
La crisis económica provocada por la pandemia de la COVID ha hecho que el número de personas en riesgo de pobreza, así como las familias sin recursos y con menores a cargo hayan crecido exponencialmente en muy poco tiempo.
Aunque muchos ciudadanos viven inmersos en su rutina, ajenos a menudo, a lo que suceda a su alrededor, lo cierto es que la situación de precariedad no deja de ser palmaria. También se da aquí, en Tenerife. Si no, que se lo digan a Nuri Díaz, una güimarera de 43 años que se desvive, literalmente, para que 2.200 familias de la Isla tengan comida, enseres y productos de primera necesidad.
Nuri es una especie de ángel de la guarda para estas personas que lo están pasando mal. Trabaja en un restaurante y cuando termina su jornada laboral, se entrega, en cuerpo y alma, a la ONG de la que es presidenta, Juntos somos más.
Esta güimarera no ha tenido una vida sencilla. De hecho, ha sido víctima de violencia de género. Algo que su entorno no sabía hasta hace poco y que ocultó para no preocupar y seguir volcada en su trabajo.
Cuenta a DIARIO DE AVISOS que cuando se decretó el confinamiento por la COVID, en marzo de 2020, se vio seriamente afectada, tal y como le pasó a mucha gente. “Necesité ayuda y acudí a Nadie sin comer, una ONG que ayudó a 40.000 familias durante la pandemia”. Era una época en la que, además, empezó a colaborar con la organización. Dice que resultó “una experiencia muy dura, pero a la vez, maravillosa”.
“Fueron mi salvación y me uní a ellos. Con el tiempo llegué a ser coordinadora de Granadilla” y cuando la ONG cesó su actividad, se quedó al frente de esa organización que finalmente se convirtió en Juntos somos más, como ahora la conocen todas las familias que acuden a recibir ayuda.
Trabaja de forma altruista, desinteresadamente. Y lo hace “con mucho amor, porque me nace y porque me genera satisfacción”, explica.
Nuri es una de esas personas que no pasa desapercibida. Basta hablar con ella unos minutos para comprobar que tiene una fuerza enorme y que se hace querer rápidamente.
“No sé de dónde saco la fuerza”, dice, “pero tengo que ayudar a la gente”. Esto es algo que tuvo muy claro, cuenta, cuando una madrugada, una pareja mayor, que apenas podía hablar y tartamudeaba de los nervios y el hambre, le tocó a la puerta para pedirle un vaso de leche. “No pedían un bote de leche, solo un vaso. Llevaban días sin comer nada”.
Llora al contar esta historia que le marcó y que le dio el impulso para seguir ayudando a las familias más necesitadas. Lo logra gracias a las donaciones de empresas y entidades privadas, y gracias al esfuerzo de las voluntarias que entregan toda esa ayuda por el norte y sur de la Isla, a las que, a su vez, ayuda con comida, porque son personas que también se encuentran en una situación de vulnerabilidad. “No les puede faltar de nada”, dice.
Atiende a las familias cada 25 días. Familias de todo tipo. “He tenido que sacar a niños de debajo de un puente”, se emociona y llora al contarlo.
“Todos los días veo casos durísimos. Hay días que ni duermo. A veces me dan las seis de la mañana hablando con ellos porque son personas que, además, necesitan mucho apoyo. Los ves y los sientes agradecidos, y eso me llena. Eso no se paga. Te lo agradecen todo”.
Tiempo para ella apenas tiene. De hecho, asegura que a veces se “olvida hasta de comer”. Por cierto, en ocasiones, Nuri tiene que recurrir a esa mercancía solidaria porque su sueldo lo destina al alquiler, a la gasolina de las voluntarias, a las comidas, a los gastos médicos urgentes de las familias a las que ayuda… “Incluso pido anticipos para poder hacer frente a todo”.
Contagia alegría y ganas de salir adelante. Eso es indiscutible. Comenta que una de las cosas que ha aprendido trabajando en Juntos somos más es que ha “vuelto a creer de nuevo en la humanidad”.
Cuenta que hay mucha gente pasándolo mal, más de lo que solemos pensar. “Hay gente que viene a escondidas por vergüenza. Vienen con coches de alta gama, hasta con Porshe, que no pueden vender porque nadie se los compra. He conocido a gente que ha vendido las camas de sus hijos para darles de comer. Gente mayor con negocios y sin ayudas y que no cobran porque son autónomos. Da mucha pena, porque son personas que han trabajado toda la vida y podrían vivir bien a estas alturas”.
Ahora centra todos sus esfuerzos en ayudar a una familia venezolana que vive desde hace años en la Isla. Dos de sus miembros están gravemente enfermos, tienen un mal pronóstico y “requieren dos sillas de ruedas y 1.800 euros para volver a su país. Necesitan morir allá. Y trato de buscar la forma de conseguir ese dinero para que mueran tranquilos”.
“Yo no quiero nada de nadie, no quiero nada para mí. Solo quiero ayudar”. Es lo único que pide, donaciones para llegar a más familias. Todas esas que la llaman, le escriben o incluso la van a buscar, desesperadas, a su casa. Necesitan comida y productos de primera necesidad.
Sin duda, el caso de Nuri es digno de aplaudir. Tiene dos lemas que cumple a rajatabla y por los que recibe amor de la gente a la que ayuda. El primer lema dice que “la vida nos enseña que no puedes mirar al frente sin mirar a un lado”. El segundo, que aprendió de su abuela, “es que el agua y el saludo no se le niegan a nadie”.
Las cifras de la pobreza en Canarias
Canarias es la segunda comunidad autónoma con más porcentaje de población en riesgo de pobreza o exclusión social, por detrás de Extremadura. El número de canarios en una situación de carencia material severa prácticamente se triplicó durante 2020, por la crisis de la COVID-19, al pasar del 3,9 al 10,7% de la población, según el Instituto Nacional de Estadística. En las islas, sufre esa situación uno de cada tres ciudadanos, un 36,6 %, una tasa 10 puntos superior a la media nacional (26,5 %). En Canarias, en estos momentos, dos de cada tres ciudadanos no pueden afrontar gastos imprevistos, uno de dos no puede permitirse una semana de vacaciones, y uno de cada cinco se ha retrasado en el pago del alquiler, la hipoteca o los recibos de agua, luz o gas. La semana pasada, el presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres, anunció que este mes de julio serán transferidos los 30 millones de euros incluidos en los Presupuestos Generales del Estado de 2021 para financiar el programa de lucha contra la pobreza y prestaciones básicas de servicios sociales.