La II Muestra de Cine Español de Tenerife, organizada por la Asociación Cultural Charlas de Cine y los Multicines Tenerife, en La Laguna -que cuenta además entre sus apoyos con el de la Fundación DIARIO DE AVISOS-, brinda hoy domingo (19.00 horas) un homenaje a la actriz catalana Assumpta Serna. También se proyectará la película Red de libertad (Pablo Moreno, 2017), en la que interpreta a la religiosa Helena Studler, quien durante la Segunda Guerra Mundial salvó de la barbarie nazi a más de 2.000 personas. Durante la sesión en los multicines laguneros se podrá contemplar, asimismo, el corto canario Preludio, de Roberto Chinet.
Actriz, profesora y, desde el pasado verano, también dramaturga, Assumpta Serna encarna como pocas personas en España esa naturaleza internacional -universal- que siempre ha tenido un oficio y un arte, el séptimo, que parte de lo más próximo, concreto y local para contarnos historias que pueden conmovernos. Lo mismo vivamos en Tombuctú, en Nueva York o en unas islas del Atlántico. En torno a la profesión de intérprete y sus ramificaciones, acerca de los relatos que mueven a una actriz a implicarse en una nueva aventura interpretativa y sobre eso que llaman vocación transcurrió este diálogo.
-Está en Tenerife para recibir un homenaje en el marco de la II Muestra de Cine Español. ¿Qué suponen para usted los encuentros con el público sin que medie una pantalla o un escenario?
“Siempre me hace mucha ilusión saber que hay personas en diferentes lugares que están interesadas en mi trabajo y que, por ese mismo motivo, lo quieren difundir. Solo puedo estar agradecida por todo esto”.
-Hace ya cinco años que se estrenó ‘Red de libertad’ (Pablo Moreno, 2017), una película protagonizada por usted que se exhibe este domingo en la muestra cinematográfica. ¿Qué recuerda de ese rodaje? ¿Qué le llevó a decidir que quería encarnar a Helena Studler?
“La historia en sí me gustó mucho. Es una especie de La lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993) realizada en España a partir de una historia real que ocurrió en Francia. Es un relato sobre una gran mujer, una monja de la Caridad, prácticamente desconocida, que salvó a más de 2.000 personas de los campos de concentración nazis. Entre ellas, por ejemplo, a François Mitterrand, que mucho tiempo después se convertiría en presidente de la República francesa. Todo el proyecto estuvo cargado de mucha emotividad. Recuerdo que a uno de los pases de la película acudió la nieta de un hombre al que Helena Studler salvó. Eso me hizo pensar en ese momento en cuántas cosas buenas no hubieran ocurrido y cuantas nuevas vidas no hubieran surgido si no hubiera sido por ella. Mi interesó mucho interpretar a una mujer como Helena, tan valiente, y también formar parte de una película que habla sobre un tema tan escabroso, todo lo que ocurrió durante el nazismo, que nos parece increíble y aún es de completa actualidad. Era una historia que necesitaba ser contada, la de una hija de la Caridad, que durante siglos ha sido una congregación que, entre otros muchos aspectos, se caracteriza por su total discreción. Ahí aprendí mucho, a partir de todas esas buenas personas que tenemos junto a nosotros sin que apenas lo sepamos”.
“Siempre estuve convencida de que trabajar en otros países era posible; llegué a tener hasta seis agentes distintos repartidos por el mundo”
-Para embarcarse en un proyecto cinematográfico, ¿qué aspectos le resultan prioritarios? ¿Qué es lo más determinante para implicarse o no?
“Lo primero es el guion. Me ha de gustar, me ha de emocionar, me he de reír… Me tienen que pasar cosas cuando lo leo. Ese momento, cuando llega a tus manos el texto, es mágico. Es ahí donde comienzas a acercarte a los mundos de otras personas, de otros personajes. Tienes que estar en un estado emocional muy receptivo, dispuesta a aprender acerca de todo lo que el guion te está contando. Es como si te convirtieras en un espectador de esa futura película, visualizas las escenas con la imaginación. La lectura del guion es un proceso muy bonito, la primera y única vez en la que puedes ser espectador, porque al final se trata de recrear esa primera impresión, esa primera intuición. El segundo elemento tiene que ver con el director o la directora del proyecto. Si esos relatos no están acompañados de personas que respetan tu trabajo, que realmente quieren estar contigo, el proceso se convierte en una transacción comercial. Yo hui de eso. Me dedico al cine porque me gusta mucho, cada día veo una película o un episodio de una serie. Me encanta ser espectadora y, al mismo tiempo, ser profesional. También ser profesora y transmitir un código de buenas prácticas. El cine y la televisión reúnen muchos elementos importantes y siempre busco trabajar con gente a la que también le importen esos aspectos, que sientan pasión, que sean buenas personas y no vayan solo a hacer un trabajo más. En el caso de Red de libertad, por ejemplo, me encontré con Pablo Moreno, un apasionado de las historias que quiere contar, alguien que respeta al resto de profesionales. Aprendí mucho con él. Ya he participado en cuatro películas suyas”.
-Si uno observa su trayectoria cinematográfica, llama la atención el gran número de directores, nacionales e internacionales, y países en los que ha trabajado. ¿Tuvo claro desde un principio que ni el idioma ni la lejanía serían obstáculos para desarrollar su carrera?
“Sí. Desde el comienzo estaba convencida de que trabajar como actriz en varios países era posible. Al fin y al cabo, tú eres tu propia empresa, no hay más personas en ella. Lo que debes hacer en cada sitio al que vas es, en definitiva, encontrar a la gente más adecuada para trabajar. Hubo un momento en el que llegué a tener seis agentes repartidos por el mundo. Además, quería que no me doblasen, que el público pudiera contemplar mi trabajo y escuchar mi propia voz, en media docena de idiomas diferentes”.
“Si un director no respeta tu trabajo, se convierte en una transacción comercial; yo hui de eso”
-Y desde esa visión tan amplia, ¿es posible decir que existe un cine español, con unos rasgos muy definidos que lo distinguen del de otros países, o quizás es más apropiado hablar de un cine hecho en España?
“Yo hablaría más de cine hecho en España, porque aludir al cine español es casi como ponerlo en un cajón. A mí no me gustan mucho los cajones, las etiquetas, aunque es cierto que las personas necesitamos patrones para entender las cosas y siempre los estamos buscando. Prefiero no clasificar tanto, pues si lo haces también acabas creándote un cierto prejuicio. Una de las muchas cosas que me ha dado esta carrera internacional un tanto rara ha sido el poder admirar otros mundos, otras culturas, trabajando, que es muy diferente a hacerlo como turista. Puedes conocer cada país y cada cultura a través de las personas que lo habitan. He tenido oportunidades maravillosas yendo a muchos sitios, Tailandia, Reino Unido, Chequia, México, Argentina… Es algo que me gusta, no me cuesta nada coger la maleta e irme. Mi madre escribió una novela, Viajar para vivir, en la que cuenta la historia de su padre, mi abuelo, que ya a los 18 años se embarcó hacia Nueva York. De manera que creo que por mi familia ha estado siempre circulando ese espíritu viajero, que a mí me sienta tan bien. Aunque es verdad que en los últimos 20 años he estado bastante en España, en Madrid. Regresé de Estados Unidos, de Los Ángeles, y creé mi propia escuela de interpretación, volví a echar raíces. También es bonita esa etapa en la que te buscas tu propio sitio una vez que has visto muchos otros”.
-Como profesora de interpretación cinematográfica, ¿cuál es la primera, o quizás la más esencial, de las enseñanzas que intenta transmitir a sus alumnos y a sus alumnas?
“La honestidad, la verdad, la autenticidad, la pasión, el coraje, el compromiso, el amor por la profesión y el rigor. El trabajo, el esfuerzo, ha de acompañarnos siempre a los actores, porque debemos ser atletas del alma humana. Entender actitudes, pensamientos, sentimientos. Tener empatía hacia las otras personas. El actor y la actriz, desde mi punto de vista, hacen un gran servicio a la sociedad, que puede verse en un espejo y mejorar su forma de ser y de comportarse. Por eso es una de las profesiones más antiguas. Y a la vez es un camino difícil, lleno de espinas, donde la seguridad no existe. Aunque siempre he pensado que si lo haces con tu mejor voluntad, las cosas acaban por salir adelante”.
-¿Y qué es lo que aprende usted de ese alumnado?
“Yo no había aprendido tanto como lo hago cada día con mis alumnos. Aprendes, por ejemplo, a sistematizar, a saber comunicar aquello que has hecho a lo largo de tu experiencia como actriz. Un día expresas algo de una determinada manera y no ocurre nada. Al siguiente lo planteas de un modo distinto y ves un brillo especial en sus ojos. Cuando profundizas en tu profesión para poder comunicarla el viaje es circular y lo aprecias desde muchos puntos diferentes. Creo que son 15.000 alumnos los que han pasado en estos 20 años por la escuela, con la que incluso hemos ido a dar clases a más de una decena de países. De manera que no dejas de aprender tú misma en medio de esta aventura. Y a entender que cada persona es un mundo maravilloso, que posee muchos aspectos que se necesitan contar. Ver a alguien en primer plano, que muestra incertidumbre, que duda, que busca las palabras precisas, intentando dar verdad a un texto, es muy interesante y enriquecedor. Ahí las neuronas espejo funcionan muy bien, hacen su trabajo, porque incluso aprendemos a ser mejores”.
“Hace 20 años volví a España y creé una escuela de interpretación; es bueno buscar tu sitio una vez que has visto muchos otros”
-¿Qué aventuras interpretativas le gustaría emprender? ¿Existe alguna faceta de su profesión que aún no haya podido desarrollar o en la que desearía profundizar más?
“Hay muchas. Lo último que he hecho es escribir una obra de teatro, Minerva, que se representó este verano en el Festival de Mérida. Era la primera vez que escribía un texto teatral y también la primera en la que Scott [Cleverdon], mi marido, me dirigía. La hemos hecho junto a un gran equipo de personas. Ha sido una experiencia maravillosa. Comprobar que le gusta a la gente lo que escribes te demuestra, de alguna manera, que has aprendido de tu profesión y de las personas que has conocido en ella. Estoy muy motivada para seguir escribiendo. También me gustaría producir algún proyecto. Es curioso: más que en la dirección, siempre estoy pensando en la producción, en la magia que posee eso de buscar a las personas que hagan posible una idea”.