
El viaje vital de Irene Soffiati la ha llevado de la felicidad a la fatalidad y de vuelta a ese estado de máximo esplendor personal justo en una etapa donde ha encontrado una nueva razón para sonreír, además de su espléndida familia, el golf. Irene, de 34 años de edad, madre de Leo y Malita, y esposa de Benny, contaba con 18 años cuando la fatalidad se cruzó en su camino en forma de vehículo.
La prometedora gimnasta, campeona de su región italiana en la especialidad de gimnasia deportiva, acabó en el pavimento cuando, al mando de su scooter y de camino al instituto, trató de esquivar un coche que invadió la vía en su dirección. La caída fue fatal, quedó tendida, inmóvil y sin la ayuda de un conductor que se dio a la fuga. El duro trance la dejó postrada en una cama, aunque su respuesta al doctor que le comunicó que tendría que estar un tiempo acostada fue toda una declaración de intenciones: “En dos semanas tengo una competición de gimnasia, llevo mucho tiempo preparándola y no pienso perdérmela”.
Irene no estuvo en aquella competición. Quedó ligada a una silla de ruedas de por vida, pero no quiso compadecerse, aunque tampoco encontró refugio en ningún deporte. Sus años de sacrificio en el gimnasio quedaron atrás y por delante vino una etapa de formación personal y profesional, un matrimonio con Benny, el nacimiento de Leo y un viaje de vacaciones a Tenerife que lo cambió todo.
“Vinimos en 2015 y nos quedamos enamorados de la Isla”, relata su marido Benny, al que le llamó la atención que “todo estaba adaptado a personas con discapacidad y siempre hacía buen tiempo”. Así que, recién nacido Leo, empezaron a darle forma a su futuro proyecto de vida en Tenerife. Luego vendría Malita, en 2019. Era el momento de hacer realidad su sueño, volar a Tenerife e instalarse… pero llegó la pandemia y el confinamiento y todo se retrasó hasta julio de 2020.
La familia encontró un lugar para vivir en Golf del Sur y el pequeño Leo empezó a practicar este deporte. Irene también lo hizo, pero sentada en su silla. Benny también se atrevió y un día en el club Los Palos, Irene probó a patear desde la silla… y la sensación la enganchó para siempre. Hablaron con Paco Cea para recibir clases de un profesor con amplia experiencia en el European Tour y al día siguiente ya tenía adaptados unos palos para Irene.
“Empecé a pegarle sentada y la sensación era increíble, aunque no avanzara mucho, y un día Paco me dijo que había una silla en el hotel Mar y Sol (Los Cristianos) que me permitía ponerme de pie para pegarle a la bola”, relataba Irene, que fue a verla, la probó y con la ayuda de la Federación Canaria de Golf, se la quedó. Lleva tres semanas entrenando y tiene muy claro qué es lo que quiere hacer el resto de sus días. “Ahora, cuando mejore mi juego, podré salir a jugar con la familia, es un sueño, me ha cambiado la vida”.