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Guillem López, catedrático de Economía: “En España se ha perdido un millón de años de vida de forma prematura por la COVID”

Guillem López Casasnovas, catedrático de Economía de la Universidad Pompeu Fabra
Guillem López Casasnovas, catedrático de Economía de la Universidad Pompeu Fabra. | Tony Cuadrado

Licenciado en Economía y Derecho, doctor en Economía Pública, catedrático de Economía en la Universidad Pompeu Fabra de Cataluña, consejero del Banco de España durante 12 años o miembro del comité de expertos que asesora a Pedro Sánchez para llevar a cabo una futura reforma fiscal en España. Guillem López Casasnovas es una de las personas que mejor conoce en España el funcionamiento del sector público español, y en particular el relacionado con el ámbito sanitario. Ha estado en Tenerife en una estancia corta de investigación organizada y financiada por la Universidad de La Laguna, centro en el que impartió el seminario titulado El interfaz de la economía y la salud en razón de la crisis COVID-19. DIARIO DE AVISOS pudo hablar con López Casasnovas sobre la gestión de la pandemia en España, en la que otorga todo el mérito del trabajo hecho a los profesionales del sistema sanitario, que fueron capaces de dar un paso hacia adelante y asumir la toma de decisiones, que un sistema poco flexible y jerarquizado no acertaba a dictar. El catedrático también es coautor de uno de los artículos más difundidos durante la pandemia, que entró en el ranking del 5% más leído en todo el mundo, y que versó sobre los años de vida perdidos de forma prematura durante la pandemia. “Solo en España se ha perdido un millón de años de vida por culpa de la muerte prematura de miles de personas”, sentencia.

-¿La pandemia ha venido a desmontar el mito de que España tiene la mejor sanidad del mundo?
“Los que me conocen saben que he pasado muchas horas en cocina, participando en la toma de decisiones de política sanitaria, y por tanto, lo que digo no son insensateces proclamadas desde una torre marfil, eso me permite ver las dos caras de la moneda, en la que ni las cosas son tan buenas como nos hacen creer (el mejor sistema del mundo), pero tampoco son tan malas como otros quieren hacer ver. Una vez dicho esto, con un sistema como el nuestro, que está jerarquizado, estructurado, estatutario, donde hay un vínculo de mando y ordena, con grandes entes como el Insalud, o los servicios regionales de salud, ante un shock como el que hemos vivido, creímos que funcionaría como una cadena, y que tendría una capacidad de reacción más ágil. Pero no fue así. La situación se solucionó con un paso al frente de los profesionales, que, viendo lo que estaba pasando e independientemente de su estatus profesional, dijeron “me necesitan en un sitio” y allí fueron. Solucionaron las contingencias y las indigencias de los sistemas jerarquizados. Ahora mismo estamos en fase de recuperar la gobernanza de las instituciones, y esperemos que pongamos unos mejores fundamentos para que esto no vuelva a pasar”.

-¿Y qué se supone que falló?
“Se supone que, precisamente, la gran ventaja de los Servicios Nacionales de Salud, frente a otros más del tipo aseguramiento social, como ocurre en los países de nuestro entorno, es precisamente esa jerarquización. Pero lo cierto es que en esos otros sistemas, en los que se trabaja con una red de proveedores, con hospitales gestionados por mutuas, por consorcios, en los que ponerse de acuerdo fuera más complicado, mostraron que, al tener mucho más identificados a sus responsables, la toma de decisiones fue más ágil. Si tienes un responsable en el almacén, habrá repuestos; si hay responsables, la gente amortiza por si acaso hay que responder. En un servicio nacional de salud como el nuestro, tener un almacén lleno por si acaso sería un despilfarro para el interventor de turno, en el que amortizar nunca ha sido una opción”.

-¿Y cómo se evita que se repita esta situación?
“Pues dotando de músculo suficiente al Centro de Vigilancia Epidemiológica para que no tenga que aparecer de la mano del Ejército, o ver cómo, hasta que no entraron los epidemiólogos (muchos españoles que estaban en la diáspora) a reforzar la estructura, el pobre director del centro se movió en una cierta indigencia. Así que, cuando tienes una gestión sanitaria muy politizada, porque no tienes órganos de gobierno claros o copados por la clase política, el gerente no tiene capacidad de decisión, porque espera que le digan lo que tiene hacer, y el mando intermedio espera al consejero, y el mismo espera al ministro, y si no es de su mismo partido, irá por su cuenta, y entonces empieza el lío. Así que para conseguir una estabilidad entre una cosa y otra hay varias vías”.

-¿Cuáles son?
“Yo siempre recomiendo dos. Por un lado, está la de contar con órganos de gobierno en los que la sociedad civil esté presente y que sean lo más plural políticamente posible. Por ejemplo, la ciudad de Sabadell tiene un gran hospital y cuenta con un consorcio que lo gestiona, en el que su presidente es un prohombre de la ciudad, que se juega su prestigio, no su dinero, y tiene un órgano de gobierno en el que están representados la Diputación, el Ayuntamiento y la Generalitat. Esto da estabilidad, porque es difícil que se dé a la vez el cambio en los tres gobiernos. La segunda vía, más atrevida, es una en la que deberíamos pensar que hay suficientes profesionales con capacidad gestora como para autogestionarse. El ejemplo que uso aquí es el de Atención Primaria, donde existen entidades básicas asociativas, conformadas por médicos de Atención Primaria, que se constituyen en cooperativa y, a cambio de una financiación prospectiva (en base al número de cartillas que atienden), ellos tienen capacidad de decisión. No pueden trasladar sus excesos de costes a terceros, tienen que ir con cuidado, y tienen incentivos a la prevención, porque si esto les ahorra actividad, mejor para ellos”.

-Esta pandemia también ha puesto de manifiesto que el binomio salud-movilidad impacta de lleno en la economía…
“En Economía de la Salud siempre se analizaba cómo la economía tenía que tirar para hacer financieramente sostenible al sistema de salud. Ahora, lo que se ha puesto de manifiesto es que se necesita un sistema sanitario solvente, es decir, que solucione problemas, para que la economía funcione. Efectivamente, con la pandemia, se han mostrado las insuficiencias de nuestro sistema sanitario. Como experto me ha tocado mojarme, con aquello de y tú qué harías. Lo que dije es que estábamos en un escenario de incertidumbre, que no de riesgo, porque ahí puedes asignar probabilidades, porque ha pasado antes, pero en incertidumbre no sabemos qué va a pasar con nada de lo que decidamos. No sabíamos la evolución del bicho, ni el resultado de las medidas que se tomaban para ver si lo matabas, lo buscábamos en las calles y estaba campando en las residencias. Por tanto, ante la incertidumbre, se opta por la salud primero”.

Guillem López Casasnovas, catedrático de Economía de la Universidad Pompeu Fabra. | Tony Cuadrado

-¿Se hizo bien, mal o se pudo hacer mejor?
“Aquí se llega llorado. Lo hicimos lo mejor que supimos, lo cual no quiere decir mucho, quiere decir que sabíamos poco. Y hasta que en el Centro de Vigilancia Epidemiológica no se abrieron a visiones diferentes, de gente de fuera, no se pudo avanzar mucho. Luego se hizo un seguimiento muy claro, y llegó Europa, que ha musculado un canal obturado, el del gasto. Si nos hubiesen dejado a músculo propio, España no habría ni podido comprar vacunas siquiera”.

-Usted defiende que la mejor solución es vacunar, vacunar y vacunar. En ese contexto, ¿qué opina de la liberalización de patentes?
“Yo siempre dije que lo que dijera el G7 iría a misa, que no le diéramos tanta importancia al análisis académico, porque el tema de las patentes no lo ha resuelto ni la teoría de la Economía Industrial, ni de la Economía de la Salud, ni si es bueno, ni si es malo, o qué alternativas hay. Así que cuando Biden se mueve y dice que hay que utilizar la cláusula de cesión de la OMS, pues bienvenida sea. Cuando Biden dice esto, la reacción de la industria primero es hostil, y luego si ellos lo piensan bien, les conviene adelantarse, y hacerlo voluntariamente, porque así ellos controlan algo del proceso de unas vacunas de ARN mensajero ,que llevan un contenido tecnológico aplicable en otras cosas, y quizá la propia industria quiera filtrar el contenido. Así que en mi primera apreciación dije, esto va a acabar así”.

-Pero no acabó así…
“No acaba así porque Biden, ante las presiones de la industria, renuncia, y se ha sumado a lo que decían los que no pensaban como yo, que es dar a Covax vacunas compradas para que las distribuyan. A mí esta solución me gusta menos porque tardaremos la tira, y vamos a montar algún pollo, entre vacunas caducadas, o que no se utilizan, y que mandamos a saber dónde. Habrá qué ver que utilización se les da en algunos países menos desarrollados, o si caen en manos de gobiernos que son capaces de sacar un copago. Es un sistema que lo veo más desordenado. Pero como soy esclavo de mis palabras, y dije que lo que diga el G7, pues eso”.

-Usted es coautor de unos de los artículos de mayor impacto en la pandemia, con el cálculo de los años de vida perdidos por culpa de la COVID, que cifra en todo en el mundo en más de 20 millones…
“Es un artículo que entró entre el 5% de las noticias más leídas en el mundo. Su origen partió de las afirmaciones de esos economistas más atrevidos que empezaron con cosas como, ‘bueno, son gente que se va a morir igual, no se perderán tantos años’, en referencia a las personas mayores, que eran las más afectadas. Entonces me dije, por qué no lo miramos. El resultado fue que, en España, los años de vida perdidos han dado una cifra en torno al millón, vidas prematuramente perdidas, muertes que sin la pandemia no hubieran sucedido, es decir, si no hubiéramos tenido este problema no los hubiéramos perdido. Por tanto, no podemos decir que esto es como una gripe, como se decía al principio”.

-¿Cree que el ritmo de vacunación es el adecuado?
“Estamos bastante a tope, no hablo por todas las comunidades, pero las que conozco, Cataluña y Baleares, van a toda marcha. Y esta seguridad va a permitir una recuperación económica muy rápida, a diferencia de la crisis anterior. La financiera me pilló 12 años en el Banco de España con todas las cañerías obstruidas, donde el crédito no fluía, con las hipotecas en morosidad… Entonces, desatascar eso era un problemón. En cambio, lo de la COVID, como la gente se anime, y se tire por la ventana con unas tasas de ahorro que se han más que duplicado, con el dinero europeo, esto va a eclosionar. El peligro está en que los recursos se usen para hacer lo mismo que hasta ahora y no para transformar, que es su fin último”.

-En un país en el que la pandemia ha mostrado a los mayores como los más vulnerables, en un país envejecido, ¿está preparado el sistema de salud para atender a esta población más frágil?
“Sin una integración con lo sociosanitario no vamos a poder solucionarlo. Esa es una de las consecuencias del mando y ordeno, ministerios segmentados, instituciones cerradas o abiertas, los domicilios dejados de la mano de Dios. No puedes sanitarizar las residencias, ni puedes hacer que hospitales sean centros de crónicos y no puedes tener una asistencia sanitaria que le dé la espalda a los mayores dependientes. Ha sido muy doloroso ver cómo algunas residencias sacaban su beneficio con la compra de los fármacos de sus residentes. Hay que poner orden, y la gobernanza más integrada”.

-¿Sale reforzada la idea del Estado del Bienestar?
“Sí. La pandemia lo ha reforzado porque ha mostrado una mejor consolidación de ese Estado del Bienestar. Pero también hay que tener en cuenta que el músculo exhibido ahora para financiar mejor el sistema sanitario y el social no será suficiente si no arreglas los descosidos. Tienes un tanque de petróleo que pierde. Si el coche no tiene fuerza, ponerle más gasolina no es la solución. Ahora mismo, hasta el 2024 está toda la parte de fondo perdido, y de ahí al 2026 la parte que es a crédito, un crédito que si no lo paga España, lo pagará Alemania, y como el precio del dinero está muy bajo, nadie se va a arruinar por hacer frente a esos pagos. Pero más allá de 2026 habrá que ver qué hacemos para aumentar la recaudación, porque el dinero europeo es inversión, gasto de capital, y en el sistema sanitario necesitamos gasto corriente, y ahí tenemos que ver de dónde sale”.

-¿De dónde cree usted que puede salir?
“O se suben los impuestos, algo en lo que ya trabaja España con una comisión que estudia la aplicación de una futura reforma fiscal, de la que formo parte, o se aumentan las bases, con la recuperación económica, o bajamos el fraude”.

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