
En el octavo día de guerra, ayer, tenía lugar la segunda mesa de negociación entre Rusia y Ucrania, en la que las delegaciones diplomáticas de ambos países pactaban establecer corredores seguros para civiles que huyen del conflicto, así como para el transporte de alimentos y medicinas tanto a la población civil como a los soldados de sendos bandos. Un alto al fuego para el que no se fijó un plazo específico, y un aparente “avance” en el acercamiento de posturas que coincidió con una nueva ofensiva del Kremlin, cuyas tropas se hicieron con el control de la ciudad de Jersón.
De acuerdo con los organismos internacionales, se calcula que hay un millón de refugiados como consecuencia de la invasión, los cuales han abandonado la nación asediada por las fronteras, principalmente, polacas y húngaras. En este sentido, como respuesta a tal crisis humanitaria, la Unión Europea aprobaba dar cobijo a una cantidad indefinida de ucranianos, dándoles incluso la posibilidad de que, aun no procediendo de un Estado miembro, puedan quedarse en territorio comunitario hasta un máximo de tres años.
Esta respuesta, y, sobre todo, el marco temporal del que se habla, no hace prever que la guerra esté cercana a finalizar. Además, tampoco resultan alentadoras las palabras del presidente ruso, Vladímir Putin, que en una conversación con su homólogo francés, Emmanuel Macron, aseguró -según desveló el galo- que completará sus aspiraciones “en cualquier caso”, ante lo que Macron dedujo que “lo peor está por llegar”.
Por otra parte, frente al cercamiento al que está siendo sometido por la comunidad internacional y las voces discrepantes en su entorno por emprender una operación así, Putin dijo ayer que todo está sucediendo según “el plan previsto”, que, afirmó, se está ejecutando “con éxito”. En el otro lado de la balanza se sitúa Estados Unidos, que instó al mandatario a que “ponga fin inmediatamente al derramamiento de sangre” y “honre sus obligaciones y compromisos” con los derechos humanos.
SANCIONES

En lo referente a sanciones a Moscú, la lista va desde eventos deportivos como la final de la Champions League y el veto a sus equipos, hasta culturales y de la industria textil. No obstante, también empresas como Apple o Ikea han decidido romper lazos con el país, y los medios del Gobierno, RT y Sputnik, han sido vapuleados en lo digital.