Con apenas 28 años y recién nombrada notaria, a Beatriz se le augura una carrera exitosa y prometedora. Es la única canaria que ha aprobado en esta última promoción de septiembre en la que se presentaron 700 personas y aprobaron tan solo 90. Ahora le espera su primer destino: un pueblo de Salamanca llamado Cantalapiedra, de unos 1.000 habitantes, y al que acude con gran ilusión. El esfuerzo, trabajo y constancia que sus padres le inculcaron desde niña han sido claves para poder afrontar estos cinco años de oposición.
-¿Qué es lo que incentiva a opositar?
“Bueno en mi caso desde siempre quise ser registradora de la propiedad. Mi abuelo lo fue durante 35 años en Granadilla de Abona y a mí me hacía mucha ilusión. Empecé Derecho en el CEU en Madrid y el último año ya tenía claro que quería opositar: o para registradora de la propiedad, que era lo que siempre había querido ser, o para abogada del Estado. Al final opté por registradora…”.
-Y cambió a Notaría.
“En realidad me estuve preparando para las dos. Tuve la gran suerte de tener unos preparadores magníficos que me dijeron que me preparara para las dos oposiciones. Tienen temarios distintos y me costó adaptarme, pero al final he podido con ello”.
-¿Cómo es la vida de un opositor?, si la tienen.
“La verdad es que no tenemos mucha. Fue muy duro. En mi caso yo he sacado esta oposición en 5 años, pero tenga en cuenta que la media está entre 5 y 8 años, así que puedo decir que estoy dentro de los parámetros habituales”.
-Como si fuera otra carrera.
“Exacto, pero sin las ventajas de estudiante universitario. Yo vivía en una residencia que, además, creo que para los primeros años es muy bueno porque te ayuda a coger el hábito que es lo más difícil. Me levantaba a las 5.30 de la mañana y paraba a las 19.30, con una hora para comer y descansar; de domingo a viernes que era cuando tenía los exámenes. El sábado tenía libre, pero a las 19.30 tenía ya que estar en casa. Eso todos los días igual durante cinco años. Mientras mis amigos o mi familia estaban por ahí, yo estaba estudiando”.
-Es muy duro. No todo el mundo aguanta ese ritmo.
“Opositar es rutina, monotonía, trabajo y constancia. He conocido gente muy inteligente que no ha aguantado este ritmo y sobre todo la presión de estar sentado en una silla 10 o 12 horas diarias. Por eso siempre digo que hay que tener muy presente el objetivo”.
-¿Qué ha sido más difícil?
“Pues para mí coger el hábito. Pero una vez que lo consigues no hay que parar. He tenido momentos de bajona, sobre todo cuando llegaba a la residencia después de haberme ido de estar con mi familia o amigos, pero es en esos momentos donde el objetivo tiene que estar presente. Mire, un opositor se tiene que tomar en serio la oposición desde el minuto uno y debe saber que vas a renunciar durante un tiempo a muchas cosas, entre otras a la familia y los amigos. Mis padres me inculcaron desde niña la cultura del esfuerzo y creo que gracias a eso y a su apoyo durante los momentos de bajona he podido resistir durante todos estos años”.
-¿Qué sintió cuando le dijeron que había aprobado?
“Pues se me olvidaron todos estos cinco años”.
-¿Se han quedado muchos amigos por el camino?
“Muchos, pero mire eso no significa que sean menos inteligentes o que no estén preparados. La oposición es un proceso selectivo donde influyen muchas cosas, entre ellas la suerte. Por eso no hay que rendirse y seguir adelante”.