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El histórico de enjambres sísmicos en el Teide: algo pasó en mayo de 2004

Los expertos coinciden en que ese año una serie de seísmos evidenciaron un cambio en la actividad del volcán, despertando así al gigante dormido
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El Instituto Geográfico Nacional (IGN) y el Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan) registraron durante la madrugada del pasado viernes, 17 de junio, un enjambre sísmico de baja magnitud en Las Cañadas del Teide, en concreto al suroeste de Pico Viejo, en el que se detectaron unos 450 terremotos, también denominados eventos híbridos. Una sucesión de temblores que se repitió al día siguiente en la misma zona, pero en menor medida -25 sismos aproximadamente-, siendo el mayor de magnitud 2. En cuanto a la profundidad, oscilaron entre 13 y 26 kilómetros.

Los responsables científicos del Archipiélago barajan un origen en el movimiento de fluidos como vapor, gas o aguas en el interior del sistema hidrotermal del volcán. De ahí, que en esta ocasión se denomine a los seísmos como eventos híbridos. Asimismo, precisan que estos episodios no implican una mayor probabilidad de erupción a corto o medio plazo, pero sí inciden en que Tenerife “es una isla volcánicamente activa”.

Pero esta no ha sido la única vez que el entorno del Teide ha rugido. De hecho, los expertos coinciden en que en mayo de 2004 una serie de seísmos evidenciaron un cambio en la actividad del volcán, despertando así al gigante dormido. Según publicó por aquel entonces DIARIO DE AVISOS, el anuncio de la posible erupción de un volcán tranquilo entre Las Cañadas y Santiago del Teide alarmó a los ciudadanos, que llevaban días siendo informados de temblores de baja magnitud ubicados en varios municipios de la Isla. Además, el Instituto Técnico de Energías Renovables (ITER) también observó un incremento en la masa de anhídrido carbónico y sulfhídrico emitida a la atmósfera en las cumbres volcánicas. “Algo está pasando”, aseguraron los integrantes del Comité Científico de Evaluación y Seguimiento de Fenómenos Volcánicos que se reunían de forma asidua.

El 11 de mayo de 2004, un temblor de tierra de 2,7 grados en la escala Ritcher, que tuvo su epicentro en Icod de los Vinos, sembró el pánico en prácticamente todo el norte de la Isla. Afortunadamente, no causó daños personales ni materiales, pero los habitantes de la citada localidad, así como de Garachico, La Guancha, San Juan de la Rambla, Los Silos, Los Realejos, Buenavista del Norte, Puerto de la Cruz y La Orotava confirmaron mediante numerosas llamadas el movimiento de tierra de entre 15 y 20 segundos que habían notado pasadas las 20.30 horas. La inusitada actividad sísmica detectada en la vertiente norte de Tenerife estuvo latente hasta la tarde noche de aquel martes, momento en que por primera vez se sintió.

El delegado del Gobierno en Canarias de la época, José Segura Clavell, y el presidente del Cabildo insular, Ricardo Melchior, pedían “absoluta” calma tanto a la población como a las autoridades locales. Por su parte, el director de Medio Ambiente del ITER, Nemesio Pérez -ahora coordinador de Involcan-, calificó de “fenómeno normal” el enjambre sísmico en la vertiente norte de Tenerife y, a su vez, afirmó que el incremento en la emisión de gases no implicaba una erupción inminente. Un año después, se acordó la creación de Involcan con el propósito de analizar los volcanes de Canarias.

El histórico de enjambres sísmicos en el Teide: algo pasó en mayo de 2004

Este periódico difundió en sus páginas del 14 de mayo del citado año una serie de recomendaciones facilitadas por el IGN en caso de percibirse un terremoto: “Si está dentro de un edificio, debe resguardarse en estructuras que le protejan de objetos que puedan desprenderse, como bajo una mesa o el dintel de una puerta; no debe usar el ascensor; cuando esté en el exterior es preciso mantenerse alejado de edificios, paredes, postes eléctricos u otros objetos que puedan caer y dirigirse a lugares abiertos sin correr por las calles para no provocar el pánico; si está en un vehículo, debe parar en el lugar más seguro posible”. Un plan de evacuación también se estaba fraguando.

Pasó más de una década hasta que el Ejecutivo canario e Involcan volvieron a sentarse ante otro enjambre sísmico en Tenerife, esta vez localizado en su vertiente oeste. Más de 700 movimientos sucedidos en cinco horas fueron detectados por los expertos en octubre de 2016. Aunque, tras no existir una deformación del terreno ni anomalías en la emisión de gases, descartaron una reactivación volcánica y, por consiguiente, un ascenso de magma. Otros investigadores de las Islas llegaron a decantarse por un origen tectónico y no volcánico.

Desde entonces, el Teide ha registrado un repunte de su actividad debido a un proceso de “presurización del sistema volcánico-hidrotermal, probablemente vinculado a la inyección de gases de origen magmático”, tal y como ha señalado Involcan en diversas ocasiones. A mediados de junio de 2019, la sismicidad también fue noticia, pero “sin alejarse de la normalidad”. La clave, según los científicos, fue la ausencia de deformaciones significativas del terreno, haciendo poco probable la implicación directa de una erupción.

Ahora, hace apenas una semana, otro enjambre sísmico en Las Cañadas del Teide ha desempolvado los argumentos tranquilizadores de las autoridades que coinciden en lo habitual de un territorio volcánico que, de vez en cuando, llama a la puerta para avisar de que sigue ahí, bajo nuestros pies, ante la atenta mirada de los vulcanólogos que desde hace 18 años vigilan con atención al gigante dormido. Y es que muchos sostienen que ese mes de mayo de 2004 supuso un antes y un después.

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