cultura

José Saramago: “Yo fui cerrajero, porque no pude ir a la universidad y siento respeto por el trabajo manual”

En la entrevista realizada en su casa en Tías, en 1995, el autor portugués se sinceró sobre múltiples aspectos relacionados con su obra y su vida
José Saramago

En la entrevista que realicé a José Saramago en su casa de Tías (Lanzarote) en 1995, el año que publicó Ensayo sobre la ceguera, (de la que el domingo publicamos la primera parte) el autor portugués se sinceró sobre múltiples aspectos relacionados con su obra y su vida. Especuló con la idea de recibir el Nobel, sin poder adivinar que estaban a punto de concedérselo. Este año se celebra el centenario de su nacimiento.

-Usted habrá repasado los vínculos históricos que unen a Lanzarote con Portugal.
“He leído que durante dos años, en el siglo XV, la isla fue portuguesa; bueno, es una forma no de recuperarla para Portugal, pero sí de hacer ver a Portugal aquí”.

¿Qué le han dicho en su país cuando se enteraron de que está viviendo en Lanzarote?
“En un principio, no gustó mucho el cambio y sigue sin gustar, y yo puedo entenderlo; es cierto que no ha cambiado nada la relación con mi país. Hace un año estuve allí para presentar la novela, pero hay como una espina que tienen los lectores, que me dicen, pero tú no tenías que irte a vivir a Lanzarote… Y aunque yo diga, no pasa nada, es como cambiar de casa”.

-Además, se trata de la isla de Cesar Manrique, que fue un gran ecologista y un gran artista que marcó la personalidad de este lugar. Y hay quien dice que usted ha contribuido de alguna manera a dar continuidad a ese legado por su espíritu y su forma de ser.
“Lo que César Manrique ha hecho por Lanzarote es algo que quizá todavía, incluso los lanzarotenos, no tengan una percepción completa, porque no solo ha hecho lo de Timanfaya, el mirador en el Río, los Jameos… Ha hecho más, ha implantado aquí un espíritu. Entonces, me parece una exageración decir que yo continúo a César Manrique, para nada, de ninguna forma. Quienes tienen que continuar y preservar lo que Cesar Manrique ha hecho son todos los lanzarotenos. Eso sí, yo soy un lanzaroteno adoptivo y estaré al lado de todos los habitantes de la isla en esa tarea, no como el continuador de César Manrique. Además, me gusta también ser miembro de la fundación que lleva su nombre”.

-Habrá que decir que, pese a todo, ha venido a visitarle el presidente de Portugal, Mario Soares.
“Sí. Estuvo aquí, vino a vernos a mi mujer y a mí. Además, vienen amigos y conocidos y a veces desconocidos, porque no es la primera vez que me llama a la puerta gente que yo no conozco, sobre todo portugueses que vienen aquí y que algunos no saben siquiera cuál es la dirección y andan buscando por allí, van a la policía, al Ayuntamiento y preguntan dónde vivo y se me presentan en casa”.

-Esta es su ‘Isla Negra’, como la de Pablo Neruda en Chile.
“No sé qué decir, lo que sí está claro es que si nos ponemos a conversar los unos con los otros de lo que nos importa, el acercamiento, convenimos que es un lugar de encuentro. Hay una gran cantidad de extranjeros que conozco, algunos pintores alemanes, que están por aquí, son gente que han elegido esta isla para vivir y trabajar. Lo que ha pasado en mi caso es que consigo una relación más estrecha, con la gente, porque no nos aislamos, la relación es distinta, y eso es lo que ha llevado al Cabildo a pensar en hacerme hijo adoptivo”.

-Es curioso que se conservan nexos, en el léxico, entre esta isla y su país.
“A mí lo que me encantaría es que gente de Portugal, universitarios que están empezando a realizar estudios históricos, conocieran más a Canarias, como una práctica normal, y vinieran aquí a indagar las relaciones históricas y actuales entre Portugal y Canarias. La cantidad de palabras portuguesas que han sobrevivido, algunas ya deformadas. Ahora mismo, el pintor Pepe Dámaso hizo una exposición sobre Pessoa en Lisboa. Tenemos que crear más lazos, porque hay razones de todo tipo comenzando por las históricas, para que ese acercamiento se consolide”.

-En Lanzarote estuvo recientemente la escritora norteamericana Susan Sontag y habló, logicamente, de los volcanes.
“Es un mundo que le apasiona, ha escrito sobre ellos, es una fan de los volcanes. Ella tiene una novela interesantísima que se llama El amante del volcán. Y cuando llegó aquí dijo algo interesante, que si hubiera conocido esto antes su novela habría sido diferente. Muchos visitantes y amigos míos que vienen aquí, y que yo llevo a Timanfaya, se quedan asombrados. A mí siempre me han gustado las piedras. Para decirlo de una manera gráfica y directa, entre una piedra que está cerca y el horizonte que está allá, yo me quedo con la piedra. A lo mejor, en este horizonte hay otras piedras, pero cuando yo llegue allí entonces me encontraré con las piedras que están en ese lugar, los restos de lava, lo que queda de una conclusión geológica impresionante como la que ocurrió en el siglos pasados. Digo que la relación que yo tengo con la isla es algo que quizá lo estaba esperando en toda mi vida, es decir un lugar donde la tierra quemada fuera el principio del mundo o el final. Como si fuera uno de estos dos extremos. Esto a lo mejor es lo que siempre había querido tener para mí y nada me gusta más que andar por esos volcanes, sentado con el viento que resopla como loco y subiendo a la montaña blanca que está detrás de este paisaje y por la que ya ascendí. Para llegar arriba hay que trepar 650 metros, pero, bueno, hay que subirlos, llegar arriba y tener esa sensación extraordinaria de mirar a un lado y a otro de la isla. Eso es una cosa impresionante, más que la que se obtiene desde un avión”.

-¿Espera que le den el Nobel?
“Yo me pregunto cómo habrá sido el mundo, sobre todo hasta el principio de este siglo, cuando el premio Nobel no existía y todo se quedaba en esa relación autor-libro-lector. Con la creación del premio Nobel parece que algo ha cambiado en esa relación. Y creo que no ha cambiado para mejor, lo que quiero decir es que a partir de entonces premio el Nobel se convirtió en una especie de obsesión de autores que piensan que tienen que obtener el premio. Algunos quieren vivir toda su vida pensando en el día en que lo tendrán, como una obsesión de un lector que demanda que a su autor preferido habría que darle el premio Nobel. Una obsesión también desde el punto de vista de los editores, pero lo peor de todo es que la obsesión de los políticos en el caso de mi país es que parece que tener o no tener el premio es un problema de honor nacional, es decir, incluso se llega a decir que el Premio Nobel sería importante para el prestigio de la literatura portuguesa. Si el premio fueran 10.000 dólares, nadie se preocuparía del Nobel, pero en el caso de un millón de dólares la gente se pone nerviosa. De eso no tengamos ninguna duda, y por otro lado, es una equivocación pensar que el Premio Nobel lleva a la gente a interesarse por la literatura del país de la persona que lo gana, porque yo no puedo imaginar a la gente buscando literatura irlandesa o del penúltimo ganador japonés. Es una cuestión más o menos mediática que dura dos o tres semanas y después volverá todo afortunadamente la normalidad. Hay grandes autores que no lo recibieron. Tolstoi, con las obras gigantescas que hizo, con Ana Karenina y Guerra y paz, un auténtico genio, no lo obtuvo…Entonces, busquemos nosotros vivir en paz ahora y si mañana me lo dan, pues encantado no soy hipócrita. Por lo menos, no quiero comportarme como tal, pero insisto y sigo diciendo que no dramaticemos el Premio Nobel, que es un premio y nada más, que no se es ni mejor ni peor de lo que se era antes de tenerlo. Yo, al menos, no”.

-Usted es hijo y nieto de campesinos. ¿Eso le ha marcado su personalidad?
“La verdad es que no viví muchos años en la aldea, porque a los dos años mis padres emigraron a Lisboa, pero todo el tiempo que yo tenía para vivir en el campo en verano o en invierno, cuando estaba allí de vacaciones me sirvió de mucho. En lo más íntimo de mi personalidad hay reminiscencias de esa etapa de mi vida”.

-Antes que escritor, tuvo muchos oficios, incluso el de cerrajero…
“Esa ha sido la profesión para la que yo me preparé, porque yo no pude entrar en la universidad, mi familia no tenía medios suficientes para ello y entonces lo único que encontré después de la instrucción primaria fue un curso industrial de cerrajero mecánico y mi primer trabajo durante dos años más o menos fue en un taller de mecánica con el mono azul trabajando con motores de coches y haciendo todo lo que tiene que hacer un cerrajero mecánico. La verdad es que no solo eso, sino el conocimiento que yo tengo de la aldea, como dije, me han llevado a tener y seguir conservando un gran respeto por el trabajo manual. Es decir, el hecho de que hoy sea un escritor llamado intelectual, eso no me ha hecho olvidar para nada mi origen. Tampoco yo quiero decir que eso ha sido una cosa sin importancia en mi vida, no tuvo mucha importancia el hecho de trabajar con las manos en la materia, pero me han hecho como soy. Y sigo teniendo muchísimo respeto con el trabajo manual, igual que después como dibujante y funcionario, incluso, y todo contribuyó a formarme”.

-Desde hace 20 años usted vive solo de su trabajo literario. Y ha sido fiel a él como al Partido Comunista portugués, del que nunca se marchó.
“Desde muy joven yo estaba en ese ámbito de pensamiento en el que uno se hace una idea sobre el mundo. Es cierto que no entré inmediatamente en el partido, lo hice en el año 69. Por lo tanto, ya era un hambre maduro y fui invitado a ingresar. El partido vivía entonces en la clandestinidad y un día alguien se acercó a mí para decirme, te conocemos, sabemos quién eres, nos gustaría, si así lo deseas, que pases de ser simpatizante a la militancia. Y lo hice en un marco legal, porque yo nunca estuve en la clandestinidad; he trabajado con camaradas míos que estaban clandestinos, pero yo no lo estuve”.

-Usted habla a menudo de la globalización del mundo y de como han cambiado las relaciones universales a partir de la caída del muro de Berlín y del bloque socialista. Dada la hegemonía imperial de EE.UU., ¿cree que existen razones para seguir siendo comunista?
“Yo diría que existen cada vez más razones para serlo, pero realmente no está de moda. También es cierto que nunca ha sido tan fácil ser comunista, porque ahora no hay lugar para equivocaciones o engaños, o eres o no eres. Mira lo que ha pasado en la Unión Soviética. De la noche la mañana, gente, que incluso dirigentes, se convirtieron en otra cosa. Por lo menos, eso me permite dudar de la solidez y convicciones políticas que entonces tenía, pero lo que ha llevado a pensar en socialismo ha sido la situación concreta del mundo en el siglo XIX, un socialismo utópico y que no era tanto, finalmente, pero, bueno, no hay muchos cambios: la miseria, la ignorancia… siguen allí todas las condiciones para volver a reaccionar en forma de socialismo, que ya no puede ser igual, porque todo cambia, sobre todo, lo que más se puede repetir son los errores que son inseparables de la condición humana; lo que no se pueden repetir son los crímenes en nombre del socialismo. Hay que tener en cuenta desde mi punto de vista hemos hablado antes de la democracia con participación ciudadana. El mundo socialista, prácticamente con excepción de Cuba, se derrumbó porque no se puede hacer nada sin participación ciudadana, se puede ser capitalistas, pero no socialistas sin ese requisito, y lo que ha matado al bloque socialista ha sido el hecho de que los partidos se impusieron a los ciudadanos, y su participación prácticamente no existía. El capitalismo, como se aprovecha del egoísmo humano, hace las cosas poniendo a unos contra otros y en el fondo maniobra con todos. En el libro de Marx y Engel que se llama La sagrada familia hay una frase que yo pondría al lado de la de mi abuela: “No hagas a los otros lo que no quieras que te hagan a ti”, lo que es igual de elocuente”.

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