Director del colegio Dominicas Vistabella, comentarista de radio y televisión y una de esas caras muy conocidas en Tenerife. Fernando Llombet eligió la docencia, pero los que le conocen hablan maravillas de él cuando fue entrenador, desde las categorías de base a aquel mítico Cepsa Tenerife pasando por el CB Canarias que disputó su primera Copa del Rey en el Palacio Municipal de los Deportes de Santa Cruz de Tenerife. Dialogar con él es hablar con alguien que tiene las ideas claras y sus convicciones firmes, pero que siempre está abierto al diálogo. Hablar de baloncesto con él es una gozada. También hacerlo de la vida en general.
– Muchas de las personas que conozcan al Fernando Llombet director del colegio Dominicas Vistabella o comentarista de baloncesto en Canarias Radio desconocerán que fue entrenador ayudante en el mítico Canarias de los 80, que fue técnico del Cepsa Tenerife que quedó tercero en Copa e, incluso, que salió con los Triqui Traques unos carnavales.
“Recuerdo los primeros tres meses de competición de aquel Cepsa Tenerife, que venía de ser Coronas Tenerife, pero nos quedamos sin patrocinador. Entiendo que empezamos con un presupuesto importante, con jugadoras como Cathy Boswell, Pame Pintor o Loli Sánchez, ganando los siete primeros partidos sin tener espónsor. Llegó Cepsa, contra el Masnou, y justo perdimos. Fueron siete encuentros sin cobrar un duro; eran los inicios de aquel Cepsa. En el Canarias estuve de segundo de José Carlos Hernández Rizo en la época en la que estrenábamos el Ríos Tejera, incorporándose Mike Phillips y Eddie Harper, con Carmelo Cabrera, Salva Díez, Germán González, Manolo de las Casas, Juan Méndez o Paco Solé”.
– Ser técnico de aquel CB Canarias que sigue en el recuerdo sería un experiencia tremenda…
“Lo único que yo no hice ese año fueron los desplazamientos, porque ahí solo iban José Carlos y el delegado, pero tengo recuerdos muy buenos, sobre todo, de mucho aprendizaje. Venía de equipos de formación, porque yo empiezo jugando a Minibásket en el equipo de los Escolapios y con 13 años se me acerca un día Felipe Coello y me dice, seguramente porque vio que era muy malo, que me querían para ayudar como entrenador en el colegio Hispano Inglés al año siguiente. Empecé en las Escuelas Pías y, con 14 años, pasé al Hispano Inglés”.
– Entrenaría a niños que serían solo algo menores que usted.
“Claro. Mi primera experiencia fue entrenar a una generación del 66 de las Escuelas Pías, dos años más pequeños que yo, y quedamos campeones de Canarias. Luego, en el Hispano Inglés, con la generación del 70, que fue muy famosa en la Isla, casi lo ganamos todo. Entre el 80 y el 88 entrené a muchos niños y niñas”.
– En su caso, el baloncesto no le llega por tradición familiar…
“Exacto. Me gustaba el baloncesto desde pequeño, por eso lo empecé a jugar. Siempre agradeceré que José Carlos Hernández Rizo y Felipe Coello me inculcaran unos valores que aún mantengo gracias al mundo del deporte. En mis primeros 10 o 12 años como entrenador yo estaba convencido de que sería profesional del baloncesto. Hasta que tuve 20 o 22 años me preparaba para serlo, vivía para este deporte porque pensaba en él las 24 horas. No me fueron bien los estudios en un instituto porque me dedicaba solo a entrenar en la Pureza, el Hogar Escuela, el Hispano Inglés o el Náutico. Entre los 13 y los 25 años esa fue mi vida”.
– ¿Qué pasó para que cambiara de idea?
“Que entré en las Dominicas Vistabella como entrenador de baloncesto. Era el año 1985, antes de empezar en el CB Canarias, y fui profesor de Educación Física en el colegio, gracias a mi título de monitor de baloncesto, porque no fui profesor hasta 1988. Estudio Magisterio, sale una plaza como profesor, y combino eso como ayudante en el Canarias. En la temporada 92/93 me ofrecen entrenar al CB Náutico en Primera B, pero no sale un buen año, no termino la temporada y tengo que tomar un decisión: opté por hacer baloncesto, pero en el colegio Dominicas Vistabella”.
– El tiempo le ha dado la razón…
“Estoy súper contento”.
– ¿No le queda dentro el “y si…”?
“Claro, pero creo que, al final, como dice, el tiempo me ha dado la razón. ¿Si me queda el desconsuelo de poder haber seguido siendo entrenador de baloncesto? Tuve otra oportunidad: conocer los medios de comunicación. Juan Carlos Castañeda me engañó, o yo me dejé engañar por él, para acudir a tertulias en la radio. Ahí combiné lo que hacía en el colegio con una pasión que era todo lo que tuviera que ver con el periodismo deportivo. Luego en Radio MYD, en la Cope o, ahora, en Canarias Radio, eso me ayuda a seguir, vivir y estudiar algo de baloncesto para seguir contándolo”.
– Juan Carlos nos ha marcado profundamente a todos los que hemos tenido la enorme suerte, y el privilegio, de trabajar y compartir tiempo con él
“Es un gran líder. Me dio mucha cancha, mucha confianza, se portó muy bien con mi familia. En un momento delicado de mi vida, como fue el fallecimiento de mi padre, estuvo muy cerca. Con él empecé; él me enganchó a esto”.
– Volvamos al CB Canarias y a su recuerdo de Eddie Phillips, alguien a quien trató de manera muy cercana desde el principio.
“Brutal. Solo fue un año, sin esa posibilidad de viajar, que es una espina que te queda, porque habría aprendido muchísimo más, con la convivencia y el grupo. Pero con los entrenamientos y los partidos de casa, compartir ratos con Eddie Phillips, porque Mike Harper era más extrovertido, pero más desapegado, me consideré un privilegiado. De alguien que aprendí muchísimo fue de Carmelo Cabrera, una persona súper inteligente con el que descubrí muchas cosas. Recuerdo algo muy bien, algo muy complicado. Ver cómo José Carlos Hernández Rizo iba colocando a Salva Díez como responsable del equipo en detrimento de Carmelo Cabrera. Gestionó muy bien ese grupo. No se le dio la importancia que tuvo en ese momento”.
– ¿Falta en la Isla un homenaje a Eddie? Al que se ha intentado traer en varias ocasiones pero él no ha dado el paso.
“Creo que él se va de la Isla por la puerta de atrás, cuando creo que el baloncesto de Tenerife, incluso para la gente joven que no lo conoció, sabe la relevancia que tuvo. Si nombras a diez personas que han tenido importancia en la historia del club, desde directivos a entrenadores pasando por jugadores, tendrás a Eddie seguro. Él siempre se acuerda de Tenerife. Tener la oportunidad de que viniera para hacerle ese reconocimiento sería increíble”.
– ¿Por haber vivido aquella época valora tanto el momento actual del CB Canarias?
“Sin duda. Yo estuve como segundo entrenador en la Copa del Rey de Tenerife, en 1986, y fue histórica esa participación. Una, y mira las que van ahora, cuatro presencias seguidas. La mejor etapa de la historia del Canarias es, sin duda alguna, la actual. Y será difícil repetirla”.
– Una vez, hablando con José Carlos Hernández Rizo, me dijo que uno de los recuerdos de aquella Copa es la canasta de Maragall que, prácticamente, da la victoria al Joventut contra ustedes.
“Habíamos hecho un gran partido, estábamos convencidos de que íbamos a ganar, hasta que llegó esa canasta. Es verdad que el Canarias se había colado en aquella participación. La diferencia con los grandes de aquella época era tremenda. Ganarles era impensable. Recuerdo cuando se le gana en el Ríos Tejera al Cacaolat Granollers, uno de los equipos importantes, o al Cotonificio de Badalona o al Gin MG Sarriá con aquel tiro libre de Carmelo Cabrera que Imeldo Bello recuerda siempre. Ese año, que fue solo uno, fue muy, muy denso. En ese momento no me daba cuenta de todo lo que estaba aprendiendo y de lo mucho que me ha servido”.
– Carmelo Cabrera sí ha tenido el reconocimiento merecido
“Sí. Se le recuerda mucho por lo logrado con el Real Madrid y la selección española, quizás eso diluye un poco todo lo que hizo en el Canarias, pero sí. Es algo parecido a lo que ha pasado con Sergio Rodríguez. Nunca ha jugado en el Canarias, pero si un día lo hace, los mayores logros habrán sido en el Real Madrid, el CSKA o la NBA”.
– Tiene una gran relación con Aniano Cabrera: ¿cómo surge?
“Aniano es mi amigo. Esa amistad comienza en unos campus de verano que hacíamos con José Carlos Hernández Rizo en Ten-Bel. Empecé a trabajar con él allí, 11 o 12 veranos, junto a Alejandro Luque, Paco Apeles, Luis Macía, Iván Déniz o Alejandro Martínez. Todos, pero, sobre todo, Iván, Aniano y yo tenemos anécdotas tremendas. Allí forjamos una amistad que, ahora mismo, dura”.
– Hablar con Aniano es disfrutar de mil historias de baloncesto, de detalles que no se ven y, además, más allá de que suele guardar las distancias, es muy divertido. ¿Se veía ya por aquel entonces que acabaría logrando lo que ha logrado?
“Yo me lo he pasado muy bien con él. Creo que es alguien súper inteligente, que ha logrado tener una ascendencia que le ha llevado a tener reconocimiento nacional e internacional. Él sí optó por dedicarse al baloncesto, apostó por él y tuvo un recorrido en el que poder desarrollarlo”.
– Soy un fiel defensor de la gente joven, siempre, pero, por ejemplo en este caso, sí me da la impresión de que anteriormente había una capacidad de esfuerzo superior. Antes, entrenar un cadete era recibido con más valor, ahora, parece que o se acaba siendo entrenador de élite o no se es entrenador, como que tiene menos valor.
“Por convicción, formación y deformación profesional creo que se generaliza mucho con las nuevas generaciones. Hay comentarios demasiado gratuitos y se generaliza mucho. Hay que estar con los jóvenes para hacer un diagnóstico sobre ellos. Lo que sí creo es que, a lo mejor, costaba más conseguir las cosas que lo que pueda costar ahora, pero pasa en muchos aspectos. Ahora, a los padres y madres que están viniendo a conocer el colegio, les decimos que antes traías a tu hijo para que tuviera aquí la información, que en casa luego la trabajaba en ejercicios y actividades y ahora no puede ser así, porque la información la tienen en casa a golpe de click. Por eso al colegio hay que venir a hacer cosas diferentes. Antes, con el baloncesto, el esfuerzo que había que hacer para conseguir información era mucho mayor. Eso te obligaba a dedicar muchas horas si querías ser protagonista. Eso fue lo que me pasó entre los 15 y los 22 años, porque mi 24/7 era el baloncesto. Estuve a punto de dejar los estudios”.
– No era fácil, ni barato, conseguir esa información sobre este deporte.
“Nos pasábamos vídeos en sistema Súper 8, ni VHS, y mandábamos a buscar vídeos a Estados Unidos, gastando un dinero que no teníamos. Recuerdo que me suscribí a todas las revistas, como Gigantes o Nuevo Básket. Cuando recibías un partido lo compartías con Alejandro Luque, Felipe Coello o José Carlos Hernández Rizo. Eso reforzaba el grupo. Íbamos los domingos por la tarde a casa de José Carlos, con Pupé, su mujer, y nos tomábamos dos cocacolas y veíamos partidos. También recuerdo de ir a casa de Luis Afonso a ver un Estudiantes-Barcelona y luego sacar conclusiones y coger apuntes. Así conseguíamos la información en aquellos tiempos”.
– El boom de los 80 no volverá, tampoco en el baloncesto femenino.
“Sin duda. Yo estuve un año en primera división con el Cepsa Tenerife como primer entrenador, porque luego salí al júnior del Canarias tras llamarme Hernández Rizo, y también esos recuerdos son imborrables. Yo tenía a siete u ocho jugadoras, no podíamos aspirar a más, pero 30 años después me acuerdo de Loli Sánchez, Pame Pintor, Estela Ferrar, Elena Lavín… ¿Tener la suerte de entrenar a Cathy Boswell, que fue oro en los Juegos de Los Ángeles? Es algo irrepetible, más cuando yo tenía 23 o 24 años. Fuimos terceras en la Copa de la Reina de Lugo y cuartas en liga. Teníamos un muy buen vestuario”.
– Con esa edad, o con cualquiera, siendo entrenador: ¿qué se le puede enseñar nuevo a alguien como Cathy Boswell?
“De fundamentos casi nada, pero le puedes dar una estabilidad emocional para que esa persona se sienta a gusto. A Pame Pintor la fui a buscar a Celgán, donde trabajaba, para convencerla, porque se había retirado, de que jugara en aquel equipo. Le pedí que, por favor, nos ayudara. Me dijo que sí, pero yo a Pame Pintor no le podía enseñar nada más, tenía que transmitirle a ella la confianza y la seguridad de que tendríamos empatía, que creo que es la clave de un entrenador que llega a la élite. Creo que ahora hay muchísima más información de la que podíamos tener nosotros hace 40 años, que se pueden enseñar más cosas, pero lo más importante para un entrenador de primer nivel debe ser no desordenar, no molestar mucho y llevar bien el vestuario”.
– ¿Cómo ha logrado mantenerse al margen de las guerras cestistas de la Isla cuando, además, tiene un criterio claro y es de ideas firmes?
“No puedo tener amigos en todos lados. Seguramente, en el recorrido que he tenido tanto en el baloncesto como en la educación, no todo el mundo tendrá la misma opinión, aunque creo que no soy una persona vehemente o beligerante. Cuando tuve que tomar la decisión de dedicarme al baloncesto o a la enseñanza quizás consideré que me metía en menos fregados con la educación que con el baloncesto por esas rivalidades que ya empezaba a ver que existían. Quizás mi forma de ser me ha llevado a esto. Entré en las Dominicas en 1985 como monitor de baloncesto, en 1988 soy profesor, en el curso 1994/1995 me dan la responsabilidad de coordinar todas las actividades extraescolares del colegio. En 2011 paso a ser director pedagógico y, 40 años después de que la Madre Rosa estuviera en el cargo, paso ser director titular del colegio. En 33 años viviendo en este centro me siento orgulloso, agradecido. Tomé bien la decisión en su momento”.
– Ha logrado resguardar también a los equipos de baloncesto del colegio de esas guerras.
“Por ahí tenemos un reto. Soy lo suficientemente humilde para pensar que, quizás, algo se nos está escapando por ahí y debemos recuperarlo. La competitividad entre clubes de baloncesto y colegios vuelve. Entiendo que a una familia le pueda parecer más atractivo que su hija o hijo jueguen en un club porque lo ve más competitivo que en un colegio, donde su percepción puede ser más la de un recreo o una actividad extraescolar. Es una pelea en la que hemos estado los colegios y los clubes. Quizás, por mi forma de ser, no he defendido la posición de que un colegio puede tener las mismas prestaciones que un club a la hora de hacer baloncesto. Tal vez hemos perdido esa imagen deportiva que el colegio tenía hace 20 o 25 años”.
Preparado ya con @fllombet para contar en @RTVCes el @CBClarinos –@CBAvenida. El retorno del baloncesto femenino tinerfeño a la elite pic.twitter.com/2aS2aP5kNZ
— Joaquin González (@joaquingz1) October 6, 2019
– Desde hace años está muy de moda el coaching. Muchos deportistas asumen ese nuevo rol, precisamente destacando que pueden aplicar aquello que aprendieron en el deporte a la vida normal. ¿Usted lo hace?
“Totalmente. Mi formación deportiva y de dirigir grupos me ha servido en el colegio. Quizás la congregación de las Dominicas Sagrada Familia ha podido ver en mí la capacidad para dirigir un grupo grande. Eso me nace del baloncesto, de esa gestión de grupos”.
– El colegio le ha dado todo
“Todo. Solo tengo palabras de agradecimiento. Hasta me emociono al nombrarlo. Creo que yo también lo he dado todo por él, sacrificando muchas cosas de mi familia. He puesto todo lo que tengo, pero he recibido muchísimo. Más de 0 años después, nunca pude imaginar llevar la Dirección”.
– Ha sido testigo de la evolución del baloncesto, vertiginosa, la de los medios de comunicación, con demasiadas crisis, pero también la de la educación. ¿Cómo la ve?
“Necesitamos estabilidad. Es la mayor preocupación. Cada vez hay una idea diferente. Los que nos dedicamos a la docencia pedimos que, por dios, busquemos un acuerdo que le pueda servir a los alumnos para que si entran con 3 años y salen con 18 no tengan hasta tres leyes educativas en 15 años. Eso desordena los currículos, al profesorado y al alumnado. Es normal que la metodología evolucione, pero el consenso es necesario”.
-Ha nombrado usted a dios. Es un hombre de fe, de profundas convicciones religiosas: ¿cómo se acepta, desde esa visión, la llegada de una pandemia como esta?
“Me resulta difícil de explicar. Que todo pase por algo es, seguramente, una explicación muy socorrida, a lo mejor no todo tiene que pasar por algo pero sí creo que de todo se aprende y de todo se experimenta. Lo que sí te da ese plus de optimismo, de tranquilidad y de sosiego, de afrontar las cosas que te vienen, con ese añadido de reflexión es la fe. Saber que hay algo que te va a ayudar. Vienen momentos muy duros, cosas que no sabe explicar nadie, pero los que hemos crecido de esa manera nos agarramos a ello”.
– ¿Cómo de complicado ha sido gestionar un colegio durante una crisis como esta?
“Mucho. Muchísimo. Sobre todo porque cuando me estreno en la dirección del colegio llega esa pandemia. En septiembre asumo el cargo y en marzo nos sorprende todo esto. Uno de los secretos es el grupo que hay, con un equipo directivo súper importante, con un profesorado que es la razón de ser del centro. Yo vuelvo a ser esa figura del entrenador de baloncesto que busca no desordenar, porque dirigir este colegio es dirigir a la élite”.
– ¡Menuda lección han dado profesores y alumnos en esta situación!.
“Y las familias. En septiembre, tras un verano en casa, trabajando on line junto al equipo directivo, pensaba en presentarme ante 70 profesores, no sabíamos si estaríamos abiertos un día, un mes o cuánto tiempo. Ahora es oportunista decir que no hemos cerrado ningún día la puerta del colegio, ni Dominicas Vistabella ni ningún otro. Los alumnos han sido ejemplares”.
– Que no se me olvide, que me resulta muy curioso. Como si el colegio y el baloncesto fuera poco, le dio tiempo también para estar en una murga.
“Así es, en los Triqui Traques. Un año. Era una cosa que me quedaba por probar y con Cuco Jerez y su amigo Humberto nos metimos. Ensayaba después de entrenar y me encantó la experiencia. Pero, claro, era mucho todo. Actuamos en la plaza de toros, algo que recuerdo muy bien. También las murgas han evolucionado mucho, por aquel entonces, por ejemplo, no cantábamos a varias voces”.