercarse al espectador?
“Basilio Martín Patino dijo algo que también lo rubricaría un director iraní como Abbas Kiarostami: el mercado es la censura de nuestros tiempos. Y lo es antes de la pandemia y después de la pandemia. El mercado, y más ahora con la televisión, es una dictadura para el cine de autor, peor incluso que la de Franco. Impone sus leyes y nos priva, por ejemplo, de contemplar el mejor cine que se está haciendo en España. Ese que no se muestra en las salas, sino que hay que buscarlo, casi en la clandestinidad, en los festivales y en las filmotecas. Intentar ver hoy el mejor cine español implica seguir esa ruta clandestina. Eso, por una parte. Por otra, precisamente gracias al cine hemos podido pasar el confinamiento de una forma más liviana. El cine nos ayuda y nos permite vivir, seguir adelante. Sin embargo, cuando pase la pandemia veremos hasta qué punto las plataformas digitales han podido infligir a las salas de cine una puñalada de muerte”.

“Al cortar el vínculo que teníamos con Oriente hemos perdido el amor por Irán, un país maravilloso”

-¿Cuál es su opinión acerca de estas plataformas?
“Los amos de las pantallas en todo el mundo son los mismos de siempre. Una de las cosas que ha llevado a la gente al cine ha sido la curiosidad. Por los intérpretes, por las historias, por un autor determinado. Ojalá me equivoque, pero el mayor peligro que veo es que si esa curiosidad la tenemos ya resuelta en nuestras casas, a través de nuestros plasmas maravillosos, de forma inevitable habrá menos espectadores que acudan a las salas. Esa reducción de aforo será inviable en muchos casos para las salas de cine y quienes trabajan en ellas”.

-Tras esta primera experiencia, ¿contempla, más pronto que tarde, un nuevo proyecto cinematográfico?
“Ya estamos en ello. Acabo de llegar de Barcelona, donde hemos estado localizando y haciendo los rodajes previos del próximo largometraje. No puedo hablar más de esto por ahora, pero estoy muy ilusionado con esta nueva etapa personal y profesional”.

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