La excesiva presión urbanística supone el principal factor de riesgo en los barrancos de Tenerife en caso de lluvias torrenciales. Tanto el Consejo Insular de Aguas como la Asociación Tinerfeña de Amigos de la Naturaleza (ATAN) y la Fundación Telesforo Bravo-Juan Coello coinciden en que la “invasión” de las zonas urbanas sobre el dominio público hidráulico es el mayor problema de estos espacios naturales y reconocen que no tiene fácil solución. Las organizaciones ecologistas también ponen el foco en el peligro que representan las infraviviendas en lugares donde el agua busca camino cada vez que llueve con fuerza.
Tenerife cuenta con más de 4.400 kilómetros de barrancos, la misma distancia que separa la Isla de Kiev, la capital ucraniana, en línea recta. Las tareas de limpieza y mantenimiento en los tramos urbanos recae sobre los ayuntamientos, mientras que el resto depende del Consejo Insular de Aguas, entidad que forma parte del Cabildo. Los cañones más profundos -y más atractivos desde el punto paisajístico- se concentran en Anaga y Teno, las zonas más antiguas de la Isla, mientras que en el resto del territorio estos espacios naturales son menos hondos y no configuran una red hidrográfica notable, con la excepción del Barranco de Santos, en Santa Cruz, considerado el de mayor cuenca de la Isla, explica ATAN.
“El problema de los barrancos en Tenerife es antiguo, porque siempre se han utilizado como vertederos, pero con el desarrollo económico de los años 70 el riesgo ha aumentado y los problemas se han multiplicado, porque no solo se utilizan de basureros sino por la ocupación de población en zonas que antes eran de dominio hidráulico”, subraya Eustaquio Villalba, portavoz de ATAN. El veterano ecologista recuerda que el taponamiento de los cauces ha provocado en los últimos años graves episodios por la acción de la lluvia en lugares como El Palm-Mar, en el municipio de Arona o Radazul (El Rosario).
El problema, a su juicio, se resolvería “devolviendo el dominio hidráulico” a esos espacios y acometiendo obras de envergadura en algunos casos “para que las aguas tengan por dónde circular”. En ese sentido cita los ejemplos del barranco del Bufadero, en María Jiménez, o la desembocadura del cauce de San Andrés, pero advierte de que hay casos en que la situación es irreversible: “Lugares, como Los Cristianos, que no tenían problemas de inundaciones, hoy se encuentran en otra realidad muy distinta debido a que muchos de los barranquillos de la zona se han taponado, se han ocupado y prácticamente ni existen”.
Para Jaime Coello, director de la Fundación Telesforo Bravo-Juan Coello, la situación de los barrancos “no es la mejor”. Advierte de que el problema se agrava en el Sur y en el área metropolitana por la presencia de viviendas en lugares de riesgo en caso de riada y por las “infraviviendas de los asentamientos ilegales y cuevas”, además de la acumulación de basuras y escombros.
También lamenta determinadas construcciones realizadas por las administraciones públicas que, en su opinión, contribuyen a estrechar los cauces. Entre ellas citó las “arandelas” colocadas en la parte baja de algunas infraestructuras, “como en los bajos del cruce de Guaza, en Arona, que estrechan el paso del agua en caso de lluvias fuertes, lo que, unido a los residuos que arrastra, pueden producir desbordes por encima de esas canalizaciones”.
Coello sostiene que hay “un gran problema” en la gestión de los barrancos. “Los ayuntamientos se quejan de que no tienen medios para limpiarlos y el Cabildo no acaba de aplicar la policía de cauces y no controla los poblamientos”, por lo que pide un “consenso” entre los municipios y el Consejo Insular de Aguas para una “gestión efectiva de estos espacios, empezando por eliminar los puntos habitados irregularmente, buscando soluciones habitacionales a las personas sin recursos”. No obstante, recuerda que existen casos de personas con medios económicos suficientes que, en cambio, optan por vivir en contacto con la naturaleza en lugares prohibidos, sobre todo en el sur de la Isla.
Después de subrayar la “excesiva presión urbanística” en tramos de algunos barrancos, el consejero insular de Desarrollo Sostenible y Lucha contra el Cambio Climático, Javier Rodríguez Medina, destacó el “cambio de sensibilidad tremendo” respecto al concepto de vertedero al que se asociaban estos espacios hace años, algo en lo que han influido, señala, las campañas de concienciación y la labor de los ayuntamientos. “Es raro el municipio que no recoge los grandes enseres a domicilio, además de la red de puntos limpios fijos y móviles, como el que hemos puesto en marcha desde el Cabildo, lo que contribuye a acercar la separación de residuos al origen, a la ciudadanía”.
Rodríguez Medina, que descartó que el crecimiento de vegetación en cauces y laderas suponga una dificultad para el agua de escorrentías, también subrayó, en esa labor de generar una mayor conciencia medioambiental, el protagonismo de las redes sociales: “Han jugado un papel transformador, porque se difunden imágenes muy llamativas, que generan un gran impacto. En ese sentido, han contribuido positivamente”.