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Pilar del Río: “Saramago descubrió en Lanzarote que en su literatura le interesaba menos describir la estatua y más la piedra de la que estaba hecha”

La periodista, escritora, traductora y esposa del nobel portugués publica 'La intuición de la isla', un libro que se inscribe en la conmemoración del centenario del escritor
La periodista española Pilar del Río.
Pilar del Río (Granada, 1950). / EP

A Pilar del Río (Granada, 1950) le encanta el lema que ha escogido este año la Feria del Libro de Las Palmas de Gran Canaria: Saramago mola. La periodista, traductora y escritora andaluza acaba de publicar un libro sobre su marido, La intuición de la isla. Los días de José Saramago en Lanzarote (Itineraria Editorial), coincidiendo con los actos por el centenario del nacimiento del nobel portugués (Azinhaga, Portugal, 1922-Tías, Lanzarote, 2010). En medio del ajetreo que conlleva la efeméride, y también la presidencia de la Fundación José Saramago, Pilar del Río mantuvo esta charla desde Sevilla, donde la Real Academia Sevillana de Buenas Letras ha dedicado unas jornadas al escritor luso.

-Su libro, desde el mismo título, habla de la relación de Saramago con Lanzarote. ¿Recuerda ese momento en el que decidieron vivir en la Isla?
“Sí. Fue una decisión muy importante que tomamos en abril de 1992. Ya conocíamos Lanzarote por una visita anterior que hicimos a mi hermana y mi cuñado”.

-¿De qué manera influyó Lanzarote en la literatura que escribió su esposo a partir de su residencia en la Isla?
“Saramago dio en 1997 una conferencia en Turín, De la estatua a la piedra. En ella afirma que hasta El Evangelio según Jesucristo (1991) es como si en su obra hubiera estado describiendo una estatua. Pero a partir del Evangelio, por una serie de razones, algunas de las cuales tienen que ver con la novela en sí, con enfrentarse al mito fundacional de nuestra civilización, y otras con la propia aridez de Lanzarote, descubrió que le interesaba menos la estatua y más la piedra de la que estaba hecha. Eso se ve en su manera de escribir, en una suerte de economía, de austeridad, que son reflejos de la isla, por una parte, y también de haber escrito antes El Evangelio según Jesucristo. Ahí se contempla el paso de la estatua a la piedra”.

“A la isla llegaban las voces, no los ruidos; para él era triste estar en un cóctel con un canapé y una copa sin saber qué decir”

-‘La intuición de la isla’ es un relato de lo cotidiano, ¿cómo transcurrían los días cuando ambos estaban en Canarias?
“El libro cuenta la vida en Lanzarote de José Saramago, por más que en ese tiempo otras personas vivieran junto a él en la casa. Era una casa como tantas otras donde se vive y se trabaja. Con unos horarios más o menos organizados que se rompían varias veces al mes porque Saramago salía de viaje. Cuando estaba en la casa, había una cotidianidad, una rutina. Normalmente, las mañanas las dedicaba a contestar correspondencia, a escribir artículos, a leer… Solo después, tras comer y descansar un poco, se ocupaba de sus libros. Nunca escribía más de dos páginas diarias. Eso, que puede parecer poco, es mucho cuando se escribe con intensidad, sabiendo lo que se quiere decir, habiéndolo pensado mucho. Saramago plasmaba en el papel todo aquello que ya tenía muy claro en su cabeza”.

-¿Y cuánto de renuncia y cuánto de hallazgo hay en esa voluntad de alejarse de las grandes ciudades y los círculos literarios de Portugal y de España?
“Él decía que a la isla llegaban todas las voces, pero no llegaban los ruidos. A Saramago el ruido social, el cóctel, la invitación… no le gustaban. Aseguraba que no había momento de mayor tristeza que estar en un cóctel con una copa en una mano y un canapé en la otra sin saber qué decir. Esa vida social no le atraía y era algo que no existía en Lanzarote. Sí existía la amistad, venían muchos amigos a la isla. No había canapés, pero podía haber bacalao. Había una convivencia extraordinaria, pero sin esa frivolidad que se da en las grandes ciudades, hacia la que él no sentía ninguna simpatía”.

“Él escribió sobre una pandemia de ciegos que pudiendo ver no ven; ¿cómo nos extrañamos de lo que pasa hoy si lo hemos provocado?”

-¿Tenía usted planificado desde un principio lo que quería contar en ‘La intuición de la isla’ o el libro fue tomando un camino no premeditado a medida que lo escribía?
“El libro surge porque Alba Cantón, la editora de Itineraria, me propuso que escribiese sobre la casa. Me oía hablar mucho de ella y siempre me preguntaba por qué no escribía mi visión de Saramago en la isla. En el periodismo solemos decir: el periodista estaba allí y lo contó. Bueno, pues la periodista estuvo en esa casa y lo cuenta. Pero cuando un periodista relata una historia no debe estar presente en ella, y eso es lo que he intentado. Narrar esas pequeñas cosas, como un desayuno con tostadas untadas en aceite o un paseo con los perros… en las que estaba una periodista”.

-Desde noviembre de 2021 y hasta noviembre de este año se conmemora el centenario del escritor. ¿Cuál es el mensaje principal, si lo hay, que desean transmitir con los actos de esta efeméride desde la fundación que usted preside?
“Queríamos celebrar a alguien fundamental para la cultura portuguesa, para la cultura del siglo XX, que es José Saramago. Con ese objetivo se pusieron en marcha una serie de mecanismos que, al final, nos hemos dado cuenta de que confluyen en un punto: animar a la lectura, darle valor a la lectura y a la literatura escrita en cualquier idioma. Se han organizado más de 300 actos en todo el mundo, más los que quedan por celebrarse. Participan escritores de distintos países, hay ferias del libro en muchos lugares, como la de Las Palmas de Gran Canaria ahora, que están dedicadas a Saramago. En Estados Unidos, en Chile, en Corea del Sur, en Turquía… en países insospechados hay actos sobre José Saramago. Y todo esto es un canto a la literatura y a la posibilidad de leer. Eso nos tiene muy orgullosos: que la literatura tenga continuidad en los lectores”.

“Ser lector es un privilegio del ser humano y el centenario de José Saramago es sobre todo un canto a la literatura”

-Según como uno lo vea, todas las épocas son convulsas, pero ¿qué cree que diría su esposo al contemplar lo que hoy vivimos, desde una pandemia a una crisis económica o una guerra como la de Rusia en Ucrania?
“No soy quién para interpretar lo que diría hoy José Saramago. Nadie puede hacerlo. Pero sí puedo hablar sobre lo que dijo. En Ensayo sobre la ceguera (1995) habló de una pandemia de ceguera en la que afirma que somos ciegos que pudiendo ver no ven. Hoy asistimos al cambio climático, destruimos el medio ambiente y todavía nos extraña que estén pasando estas cosas. ¿Pero cómo nos van a extrañar si somos nosotros los que las provocamos? En cuanto a la guerra en Ucrania, él murió mientras escribía una novela que no llegó a terminar, pero que se ha publicado, Alabardas (2014). Ahí dice: atención, se están fabricando armas, y si se fabrican armas, hay que fabricar conflictos. Nadie fabrica algo para que no se consuma. Esas son las reflexiones que hacía un contemporáneo que se murió hace 12 años”.

-Este libro incluye la ‘Carta Universal de los Deberes Humanos’, basada en el discurso que pronunció Saramago en 1998 al recibir el Nobel. ¿Estamos aún muy lejos, especialmente quienes nos gobiernan, de ese deber de hacer cumplir los derechos del ser humano?
“No le hecho la culpa a quienes nos gobiernan. Los ciudadanos podemos elegir. Y elegimos bien o mal. Podemos reivindicar nuestros derechos y manifestarnos, por ejemplo, si un Gobierno se permite quitarnos las asignaturas de humanidades del sistema educativo. Pero si no protestamos, si no somos conscientes de que somos seres con derechos y deberes, si nos conformamos con ser solo consumidores, entonces el problema es de los ciudadanos, no de los políticos. Los políticos están representando a la sociedad. Y si nos parecen malos, pues hay que votar mejor. Y si ganan los malos, pues a lo mejor es porque la sociedad tampoco es tan buena. No vivimos en una dictadura, sino en una democracia, con todas las limitaciones que podamos tener. Los políticos son la representación del señor del tercero y de la señora del cuarto”.

-Además de ser su compañera, usted tradujo la obra literaria de José Saramago y también es periodista. ¿Hay algún aspecto de la trayectoria del escritor al que quizá no se le ha prestado tanta atención y habría que divulgar más?
“No. Los críticos e investigadores literarios están haciendo su trabajo. Claro que hay aspectos de la obra de José Saramago que aún no se conocen o no demasiado, pero se están estudiando y cada día nos llevamos nuevas sorpresas. Lo que sí considero es que todos nosotros, todos los ciudadanos, tenemos que empoderarnos y una forma de lograrlo es a través de la gran literatura, la del siglo XXI y la de los anteriores. Uno de los privilegios que tenemos los seres humanos es la capacidad de ser lectores. Porque ser lector, no lo olvidemos nunca, es ser elector”.

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