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“El asesinato de Domingo López Torres contrasta con la liberación de la mayoría de miembros de ‘Gaceta de Arte’ y eso abre muchas incógnitas”

Juan-Manuel García Ramos publica 'El delator', una crónica novelada en torno a las circunstancias vinculadas a la muerte, víctima de la represión franquista en la Guerra Civil, del ensayista y poeta surrealista tinerfeño
García Ramos
Juan-Manuel García Ramos. / DA

Juan-Manuel García Ramos ha publicado El delator (Mercurio Editorial), una novella, una crónica novelada, en torno a la muerte del poeta y ensayista tinerfeño Domingo López Torres (1910-1937), a quien por su compromiso político asesinaron en la Guerra Civil, lanzándolo al mar dentro de un saco. Víctima de la represión franquista, pero también de un silencio impuesto durante demasiado tiempo, en los últimos años su figura ha comenzado a ser recuperada. Sobre uno de los artífices de Gaceta de Arte y de un momento artístico y cultural insólito en Tenerife, versa El delator.

-En El delator se adentra en las circunstancias vinculadas al asesinato de Domingo López Torres, pero también en una época excepcional en Tenerife, la de las vanguardias y la revista Gaceta de Arte. ¿Hasta qué punto la Historia o, mejor, el relato que hacemos de ella, ha solapado la figura de este poeta y su aportación?
“El asesinato de Domingo López Torres contrasta con la liberación de la mayoría de sus compañeros de Gaceta de Arte, excepto Pedro García Cabrera, y esa diferencia de trato deja muchas incógnitas abiertas. No obstante, el conocimiento posterior del trabajo poético y ensayístico de López Torres lo coloca como uno de los exponentes más sólidos del surrealismo en su versión estética y política”.

-Escribir un texto que de alguna manera contradice la versión oficial acerca de la posición que ocuparon los miembros de Gaceta de Arte en un episodio como el de la Guerra Civil es de suponer que ha sido una tarea compleja. ¿Fue también incómoda, en el sentido de mostrar sombras donde prácticamente solo se había hablado de luces?
“La crónica, género al que vinculo a El delator, se nutre de la historia y de la literatura a partes desiguales. Hay macrohistorias oficiales y oficializadas y hay microhistorias familiares disidentes. El delator se basa en estas últimas. Informaciones familiares confidenciales sobre lo sucedido con Domingo López Torres en la Guerra Civil abrieron mi curiosidad y precipitaron la escritura de la novella”.

-¿Tuvo que fijarse algún límite para no alejarse del material de no ficción con el que trabajaba o siempre tuvo claro por dónde debía transcurrir la narración?
“Como le digo, la crónica novelada es un género cómodo para interrogar a la historia sin faltarle al respeto a lo que debió o pudo ocurrir en la realidad que se nos escapa”.

Portada de la novela, publicada por Mercurio Editorial. / DA

-Quizás el título de esta obra, El delator, sugiere otro concepto, el de traición. Pero usted no quiere caer en el maniqueísmo ni en una simplificación y da cuenta de las circunstancias. ¿Considera que desde ciertos círculos culturales se pudo hacer más por evitar el asesinato de López Torres o, en medio del terror, su muerte fue casi inevitable?
“Mi novela es un diálogo entre el narrador y sus confidentes sobre lo ocurrido, una discusión sobre sucesos que nunca nadie ha aclarado y que siguen, en cierta forma, bajo el manto del impuesto silencio postbélico. Conocí y traté muy bien a Domingo Pérez Minik, a Eduardo Westerdahl y a Pedro García Cabrera, y no creo faltarle al respeto a ninguno de ellos en las páginas de El delator, donde lo que hago es abrir un diálogo aristotélico sobre lo que pudo o debió ocurrir en esos años difíciles de la Guerra Civil española en Tenerife”.

-¿Y qué fue lo que vino después? ¿En qué se convirtieron Tenerife y Canarias desde el punto de vista cultural una vez que el franquismo se extendió?
“En una época sorda, donde algunos, entre ellos algunos surrealistas isleños que nombro en mi novela, se pasaron al bando ganador e hicieron sus carreras literarias e intelectuales como cómplices de la nueva situación impuesta por el triunfo de Franco”.

-Si no me equivoco, esta obra la escribió en pleno confinamiento. ¿Esta etapa tan extraña que nos ha cambiado la vida influyó en su escritura o, simplemente, fue un momento propicio para redactar la historia que quería contar?
“Una gran parte de los capítulos de El delator están rehechos y ultimados haciéndolos coincidir con el confinamiento que sufrimos a partir del 14 de marzo de 2020. Quería sentir, salvando mucho las distancias, claro, lo que significa la privación de la libertad de movimientos, del disfrute de las calles primaverales que tanto le gustaba a Domingo López Torres, vivir su ciudad arbolada, reunirse en libertad con sus amigos, recordar la primavera de 1935 con Breton y sus acompañantes festejando un encuentro entre el gran gurú surrealista y unos intelectuales isleños ávidos de los nuevos tiempos de la literatura y el arte. Por otro lado, estoy agradecido a Mercurio Editorial por editar El delator y por haber cuidado la edición de una manera tan profesional a través de su director literario Victoriano Santana Sanjurjo, aunque se nos hayan escapado algunas erratas que trataremos de corregir en la segunda edición”.

-De vez en cuando, aquí surgen obras cuyo eco suena más allá de las Islas. Ahora mismo se me ocurre el caso de la escritora Andrea Abreu y su novela Panza de burro. ¿Pero qué nos falta, qué nos ha faltado, para que la buena literatura canaria logre una repercusión en el exterior que sea más permanente y menos episódica?
Panza de burro es un hallazgo feliz propiciado sobre todo por una gran editora y por el desparpajo expresivo de Andrea Abreu, desprovista de los corsés académicos a la hora de contar su historia adolescente. Ese desparpajo expresivo ya tenía un antecedente en la narrativa canaria con algunas obras que me interesan de Víctor Ramírez, no toda su producción”.

-¿Y como lector, qué opinión le merece el actual panorama literario de las Islas? ¿Qué autores y autoras le interesan más?
“Se está escribiendo y editando mucho. Al margen de otras simpatías, me interesa el trabajo de Elisa Rodríguez Court, Pedro Flores, Bruno Mesa, Antonio Puente, Francisco Quevedo, Martín Carbajal, Covadonga García Fierro, Iván Cabrera Cartaya… Me estoy olvidando de mucha gente, pero estos son los que me vienen a la cabeza ahora”.

Juan-Manuel García Ramos se adentra en esta crónica novelada en la figura del poeta surrealista Domingo López Torres y su asesinato. / DA

-Las crisis, la anterior y la actual, han conllevado drásticos recortes en los presupuestos regionales para la cultura. Usted fue consejero de esta área en el Gobierno de Canarias. Desde esa perspectiva, ¿qué ha echado de menos, o de más, en las políticas culturales que se han desarrollado en las Islas en los últimos tiempos?
“En los presupuestos de Cultura partíamos de una situación precaria motivada por la crisis económica de 2008-2014 que habíamos empezado a remontar, pero la pandemia nos ha vuelto a meter en otro bache, agravado además por los imperativos de la distancia social, los aforos. Se está haciendo un esfuerzo por superar estas desventajas, aunque los creadores están sufriendo el golpe de una manera muy seria. Vamos a ver cómo evoluciona todo”.

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