
Después de 20 años ha vuelto a cambiar la situación en Afganistán. Hace unas semanas, EE.UU. daba por finalizada la guerra en el país asiático y empezaba a retirar sus tropas. Momento en el que, como sabemos, los talibanes se hacían con el control de casi todo el territorio sin apenas oposición. Desde entonces, el terror se ha apoderado de la población, que ante la posibilidad de que los talibanes vuelvan a gobernar según una interpretación estricta de la sharía o ley islámica, intentan huir del país de la forma que sea.
Antonio Herrero es periodista y doctor en Ciencias de la Información. Es el único periodista canario que ha estado de misión con las tropas españolas en Afganistán. Estuvo en 2013. Asegura que sintió miedo y que, ahora mismo, el futuro de los afganos es poco esperanzador.
–¿Dónde estuvo cuando fue a Afganistán?
“Estuve con la brigada ‘Canarias’ XVI, en el segundo semestre del 2013. Casi todo eran unidades de la provincia de Las Palmas de Gran Canaria, aunque había un pequeño grupo del regimiento de infantería de Tenerife 49, que, además, eran los instructores de la XIII Brigada Afgana, un equipo de mentorización”.
–Decía en 2013 que Afganistán podía tener un futuro esperanzador.
“No se cumplió. Primero, porque al enemigo hay que derrotarlo no comprarlo. Mientras la comunidad internacional, incluida España, pagaba a los líderes insurgentes, estos no atacaban, pero no puedes estar pagando sin ver un avance, porque se convierte en una extorsión. Además, la sociedad afgana es primitiva y tribal. Por otro lado, cuando mezclas religión y política no puedes avanzar. Y es un país cuya producción se basa en el opio y, en menor medida, en el pistacho. Los talibanes controlan el 84% de la producción del opio a nivel mundial e imponen un impuesto del 10% a cada eslabón de la producción hasta que lo convierten en heroína. Para ellos es muy rentable. Tampoco tenían una mentalidad avanzada. Pensaban que mientras estuviera la OTAN y EE.UU. estaban seguros”.
–¿Qué les espera?
“La población lo va a pasar muy mal. Los talibanes van a imponer la sharía, la ley islámica en todo el país y si pueden exportarlo, mejor. Fue lo que hicieron hace 20 años. La situación es complicada también por los países limítrofes. Pakistán ha sostenido a la insurgencia en la clandestinidad y los servicios secretos pakistaníes han tenido mucho que ver en esto”.
–¿Cambiará la situación?
“A corto plazo, no. Estados Unidos gastó 140.000 billones en estos 20 años. Y por encima del dinero está el coste humano. EE.UU. perdió 2.500 hombres en atentados y combates. Y esto tiene un coste político muy alto. Afganistán es un país que nunca se va a valer por sí mismo. Ha sufrido un bloqueo económico y si siguen en la misma línea, y no creo que cambien, seguirá todo igual”.
–¿De qué forma afectará esto a Europa y al resto del mundo?
“Lo primero es la llegada de miles de refugiados. EEUU se comprometió a evacuar a 80.000 personas. Alemania y Reino Unido a unos 8.000, Francia a 6.000, y España a unos 2.700. Pero el problema más grave es que los talibanes presten el territorio, como pasó hace 20 años, para que organizaciones terroristas se preparen para atentar en Europa. El objetivo de un terrorista islámico es acabar con los apóstatas, las personas que no se convierten al Islam. Y esto debería preocuparle a EE.UU. y al resto del mundo. Los talibanes tienen territorio y un arsenal de armas, de último modelo, que les entregó el Ejército afgano”.
–¿Existe peligro?
“El peligro es real y es latente. Quien no lo crea solo tiene que leer para ver que es verdad”.
–¿Sintió miedo cuando estuvo allí?
“Sentí miedo, sobre todo cuando se acercaba la fecha. Yo lo pedí, quería vivir la experiencia, pero pensaba; quién me habrá mandado a mí. Pero sobre todo, me daba miedo cuando salíamos de patrulla. Esta gente no va de frente. Atacaban de noche o te ponen en el camino un explosivo improvisado de destrucción. Teníamos que ir con chaleco antibalas que pesaba cinco kilos, casco y viajábamos en vehículos blindados”.
-¿Vivió ataques?
“Sí. Nuestra base, en Kalai Nau, era contigua a la de la XIII Brigada afgana, que era a la que nosotros entrenábamos. Estaban en Ramadán y un día por la noche, se oyeron tiros. Me llevaron, muy protegido, al lugar donde dormíamos los periodistas y me dijeron que no encendiera la linterna porque estaban pendientes de cualquier señal para abrir fuego. Estuvimos hasta el día siguiente, hasta las cinco de la tarde, con el casco y el chaleco puestos”.
-¿Repetiría esta experiencia?
“Repetí. En 2017 fui al Líbano con las tropas españolas. A partir de noviembre, la Brigada Canarias se va al Líbano y el año que viene también le toca cubrir Mali. Mi idea es estar en esos dos escenarios. Mali me apetece mucho porque es donde ahora mismo está el meollo del integrismo que puede hacer bastante daño a España y, concretamente, a Canarias”.
-¿Con qué se queda de esta experiencia?
“Me quedo con todo lo vivido y con el conocimiento, porque no todo el mundo puede estar en una zona de conflicto. También, con lo agradecida que era la gente”.
–¿Qué opina sobre la vida de las mujeres allí?
“Todos los viernes repartíamos a los trabajadores afganos de la base una caja de comida. Y recuerdo que en una ocasión se acercó un coche de la familia de una trabajadora. Ella iba detrás, en el maletero, aguantando la tapa para no darse en la cabeza. El resto, todos hombres, menos una niña, delante. Pero también recuerdo la primera vez que vi a dos mujeres con un burka. Impresiona. Les vi los ojos y dije; Dios mío, qué prisión en vida. La situación que vive la mujer allí no es una quimera como mucha gente dice, es real”.
-¿Le cambió esta experiencia?
“Sí. Cuando lees a muchos doctores y catedráticos, y todos apuntan en la misma línea, y luego lo ves con tus propios ojos, compruebas que es verdad lo que contaban, que tenían razón. La situación geopolítica me sirvió para entender ese escenario en el que te mueves. Y, sin duda, me ha dado un plus para mi profesión. Son dos misiones como periodista a mis espaldas y esto da otro conocimiento y otra visión”.