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Los ‘músicos del tranvía’ critican las trabas a la cultura en la calle: “Si tocas, llaman a la policía”

Artistas del grupo ‘Chango Mantinga’ denuncian que tras vivir una pandemia todavía haya una “minoría” que quiera “reprimir” la música en vivo en Tenerife con denuncias, burocracia y gritos racistas
Para los artistas mexicanos Carlos ‘Guateque’ Sánchez y Pablo Arreola el tranvía es un escenario donde ganarse la vida. SERGIO MÉNDEZ

Para ir al trabajo, de compras o a clase. El tranvía forma parte del día a día de los tinerfeños que viven en el área metropolitana y su uso está tan arraigado que a veces ni reparan en qué hacen durante esos minutos de viaje. Puede que envíen whatsapps, lean el periódico o hablen con la persona que tienen a su lado. Aunque en realidad, eso da igual. El trayecto suele ser solo un trámite dentro de una rutina demasiado asimilada. Hasta que un día, dos voces les sacan de su mundo y les devuelven al sitio en el que estaban: “Probablemente ya / de mí te has olvidado/ y mientras tanto yo / te seguiré esperando”. Los mexicanos Carlos ‘Guateque’ Sánchez y Pablo Arreola entonan el temazo de Juan Gabriel, pero en la versión que al grupo Maná le valió un Grammy Latino, entre movimientos suaves sobre los raíles y la megafonía que anuncia la próxima parada, Plaza Weyler.

Carlos y Pablo se conocieron hace 21 años. Ambos tocaban en un grupo de rock latinoamericano en Ciudad de México, con el que también solían actuar en el metro. Más tarde se mudaron al Caribe mexicano, donde encontraron pareja y decidieron separar sus caminos. Cuando Pablo se quedó soltero el año pasado, Carlos le habló de Tenerife, una isla “con muy buen clima” a la que él vino a vivir hace doce años junto a su padre José Luis Sánchez Camacho, el último requinto de ‘Los Panchos’.

Aquí los dos amigos han vuelto a encontrarse para cantar otra vez en un tranvía bajo el nombre de ‘Chango Mantinga’, un grupo por el que han pasado decenas de músicos en los últimos años. Tocando el bongó, la guitarra y el tres cubano buscan la “generosidad” de los viajeros en cada trayecto para así subsistir, pero lo que realmente les gustaría es poder cantar en las calles y terrazas de la Isla, donde hasta ahora “si tocas, te llaman a la policía”, cuenta Carlos, quien estos años ha vivido todo tipo de situaciones mientras trataba de “ganarse el pan humildemente” gracias a la música.

“Yo ya me he curado de espanto miles de veces, ya sea con el vecino gritón o con los comentarios racistas. Como no somos de aquí, nos llaman Machu Picchu“, denuncia. Carlos cree que, al margen de la xenofobia, lo que mueve a quienes no quieren oír ni una nota musical en las calles es “esa molestia que siente aquel al que no le va bien y quiere que a los demás les vaya igual”. Al final, “son solo unos pocos los tiquismiquis, pero han logrado que un bar no pueda poner siquiera música ambiente”. Para él, lo que existe en Tenerife es una “represión de la cultura en la calle” y, especialmente, “de la música en vivo”, en un momento en el que la gente quiere empezar a salir de casa tras más de un año de restricciones por la pandemia.

El artista cree que en la Isla hay, además, una doble moral con respecto a los ruidos en la calle. Él vivió en el Toscal cuando se rodó la superproducción Bourne y recuerda que ahí “las explosiones y las calles cortadas” eran “bienvenidas por los vecinos”. También asegura que en Carnavales “los mismos que se quejan el resto del año, se disfrazan, ponen la música a todo volumen y presumen de ser parranderos”. La ironía de todo es que la mayoría de las canciones que ‘Chango Mantinga’ incluye en su repertorio suelen ser las más aclamadas en las fiestas: “Los canarios son muy dados a la salsa, la bachata y el merengue”.

Cantan temas como Lágrimas negras, El cuarto de Tula, Guantanamera o Plástico “porque sabemos que es lo que a la gente le gusta y el día que no las cantamos, nos las piden de muy buen rollo”, explica Carlos. El cuarto de Tula la llegó a interpretar junto al trompetista dominicano Nilo Caparrosa en la Calle Castillo, muy cerca de donde hoy está el mural que homenajea al músico que falleció en marzo de este año. El mexicano se acuerda de cuando “al Capa” lo echaban de todas las esquinas y de que incluso un día un vecino bajó de su casa para gritarle al oído: “Vete de aquí”.

Estos días entre los artistas se habla de la falta de iniciativas culturales en un destino turístico como Tenerife. Aunque también les es imprescindible reconocer “lo que se hace bien”, como el último Plenilunio en Santa Cruz, donde el Ayuntamiento contó con los músicos callejeros para el programa de actos. Pablo y Carlos piden que iniciativas como esa se repitan todas las semanas y, sobre todo, que se simplifiquen los permisos para actuar en locales de restauración: “Si en un bar hay música, la clientela entra y gasta. Y si se queda satisfecha, repite. Así funciona en Cuba y en México y, gracias a eso, el del local paga a sus trabajadores y a los músicos”.

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