Se enamoró con solo tres años de un deporte tan exigente como la gimnasia rítmica, en el que lo ha ganado todo. No elude una sola pregunta y, curiosamente, son aquellas que pueden resultar más delicadas las que responde con mayor aplomo. Esther Santoyo, deportista del laureado Batistana, no se ha cansado de superar obstáculos y tuvo que alejarse durante un tiempo de el deporte que tanto le gusta para ahora “disfrutar más” que cuando era una niña. De ideales firmes que aprendió en su casa, de una madre que “siempre” la apoya, ahora solo piensa en seguir obteniendo el verdadero premio: el reconocimiento del público.
-Siempre me ha llamado la atención que, en un deporte tan duro, exigente y sacrificado como la gimnasia rítmica, sus deportistas, cuando no están practicándolo, hablan, no solo maravillas de él, sino de lo importante que es en su vida. Es como que no necesitan desconectar.
“Yo lo comparo un poco a una adicción en el sentido de que no lo puedes dejar. Con esto no se gana dinero, la única recompensa es la satisfacción personal y eso es lo que engancha: ver que haces bien tu trabajo. Esa misma pregunta me la hago yo muchas veces. La carrera de una gimnasta llega, quizás, hasta los 16, y yo, a mis 22, sigo igual, preguntándome eso”.
– ¿Llega a dudar? ¿Dan ganas de dejarlo?
“Sí, pero no son dudas reales, sino suposiciones. Sobre todo, cuando preparas un campeonato, que es muy duro. Yo estuve un año retirada”.
– ¿Por qué?
“Tuve una época complicada en lo personal. Mis padres se separaron, me mudé y otras cosas. Eso se juntó todo un poco con la gimnasia, tuve problemas de TCA (Trastornos de la Conducta Alimenticia) y necesitaba tomarme un tiempo. Fue duro, porque realmente no quería, aunque sabía que era lo mejor para mí y mis compañeras de equipo, a las que no quería arrastrar. Si lo pasaba mal, lo pasaba mal yo, no ellas. Fue justo después de haber sido campeonas de España en Primera Categoría. En individuales me retiré justo ese año, en 2017, cuando habíamos sido sextas de España por equipos. El año anterior habíamos sido campeonas de España por conjuntos, en la general, y quintas en la final. Conseguimos, casi, casi, la Primera por equipos. Lo dejé un tiempo y volví con más fuerza”.
– Su deporte siempre ha estado rodeado de polémica, no sé si ahora eso se ha atenuado algo, en todo lo referente a las dietas para competir, al crecimiento de las niñas…
“Siempre es complicado hablar de este tema, porque existe mucha controversia, pero es verdad que, no es que no comamos, pero sí solemos estar más pendiente de la dieta que la población en general. Al final es un deporte muy estético, pero creo que eso ha cambiado. Hemos avanzado con los nutricionistas y los psicólogos que nos acompañan. En otras disciplinas se divide por pesos y hay gente que se dedica a subir y bajar para adaptarse casi de manera continua. Eso a nosotras no nos ocurre. Es verdad que si pesas menos saltarás mejor, o te verás más ligera. No solo es una cuestión estética, sino de desempeño”.
-¿Cuál es su primer recuerdo de la gimnasia rítmica?
“Recuerdo ver en la tele unos Juegos Olímpicos, creo, y le dije a mi madre que yo quería hacer eso. Mi madre me apuntó en ballet, porque ella no sabía lo que era la gimnasia, que era lo que yo quería. Con nada, tres años, me apuntaron en un club del Puerto de la Cruz, en el que estuve hasta los 14. Ese es mi primer recuerdo: el quiero, quiero y quiero eso”.
-Desde pequeña ya se vio que era lo que marcaría su futuro…
“Me lo pasaba bien, porque estaba junto a mis compañeras del colegio, pero luego ellas iban marchándose, haciendo otras actividades, y yo quería seguir en gimnasia. Siempre decía que quería ser como las niñas grandes que hacían gimnasia. Con ocho años el médico, porque padecía problemas de espalda, me recomendó que lo dejara y, en ese periodo, me apunté a ajedrez, siendo campeona de Canarias. Lo dejé cuando empecé a dedicar más tiempo a la gimnasia, con 14 años, al entrar al Batistana”.

– ¿Cuándo se da cuenta que era buena? Digo que valía para esto.
“Es que yo sigo sin creer que lo sea. Yo estaba en otro club y ganaba en Canarias, pero en los Campeonatos de España íbamos un poco a participar. Con 14 años Jackeline Batista, entrenadora del Batistana, necesitaba gimnastas para hacer un conjunto y me dio la oportunidad de competir con Leticia Bastista como compañera, que era mi ídolo y modelo a seguir desde que era pequeña. Fue un poco shock, porque me plantee que, quizás, era mejor de lo que pensaba. Pisar un tapiz con ella era un sueño cumplido”.

– ¿Cómo gestionó aquello?
“Muy bien, porque ella es una persona cercana que todo, absolutamente todo lo que sabe te lo intenta enseñar. Cuando tienes a alguien en tanta estima la escuchas casi con la boca abierta. Fue un año en el que aprendí muchísimo. Ella me lo puso bastante fácil”.
– Una vez le leí a Anna Tarrés, exseleccionadora española de natación sincronizada, que era necesario entrenar muchas horas, al contrario que el fútbol, porque, al tener menos practicantes donde elegir, es más complicado alcanzar la excelencia. ¿Está de acuerdo?
“Sí. Nosotras entrenamos mucho, mucho, pero le parecerá una locura: no nos da el tiempo. Querríamos, a lo mejor, trabajar más la técnica corporal o la preparación física y no llegamos. Cuando estamos preparando una competición, llegamos, calentamos un poco y empezamos a repetir mucho y el tiempo vuela. Suena algo masoquista, pero ojalá pudiéramos entrenar más”.
– ¿Cómo se compagina eso con los estudios o las relaciones personales?
“¿Sinceramente? Como buenamente podemos. Yo hago un sobreesfuerzo. ¿Que no te apetece salir? Te obligas un poco, porque, si no, no sales nunca. Antes yo salía de entrenar a las diez de la noche, iba a casa, me cambiaba, cenaba y salía. ¿Los sábados con entrenamiento por la mañana? Almorzaba y salía luego. Tengo la suerte de que mi madre y mis amigas me apoyan muchísimo. Así es todo más sencillo”.

– Su madre, me dice, es uno de sus pilares.
“Le agradezco que siempre haya estado a mi lado durante toda mi carrera deportiva. Me ha apoyado en todas mis locuras. De repente dejo la gimnasia y luego vuelvo, me apoya; dejo individuales y hago una locura que era competir por competir, sin ir a un Nacional, también estaba mi madre. Ahora, con esto de irme a Polonia de Erasmus, luego volver a solo a competir en el Nacional y demás, también total apoyo. También para mi entrenadora, que me ha aguantado todo esto y ha seguido contando conmigo, solo tengo palabras de agradecimiento. Yo llego llorando y mi madre está a mi lado, me dice que siga. Es duro, porque lo normal es que una madre, si te ve pasándolo mal, te diga que lo dejes, pero ella no, ella todo lo contrario. Entiende mi pasión. ¿De mi entrenadora qué voy a decir? Cuando ni yo creía en mí ella sí lo hacía. Ha estado siempre ahí”.
– Usted estudia Psicología, algo que sigue sin estar extendido en todo el deporte, menos aún en el no profesional…
“Una de las razones por las que lo estudio es porque me hubiera encantado que yo hubiera tenido un acompañamiento psicológico. Suelen haber muchos problemas de TCA y demás derivados por la tensión y la presión. Cuando yo lo dejé me hizo muy bien ir a terapia, por lo que me gustaría implementarlo en los clubes”.
– Sigue siendo un tema tabú, me da la impresión de que, más aún, en el deporte masculino.
“Porque es un tabú en la sociedad en general. Hay gente que asocia ir a terapia con estar loco, cuando es todo lo contrario, es una ayuda. Creo que se va normalizando, pero queda”.
– Otro tema tabú, esperemos que cada vez menos y de manera rápida, es la irrupción de los niños en la gimnasia rítmica.
“A mí me gusta mucho la rítmica masculina. Tiene sus características especiales. Queda camino por recorrer, pero ese camino se está haciendo. El pasado fue el primer Campeonato de España en el que han tomado parte conjuntos mixtos que se han enfrentado a equipos solo femeninos, los tradicionales, por así decirlo. Fue un campeonato histórico”.
– La madre de Eneko Lambea, campeón de España de gimnasia rítmica en Primera Categoría, ha dicho que tuvo que aguantar insultos homófobos, simplemente, por querer practicar su deporte…
“Tengo un amigo bastante cercano, de un club de Tenerife que me ha dicho que lo ha pasado mal. Al final, lo pasas mal desde el colegio, porque ven que hace gimnasia y lo llaman ‘marica’. Pero la pasión por la gimnasia es tanta que eso queda en segundo plano”.
– De todo lo que ha ganado: ¿con qué se queda?
“Con tres momentos. Valladolid 2017, la primera vez que fuimos campeonas de España en la General y en las Finales en Primera Categoría. Ese es de mis favoritos. Fue un campeonato súper especial y súper bonito, con todo el público en pie. Sigo viendo el vídeo y me sigo emocionando. Lo viví con Leti, y con todas mis compañeras, pero, claro, ella había sido mi ídolo. Me quedo también con la temporada pasada, que no terminó también el Nacional en sí, pero quedamos terceras en el Euskalgym, un torneo muy importante, porque es una gala en la que vienen, por ejemplo, deportistas rusas a hacer exhibiciones. Era la primera vez que lograba una medalla sin tener a Leti al lado y sentí que podía lograr una medalla sin tener al lado a mi referente. Sentí que era capaz si que me acompañara de la mano y fue tras estar un año retirada. Y la de este año. Logramos cuatro medallas tras estar pico y pala. Siempre recordaré este Campeonato de España porque muchas de mis compañeras, de las cinco que somos, se retiran. Lo hicimos desde el cariño, porque era el último todas juntas”.
– Usted no tiene intención de dejarlo.
“No. Me siento estupenda. Tras el parón que tuve no me veo para retirarme. Es más, disfruto ahora más con la gimnasia que cuando era pequeña”.
– ¿Por qué son tan buenas las gimnastas del Este?
“Le dedican muchas horas. Yo he llegado a la conclusión, de broma, que hace tanto frío en esos países que pasan mucho tiempo en el pabellón. Ellas trabajan mucho. Nosotras también, pero creo que lo de ellas llega casi a ser inhumano, porque no hacen otra cosa que entrenar”.
– En otros países parece que se trata mejor a sus deportistas.
“Sí, en España la gimnasia rítmica te cuesta dinero. Cuando ganas un campeonato te ponen un trozo de metal en el cuello, pero no te ayudan ecoómicamente”.
-Me ha sorprendido lo caro que es el material que utilizan.
“Un maillot, depende, claro, pero como suele tener piedras de Swarovski, cuesta 500 o 600 euros y los usas solo una temporada. Una pelota, 90 euros. Solemos tener dos aparatos, uno de entrenamiento y otro de competición, y los de competir son más caros porque son más bonitos. Yo siempre digo que me equivoqué de deporte. Luego ves a deportistas de mi edad que, siendo medianamente buenos, ganan dinero jugando a fútbol o tenis y nosotras nada”.
– ¿Qué le queda por hacer en gimnasia rítmica?
“Cuando yo me retiré era campeona de España en Primera Categoría, podría decirse que no me quedaba más por conseguir, pero cuando regresé lo hice para disfrutar. Con la edad que tengo, seguir haciendo gimnasia es para eso. Yo disfruto mucho al sentir el apoyo del público cuando salgo a competir. Eso es lo que más me gusta. También disfruto de los entrenamientos, pero la competición me encanta”.

– ¿Cómo entrenaba durante el confinamiento?
“Vivo en una casa muy pequeña y fue difícil seguir entrenando, no solo por el espacio, sino por la motivación. A todos nos afectó, pero cuando estás tan acostumbrada a entrenar tanto, tienes que adaptarte a hacer flexibilidad o preparación física. La entrenadora se esforzaba muchísimo para mantener la motivación. Se dejó la piel. No fue nada sencillo”.
– ¿Cree que hemos aprendido algo de la pandemia?
“Yo pensaba que saldríamos mejores, pero ha reforzado el egoísmo, el mirar solo por ti. Me da pena. En la gimnasia, el compañerismo es clave, por lo que me chocó mucho que no salgamos mejores. Igual cuando se acabe de verdad, porque no se ha acabado y no tiene pinta de que se acabe pronto, sacamos algo positivo”.
“No vale con no ser fascista, hay que ser antifascista”
– Usted se declara, abiertamente, feminista y antifascista. No es habitual que una deportista reconocida se manifieste con tanta claridad.
“De hecho, mis compañeras, o mi entrenadora, me dicen que estoy siempre metida en jaleos y debates con todo el mundo, pero yo sigo mucho mis ideales. Es lo que he aprendido en casa y lo que, luego he ido leyendo. Yo, abiertamente, soy de izquierdas, muy, muy feminista y antifascista. He vivido la violencia de género muy, muy de cerca, casi en toda mi familia. Por eso me posiciono siempre”.
– ¿Le sorprende que en 2021 demos pasos atrás en temas tan importantes, que deberían estar al margen de debates, como la violencia de género?
“Me sorprende y no me sorprende a partes iguales. Le hemos dado mucha voz a partidos como Vox, a la ultraderecha. La culpa, incluso, la hemos tenido la gente de izquierdas, por darle bombo a todo esto. Les hemos dado publicidad, aunque sea enfadándonos. Esta gente ha ido entrando poco a poco, sus ideas han calado y se ha normalizado un discurso de odio, de no creer. La gente ya ve hasta normal decir determinadas cosas que no deberían serlo”.
– Hace pocos años declararse antifascista era, casi, un deber moral, eso también parece haber cambiado peligrosamente.
“No vale con no ser fascista, hay que ser antifascista. No vale estar contra el machismo, debes ser feminista, debes querer la igualdad. A mí me tachan de extremista. Si ser de extrema izquierda es estar a favor de los derechos humanos, lo soy. Me parece estupendo”.
– En esto, mucha gente se ha puesto de perfil, se han mantenido en la equidistancia.
“La gente de ‘ni de derechas ni de izquierdas’, para mí, suelen tirar más a la derecha. Si no te estás posicionando, estás más del lado opresor que del oprimido. Sinceramente: si vives una situación en la que una mujer está siendo maltratada y dice ‘yo no me meto’, apoyas al maltratador.
– Entonces, como leo en su perfil de Twitter: ¿antifascista siempre?
“Siempre”.