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Bibiana Candia: “La ficción nos coloca de igual a igual con las víctimas de la historia; la realidad a veces no basta”

La escritora y periodista ha debutado en la novela con 'Azucre', un relato basado en la historia real de 1.700 gallegos que emigraron a Cuba a mediados del siglo XIX y acabaron convertidos en esclavos
La escritora gallega Bibiana Candia. / DA

La periodista y escritora Bibiana Candia (La Coruña, 1977) ha protagonizado la más reciente entrega de Diálogos de escritura, el ciclo de TEA Tenerife Espacio de las Artes que coordina Izaskun Legarza. La también poeta habló acerca de su primera novela, Azucre (Pepitas de Calabaza, 2021), un relato sobre las vicisitudes de 1.700 gallegos que llegaron a Cuba en 1854 huyendo de la miseria y acabaron como esclavos por la voluntad de un compatriota, el empresario y político Urbano Feijóo Sotomayor. Con la autora de uno de los debuts literarios más destacados del año recién concluido conversó DIARIO DE AVISOS.

-En ‘Azucre’ trata una historia real muy potente, la de los gallegos que emigraron a Cuba en el siglo XIX y acabaron esclavizados. ¿Recuerda cómo decidió que este relato iba a protagonizar su primera novela?
“Llegué a esta historia porque una amiga me habló de ella. Al principio fui muy escéptica. Creía que era una leyenda o una exageración. Que a lo mejor unas pocas personas habían tenido una mala experiencia, pero que era imposible que más de mil sufrieran esa situación. Entonces me puse a investigar. Cuanto más entraba en la historia, más me convencía de que había sido real. Y no solo eso, también de que no había estado oculta en ningún momento. Me empezó a obsesionar cómo en un pueblo como el gallego, que cuenta con una tradición oral tan grande, con una memoria popular de la emigración tan profunda, esta historia no nos haya llegado. Mi conclusión fue que no ha llegado porque, precisamente, los protagonistas no tuvieron voz. Ahí me percaté de que había un espacio importante para la ficción, para reconstruir esos testimonios y enmendar, en cierta manera, a la realidad. De ahí nació Azucre. No podía quitarme este relato de la cabeza, porque ponía en jaque muchos otros que nos habían contado y porque me hacía pensar que si una historia que sucedió en 1854, que sufrieron 1.700 familias en Galicia, no nos había llegado por la memoria popular, ¿qué otras historias ignoramos?”.

-¿En qué medida su oficio de periodista le ha servido para construir esta trama?
“Para elaborar la trama no, pero sí para la parte de documentación, de investigación. Cuento con experiencia en este sentido. Suelo escribir en Jot Down. Elaboro artículos largos de cultura y estoy acostumbrada a entrar en hemerotecas, a buscar en archivos antiguos… Así que ese entrenamiento me ha sido muy útil. Sabía dónde tenía que buscar. Pero la parte más literaria, construir la trama, con la estructura más bien extraña que tiene esta novela, no tiene nada que ver con el oficio del periodismo. Al contrario. Fue una búsqueda totalmente literaria para crear una novela de personajes. Aunque Azucre posee una parte de documentación muy profunda, el texto solo revela lo imprescindible. Si me planteé escribir la historia desde el punto de vista de sus protagonistas, era obvio que se trataba de gente del campo, iletrada, que ignoraba muchos aspectos históricos de la época que para nosotros no tienen secretos”.

“Me obsesionó que apenas se conociera esta historia de 1.700 emigrantes en Cuba que acabaron de esclavos”

-Y cuando uno se basa en la realidad, en unos hechos que ocurrieron aunque puedan parecer increíbles, ¿qué papel desempeña la ficción?
“La ficción cubre huecos. La realidad muchas veces no es suficiente. En este caso, los documentos que se conservan son todos oficiales: listados de personas que viajaron en un barco, artículos académicos que mencionan cifras… Digamos que son análisis fríos. Pero para el ser humano, para la parte más humana de todos nosotros, lo que tiene realmente peso es el testimonio. Aunque en ocasiones no sea tan exacto como un análisis, es muchísimo más potente, es aquello que toca a la entraña misma de lo que somos. Ahí es donde entra la ficción. No tenemos más que mirar a nuestro alrededor, al último siglo, por ejemplo, en el que el cine entró en nuestras vidas. Las primeras ideas que tenemos del Holocausto proceden de la ficción. Están las imágenes documentales en blanco y negro del exterminio, de los campos…, pero lo comenzamos a evocar con imágenes de ficción. Esa es la clave. La ficción nos coloca de igual a igual con las víctimas de la historia. Por eso, cuando la historia se narra de esa manera, desde la ficción, se vuelve más real e incluso hace que después el espectador o el lector vaya a buscar las fuentes históricas que le apunta ese relato”.

“Uno empatiza con estos personajes del siglo XIX porque es una historia moderna; en las noticias hay ejemplos cada día”

-Galicia y Canarias poseen una historia común, la de la emigración, la de los indianos. Sin embargo, a menudo solo fijamos la mirada en los relatos de quienes fueron a Cuba, hicieron fortuna y regresaron. ¿A qué cree que responde que no se mencionen tanto las penalidades y las derrotas de esos emigrantes?
“Porque se consideraba una vergüenza. Galicia y Canarias comparten ese acervo, no solo de los indianos, sino también de esas condiciones de vida muy precarias y de esa emigración desesperada. Como quienes se iban a América dejaban en su tierra a una familia con muchas dificultades, volver pobres era una deshonra para ellos. Eso ya se retrata, por ejemplo, en la literatura de Castelao. El que regresaba sin fortuna era una vergüenza para su comunidad y todos se reían de él. Creo que en lo que se cuenta en Azucre confluyen dos elementos. Por un lado, resultaba vergonzoso decir que esto había pasado, que la empresa había sido fraudulenta, que los estaban esclavizando… y, por otro, como pocos años después se perdió Cuba y eso se convirtió en el gran tabú en España, este relato quedó apartado y prácticamente nadie habló de él. Por desgracia, fueron muchísimos más los que perdieron al emigrar que los que ganaron. Sin embargo, solo se contaban las historias de éxito, pues ese fue el primer sueño americano: el de los pobres que estaban en este lado de Europa. Es muy injusto que en esta historia de migración solo trascienda ese mínimo porcentaje de los que lograron triunfar”.

-¿Tuvo presente el paralelismo de esas vidas truncadas del pasado con quienes hoy arriesgan las suyas en el mar?
“Sí. Una de las razones que me impulsó a escribir esta historia es porque es moderna. Uno puede empatizar con estos personajes, en gran medida, porque a nuestro alrededor hay ejemplos en las noticias constantemente. Por desgracia, esta situación es cíclica. En cualquier momento de la historia hay personas desesperadas que buscan un lugar al otro lado del mundo donde puedan tener una vida mejor. Y también, desgraciadamente, siempre existirá gente sin escrúpulos que no dudará en aprovecharse de esa desesperación. En nuestra sociedad hoy no tenemos esa necesidad, pues son otros países los que atraviesan estas circunstancias. Lo vemos todos los días en la frontera de Estados Unidos, en el Mediterráneo, en el Atlántico… ”.

“Uno de los mayores desafíos fue llegar a una voz narrativa, múltiple e individual a la vez, que reconstruyese la memoria común”

-¿Cómo se le da vida a un personaje como Urbano Feijóo Sotomayor, responsable del drama, sin caer en el maniqueísmo?
“Justamente porque es un villano demasiado arquetípico procuré que estuviese en la novela casi como un fantasma. En realidad, ya sabemos cómo era este personaje, de manera que lo más importante era darle vida a los otros, a los auténticos protagonistas, que no conocíamos. Y que ellos, a su vez, a través de sus reacciones y de lo que se van encontrando, nos vayan marcando un relato de Urbano Feijóo Sotomayor, que en el fondo es un viejo conocido históricamente, porque es una personalidad que se repite demasiadas veces. Como ya sabemos cómo es, vamos a darle voz a aquellos que no la tuvieron”.

-¿Qué fue lo más complejo para usted al abordar este cambio de registro, no solo del periodismo a la ficción, sino también de la poesía a la prosa?
“De entrada, no me veía escribiendo una novela como esta. Lo hice porque me obsesioné y pensé que la única manera de quitarme esta historia de la cabeza era escribiéndola. Al principio había pensado redactar un artículo, pero ya hay artículos muy buenos sobre el tema. Entonces me di cuenta de que la clave para que este relato saliese a la luz y se hablase de él era elaborar una ficción. Ese fue el primer gran desafío. Y después, una vez que me decidí a escribir la novela, la dificultad estuvo en llegar a esta voz con la que reconstruir esa memoria colectiva. Una voz narrativa que es múltiple e individual a la vez: hay voces que se cruzan para dar una sensación de testimonio común, que se va formando a partir de collages, de flashes de memoria. Llegar ahí me costó bastante, pero luego ya tuve la novela muy clara y el proceso fue entonces bastante rápido”.

“El relato de las penalidades y derrotas de los indianos casi no se menciona porque se consideraba una vergüenza”

-¿Y cambian mucho los hábitos de escritura? ¿Al afrontar una novela tuvo que crearse nuevas rutinas, otros métodos de trabajo que hasta ahora nunca había utilizado?
“No fueron exactamente nuevas rutinas, pero sí que debí hacerlas más férreas. Tuve que ser aún más disciplinada de lo que lo soy habitualmente. Una novela es un trabajo sostenido en el tiempo durante muchos meses, por lo que cada día me guardaba unas horas solamente para trabajar en la novela. Me levantaba muy temprano cada mañana y me dedicaba exclusivamente a estar en Cuba. Fui muy rígida durante el periodo de escritura, para cumplir esos horarios y esa expectativa que me había creado. Estaba muy dentro de la novela y necesitaba escribirla lo antes posible”.

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