
Su hábitat natural es el laboratorio, lugar desde donde ahora estudia a nuestro enemigo número uno: la COVID-19. Lo hace en busca de datos que permitan saber qué es, cómo se comporta y de qué forma podremos salir de la profunda crisis sanitaria que nos acecha. La misma que se ha llevado por delante más de tres millones de vidas humanas, a las que se unen los 155 millones de contagios, algunos con secuelas de por vida. Y es que Jacob Lorenzo Morales, director del Instituto de Enfermedades Tropicales y Salud Pública de Canarias, se ha sumado a la lucha contra el patógeno desde su campo de acción, con especial preocupación en las últimas semanas por la aparición de nuevas variantes del virus, así como la posibilidad de que el Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC) tumbe las medidas de prevención de contagios, como el toque de queda o la restricción de la movilidad, y pierdan su efecto al expirar hoy el decreto del estado de alarma.
-¿Le preocupa la cepa india?
“En estos momentos sí. Estamos viendo que tiene una alta tasa de expansión. Y, si bien la situación actual de la India depende también de la sanidad de ese país y las medidas preventivas, tememos que si llega a nuestras fronteras podamos tener un problema sanitario bastante grave”.
-¿Qué hay de la británica? Al principio se decía que podía ser, incluso, más letal que la original.
“Al final se ha convertido en la cepa predominante en la mayor parte de nuestro territorio. De hecho, en Canarias el 80% de los casos que hay son de esa variante. Y la clínica que cursan los pacientes infectados con la cepa británica no es tan grave como esperábamos, pero sí ha conseguido colonizar la región”.
-A efectos prácticos, ¿qué implicaría la expansión de la cepa india en el Archipiélago?
“Lo estamos viendo en la India: no tienen oxígeno y todos los hospitales están saturados. Nos podría ocurrir lo mismo si esa cepa nos llega y resulta exitosa. Si se cumplen los supuestos científicos de que es bastante contagiosa y además mucho más virulenta, podríamos llegar a un colapso de nuestros hospitales, de nuestros centros de atención primaria, que, recuerdo, ya están bastante mermados con este año y medio de pandemia”.
-Sin embargo, ya se sabía que el virus acabaría mutando.
“Todos los virus de ARN, donde se incluye a los coronavirus, mutan frecuentemente, aunque el SARS-CoV 2 no lo hace tan rápido, para sorpresa de la comunidad científica. Estas mutaciones pueden no tener sentido y ser descartadas, o pueden tener sentido desde el punto de vista de adaptarse al hospedador. Por ejemplo, en la cepa británica ha mutado la proteína S, que le permite fijarse mejor a nuestras células, y esta cepa de la India tiene una doble mutación en esa región, por lo que, de nuevo, se está adaptando a nuestro cuerpo. Eso es lo preocupante”.
-Al inicio de la pandemia se decía que las mutaciones, probablemente, serían más contagiosas, pero con desarrollo leve.
“Con la cepa británica parece que sí se cumplieron esos pronósticos. Lo que pasa con la cepa india es que todavía no sabemos realmente qué es lo que está ocurriendo, si es igual que la británica, altamente contagiosa, pero no tan virulenta, o no. Vemos muchas muertes, pero no sabemos si está relacionado con la variante o también las condiciones de ese país, que no son óptimas para controlar la expansión. Tendremos que esperar, pero tenemos los ejemplos de otras variantes que sí han sido más virulentas: la de Brasil, que ha arrasado, y la sudafricana, de la que no debemos olvidarnos porque, además, las vacunas actuales que tenemos en el mercado no son para nada efectivas frente a ella. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido de lo mismo con esta de la India”.
-Cuando dice “más contagiosa” o “más virulenta”, ¿a qué se refiere en cada caso?
“Que una variante sea más contagiosa indica que tiene mejor capacidad para unirse a su hospedador. Y el término de virulencia está relacionado con la clínica de la patología: va a señalar que un mayor número de pacientes va a entrar con cuadros de insuficiencia respiratoria y va a acabar en una UCI”.
-Se ha escrito mucho sobre las vías de transmisión, pero, ¿se da por descartado el contagio por contacto con superficies? Parece que todavía hay debate.
“Aquí la comunidad científica sigue dividida. Al ser un virus respiratorio, se va a transmitir a través del aire, por las gotículas que producimos al hablar, al respirar, al estornudar. Hay colegas que dicen que la transmisión por superficies no es posible o que el riesgo es muy bajo, mientras que otros no lo tienen tan claro. Yo siempre digo que si alguien infectado se ha sentado en una silla, ha estornudado y viene una persona justo después y toca esa superficie, obviamente las partículas van a estar llenas de virus y se va a infectar. Si han pasado varios días, hay estudios que indican que, dependiendo de la cepa y del tipo de superficie, la capacidad de supervivencia del virus va a variar. Pero depende”.
-¿Qué hemos hecho mal para que surjan todas estas variantes, aparentemente sin control?
“Por un lado, no hemos sido lo suficientemente solidarios como sociedad. Muchos guardamos el confinamiento cuando tuvimos que hacerlo; muchos seguimos cumpliendo las medidas preventivas, pero muchos otros no. Hacen reuniones sociales y familiares donde se incumple la normativa, y se están formando brotes de infección. Ese sería el problema en nuestra sociedad; a nivel mundial, pese a que la OMS indicó que sería adecuado que las vacunas se distribuyeran de manera equitativa, esto no ha ocurrido, y de nuevo vuelvo a la India, porque tenemos el ejemplo perfecto. A principios de año, tenían una tasa de vacunación bastante rápida, hasta que los países más desarrollados colapsaron el mercado y ahora no le llegan suficientes vacunas”.
-Si siguen apareciendo nuevas cepas, a pesar de conseguir el 70% de la población vacunada, ¿seguiremos en riesgo?
“Obviamente, con algunas variantes de este virus las vacunas van a tener que modificarse. Las vacunas de ARN mensajero son muy sencillas de modificar; las podemos adaptar a las nuevas secuencias que se obtengan. De ahí la importancia de la secuenciación genética, porque necesitamos conocer la información de cada una de las variantes que vamos encontrando, de tal forma que se puedan adaptar en tiempo real estas vacunas”.
-Es curioso, porque la primera recreación en 3D del SARS-CoV 2 se publicó en enero.
“Sí, pero lo que tenemos que tener claro es que el virus en sí no va a variar. Lo que va a variar es su información genética. Un virus está formado por ARN o ADN y una cubierta mayoritariamente de proteínas. Esta morfológicamente no cambia; lo que cambia es la información genética, que le permite unirse o infectar mejor a sus hospedadores, porque sin ellos, el virus desaparecería”.
-Dentro del catálogo de vacunas que tenemos y de las que están por venir, hay un rasgo particular de la propuesta española: la inmunidad esterilizante. ¿Eso le da algún tipo de ventaja?
“Las vacunas de ahora no nos protegen de la infección. Simplemente previenen los síntomas, para que si llegamos a estar infectados sean muchísimo más leves. La vacuna española va a prevenir la infección, va a evitar que el virus sea capaz de infectarnos porque usa un tipo de tecnología totalmente diferente”.
-¿Es posible que sea de las últimas, pero la definitiva?
“Esperemos que sí. De todas formas, al estar basada en fragmentos del genoma del SARS-CoV 2, puede que alguna de las variantes no consigamos bloquearla. Pero repito: se pueden adaptar sobre la marcha y cubrir un mayor número de variantes, tanto las de Pfizer y Moderna como la española”.
-¿AstraZeneca sí o no?
“AstraZeneca sí. Es una vacuna segura en el rango de edad en el que la estamos aplicando. Está basada en un sistema de adenovirus, que se utilizan como transportadores de otros genomas, por lo que la inmunidad que genera es mucho más prolongada en el tiempo. Estamos viendo que Pfizer dice que vamos a tener que recibir una tercera o una cuarta dosis para mantener la inmunidad. Con AstraZeneca eso no va a ocurrir”.
-Sin embargo, se estudia la posible causa-efecto de AstraZeneca y los episodios de trombos.
“Estamos viviendo un proceso de vacunación con un producto nuevo en tiempo real. Se han hecho ensayos clínicos y se han visto efectos secundarios, como se dan en cualquier otro tipo de medicamento que existe en el mercado. Con Pfizer también se han indicado casos de miocarditis. Pero esos efectos secundarios afectan a un porcentaje tan ínfimo de la población que yo, personalmente, creo que el riesgo de ser infectados es mucho mayor que el riesgo de ponerte estas vacunas”.
-El hito de desarrollar vacunas en tan poco tiempo, ¿abre la puerta a hacer lo mismo con otros virus o enfermedades?
“El primer precedente que a mí me gusta destacar de todo esto es que, si inviertes en ciencia, la ciencia te responde y te produce resultados rápidamente. Si no inviertes, como España, todo sale mucho más lento. La vacuna española va a ser muy buena, pero la falta de financiación ha hecho que la carrera de las vacunas la perdamos. Y con respecto a la tecnología empleada, ya estaba establecida, lo que hemos visto es que se puede aplicar al SARS-CoV 2, y también se adaptará a cualquier patógeno que pueda surgir en el futuro”.
-¿Tiene esperanzas de que se alcance después del verano el 70% de la población vacunada?
“Creo que con la velocidad de vacunación que tenemos ahora, pese a contar con una coordinadora de vacunación que es una verdadera profesional, Begoña Reyero, no vamos a llegar a inmunizar al 70% de la población antes del verano. Sobre todo, porque las farmacéuticas no están cumpliendo con los plazos de entrega, y esos problemas logísticos van a hacer que se retrase el proceso”.
-¿Cómo dibuja el final de la pandemia? ¿Nos quitaremos la mascarilla algún día?
“Estamos viendo países donde ya se está indicando que si tienes las dos dosis de la vacuna, no hace falta que te pongas la mascarilla; puedes ir por la calle sin ella. Yo sería más cauto, no abriría la puerta tan rápidamente, porque estamos conviviendo con un patógeno que surgió hace un año y medio, lo estamos empezando a conocer y no sabemos cómo va a reaccionar frente a nosotros. Podríamos relajar las medidas sociales cuando lleguemos a esa inmunidad, pero yo seguiría manteniendo mascarillas en lugares cerrados, el uso del hidrogel y el mantenimiento de la distancia, hasta que veamos cómo vamos evolucionando”.
-¿Y en una línea temporal? ¿Se atrevería a situar el final?
“Me encantaría decir un plazo, pero no lo sé. Hay que esperar, sobre todo, a ver lo que ocurre al final del verano, porque llegan las vacaciones, las aglomeraciones, y puede que tengamos de nuevo otra ola de infecciones, porque culturalmente nosotros nos agrupamos, y tenemos que darnos cuenta de que no podemos, porque haciendo eso es como permitimos que el virus siga expandiéndose”.
– Que se prolongue durante tanto tiempo está provocando la llamada ‘fatiga pandémica’…
“Todos la tenemos, a nivel mundial. Los sanitarios de primer orden, que están con los pacientes, y los de segundo orden, que hacen test en los laboratorios; o la gente que trabaja en los supermercados y el personal de limpieza, que han estado al pie del cañón. Tener mascarilla, mantener las distancias y no poder abrazar a tus familiares drena psicológicamente, pero tenemos que aguantar. Si no lo hacemos, podemos perder esta batalla, de la que estamos a punto de salir. Debemos seguir en tensión”.
– ¿Teme lo que va a ocurrir cuando se levante el estado de alarma a partir de este lunes?
“Lo temo por cómo el Gobierno o las entidades locales van a generalizar las normas que se deben cumplir. Ahora estamos con restricciones de movilidad y toque de queda. Sin el paraguas del estado de alarma, este tipo de medidas no se pueden tomar, y, de hecho, el problema lo vamos a encontrar con que cada comunidad va a poner sus medidas. Me preocupa que no vamos a ser homogéneos a nivel nacional”.
– Cuando dice “homogéneos”, ¿se refiere más al tipo de medidas que al grado de aplicación?
“Exacto. Ya lo vimos durante la desescalada, cuando, por ejemplo, en Canarias no se permitía fumar y en otras comunidades sí. Eso es lo que me preocupa. Si no tenemos homogeneidad, al final vamos a estar expandiendo el virus de un lugar a otro”.
– ¿Ha seguido la labor del comité que asesora al Gobierno?
“Al principio de la pandemia se creó un comité, cuando estaba la consejera de Sanidad anterior, Teresa Cruz, donde, de hecho, estábamos incluidos tres miembros del Instituto de Enfermedades Tropicales. Luego se aprobó un nuevo comité y nunca se nos comunicó que dejaríamos de asesorar al Gobierno, pero ya no se contó con nosotros. He visto lo que han hecho desde entonces. De forma general, lo han hecho bien, y hemos tenido resultados bastante buenos en Canarias. Pero echo en falta que hubieran incluido a un mayor porcentaje de científicos, porque las personas que están en ese comité, con la excepción de Antonio Sierra, catedrático de Microbiología, no están directamente relacionadas con la parte científica y con el diagnóstico de patógenos emergentes”.
– ¿Cuál es la utilidad del toque de queda decretado?
“Busca evitar que los sectores más jóvenes se agrupen, y que la gente de 30 y tantos años se siente a hablar en la calle, en un bar. Al indicar que a las 23.00 todo el mundo tiene que estar en casa, ese tipo de reuniones sociales se evitan, que ya hemos visto, al principio de la pandemia y durante estas últimas olas, que son un punto clave para evitar brotes de infecciones”.
– ¿Y del cierre de los comedores interiores en hostelería?
“La utilidad, pese a que algunos miembros del comité científico actual no están de acuerdo, tiene que ver con que si no hay una ventilación adecuada y hay personas infectadas que no lo saben, en un espacio cerrado la expansión del virus podría ser mucho más grande. Y claro, la buena ventilación la puedes conseguir en el sur de Gran Canaria, donde hace mucho calor, pero en La Laguna no es viable; no puedes tener todas las ventanas abiertas por la noche, porque la gente se muere de frío”.
– ¿A qué podríamos achacar que Tenerife sea el único territorio donde parece que no funcionan las medidas o tardan más en surtir el efecto deseado?
“Como científico, soy una persona a la que le gusta mucho observar, e invito a la gente a que observe. Si ahora mismo vamos a un centro comercial, lo veremos lleno; no se controla como se debería el aforo, y la gente no está yendo a comprar e irse, está yendo a pasear, y eso ha ocurrido con un nivel 3 de alerta sanitaria. Obviamente no se están cumpliendo las medidas”.
– ¿Hay alternativa al uso generalizado de mascarilla? Fernando Simón reconoció que solo se aplica porque no hay manera de saber quién está infectado.
“Alternativas hay, y se han intentado hacer. Por ejemplo, cribados a sectores de la población. En Tegueste se hizo un programa para ver la cantidad de asintomáticos que había. ¿Qué ocurre? Que la gente no acude, entonces si solo cubres un porcentaje de la población, no sabes nada de la situación real que existe”.
– Encaramos una apertura inminente al turismo de cara al verano. ¿Cómo lo ve?
“¿Abrir el turismo? Por supuesto, pero de forma pausada y controlando con las medidas sanitarias adecuadas. En Canarias se ha hecho muy bien, tenemos pruebas de infección activa requeridas a las personas que lleguen, y se ha instaurado que se pueda volar con islas en nivel 3 siempre que se cuente con un test”.