Con la vista puesta en el futuro, resulta compatible con las graves adversidades de los dos últimos años y medio pensar que el porvenir pueda tener reservada a las Islas una mejor deriva que la que hemos sufrido y de la que estamos saliendo. Al abrigo del Día de Canarias solo caben hoy establecer los mejores deseos y expectativas. Corremos el riesgo de dejarnos arrastrar por la inercia de una larga pandemia, la erupción de un volcán y una guerra en Europa. Tres considerables impactos que juntos son los mejores aliados de la desesperanza y la desesperación. No podemos permitirnos morder ese anzuelo.
Es cierto que venimos de un pasado reciente contumaz de catástrofes descomunales y que el encadenamiento de desgracias ha engendrado una dinámica social, un estado de opinión derrotista y sombrío. Pero si oteamos este bienio sin aprensión, comprobamos que, pese a tales desventuras, estamos aquí, este 30 de mayo de 2022, con las pilas cargadas, en pie y conscientes de las buenas noticias que repuntan el estado de ánimo.
La economía levanta cabeza después de experimentar su peor disyuntiva, el denominado turismo cero, y ahora, una fuerte inyección presupuestaria a causa de los fondos del Estado y de Europa y de la bonanza autonómica prometen una pronta recuperación. Los milagros económicos, en ocasiones, tienen mucho que ver con determinadas paradojas que providencialmente irrumpen en escena contradiciendo a los profetas del caos.
Por suerte, ni los coletazos de esta séptima ola de coronavirus en fase regresiva ni los efectos inflacionistas y las señales disuasorias de la guerra en Ucrania han perjudicado la reactivación turística de Canarias, sino todo lo contrario. El sector se ha levantado de la cama contra todo pronóstico y bate récords de visitantes y pernoctaciones, lidera el despegue de la industria turística en todo el Estado y asienta las bases de una remontada viable. El PIB canario crece por encima de la media nacional y el empleo registra sus mejores datos. La economía y el paro sufrieron sus peores dígitos durante los dos años de naufragio del Archipiélago. El panorama ha dado un vuelco y no cabe lamernos las heridas, sino retomar el timón en nuestras manos.
Este lunes de fiesta de la comunidad no es óbice para dejar de verle las orejas al lobo. Ni el inmediato Carnaval, que los vecinos de Santa Cruz se han merecido, ni todas las fiestas populares que están regresando a la calle pueden vendarnos los ojos.
Entramos en el ecuador del año, en un nuevo escenario geopolítico y social de nuestro entorno geográfico. No es nada alentador el contexto que despunta en este flanco sur africano, como reconocía ayer en DIARIO DE AVISOS el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares. La crisis alimentaria que se avecina en África, agravada a corto plazo en la próxima cosecha por los efectos del cambio climático, anuncia un conflicto económico y social en el Sahel, que, amén de problemas de seguridad, desencadenará una mayor presión migratoria hacia Canarias.
La cumbre de la OTAN en Madrid, en junio, integra ese vector canarioafricano en la defensa europea durante el próximo decenio. La nueva situación derivada de los acuerdos EspañaMarruecos obliga a nuestra comunidad a estar presente y alerta, al tanto de todos los movimientos de fichas que se hagan para delimitar las aguas, la frontera y los recursos en el nuevo escenario geopolítico.
Nunca Canarias estuvo tan implicada como ahora -ni en tiempos de la II Guerra Mundial, hace ya más de 75 años- en la puesta a punto de un reordenamiento estratégico de la región del mundo que habitamos.
La determinación europea frente al cambio climático exige que las Islas logren un estatus de salvaguarda ante medidas paliativas como la tasa verde a los transportes aéreos y marítimos. La próxima Ley Climática de Canarias, ya en curso, ha de acertar en los objetivos de desarrollo sostenible a corto y medio plazo ante el monumental desafío que suponen para la vida y la economía de más de dos millones de seres humanos que poblamos este Archipiélago.
El modelo canario no tiene mucho margen de maniobra. Pero ya sabemos que el futuro de nuestra gente depende de nuestra capacidad de reacción ante los infortunios y de nuestra fortaleza creativa para hacer de la necesidad virtud. Un mundo digitalizado y sostenible, más allá de tópicos y latiguillos, hunde sus raíces en nuestra realidad actual y nos incita a superar la mentalidad y las recetas fósiles de una Canarias que ya es otra en aras de reinventarnos, con acierto e inmediatez, ante los nuevos desafíos.
DIARIO DE AVISOS aspira a dar respuesta a los momentos históricos que estamos viviendo, y en estas fechas en particular -hoy, Día de Canarias- damos un paso más en el mundo de la comunicación, con una apuesta explícita por la pluralidad y la diversidad creando dos nuevos medios, una radio y una cadena de televisión de cobertura autonómica, conscientes de que solo creciendo seremos capaces de labrarnos un futuro.
Entramos en un periodo preelectoral, pero esta vez sin concesiones a la complacencia y los cantos de sirena. Este es el proceso más trascendental que se recuerda en nuestra tierra, y en él no tiene sitio la vieja manera endogámica de hacer política. Un inveterado sistema monopolístico basado en grupos de presión se ha visto superado por la aplastante realidad que hemos vivido y, en su lugar, los dirigentes políticos de estas Islas se enfrentan ahora a su mayor reto: dar la talla o sufrir el castigo en las urnas por parte de una sociedad que resurge tras un paréntesis de dos años y no está para perder el tiempo