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Remedios Zafra: “La precariedad y vulnerabilidad del trabajo cultural se esconde bajo la pasión y la vocación de sus artífices”

La escritora y ensayista participa este martes, en el Castillo de San Felipe del Puerto de la Cruz, en un nuevo encuentro de la Cátedra de Gestión y Políticas Culturales ULL-Fecam
Remedios Zafra. / EP

La Cátedra de Gestión y Políticas Culturales ULL-Fecam celebra el martes, con el título de Cultura en precario, una nueva entrega de sus Encuentros de Gestión y Políticas Culturales Municipales. La cita tendrá lugar en el Castillo de San Felipe (19.30 horas), en el Puerto de la Cruz, y contará con Remedios Zafra, escritora y ensayista que aborda en su obra el estudio crítico de la cultura contemporánea, el feminismo, la transformación del trabajo creativo y las políticas de la identidad en las redes. Eduardo García Rojas dialogará con ella.

-Las consecuencias de esta pandemia que aún no hemos dejado atrás también afectan al sector cultural. Al margen de todo lo negativo, ¿han surgido nuevas oportunidades?
“La historia enseña que cuanto más dura es una crisis, más cambios se movilizan. Lo que no está claro es si la celeridad e impaciencia con la que a menudo se responde a las crisis para recuperar el estado anterior se hace a costa de perder la oportunidad de pensar y mejorar un sistema que venía ya lastrado. Ahora en el sector cultural la oferta está siendo explosiva y llega o llegará financiación. Sin embargo, poco valor habríamos extraído de lo vivido si nos limitamos a planificar y producir sin repensar la estructura que lo sostiene. La conciencia más marcada sobre la vulnerabilidad y precariedad de los trabajadores culturales puede ser el germen de nuevas oportunidades. Es llamativo el aumento y la diversidad de debates en torno al sector cultural, donde el foco no es ya el contenido, qué producimos, sino las condiciones y formas de trabajo que se han normalizado: cómo trabajamos”.

“No es extraño que el patriarcado, tan entreverado al capitalismo, siga actuando de distintas maneras en Internet”

-La cultura desde la periferia -y también periférica- nos interpela en estas islas de forma directa. ¿Cómo se puede superar esa idea de centro, el discurso que emana de las grandes capitales, para que no se solapen las expresiones surgidas en territorios más lejanos?
“La cuestión para la cultura ha dejado de ser entre centro y periferia y apunta a la cultura como periferia de la economía. Quiero decir que enfatiza más algo que nos une, con independencia de dónde trabajamos, frente a lo que antes era singularidad. Por ejemplo, las lógicas de financiación y burocracias favorecen una hiperproductividad dañina para la cultura aquí y allí, donde el exceso de ofertas hace que se eclipsen entre ellas, así como la dificultad de hacer con sentido y concentración. Es un problema común que tiene que ver con un marco más globalizado y con aspectos que hermanan, y no tanto con los aspectos que nos diferencian”.

-¿Qué nos estamos perdiendo como partícipes, consumidores y contempladores, como creadores y gestores de arte, de cultura, en este mundo cada vez más globalizado?
“La oportunidad de que la cultura actúe realmente como motor de emancipación para la ciudadanía frente a formas de opresión simbólica. Y esto ocurre cuando sucumbimos a las dinámicas mercantilistas que entienden la cultura en términos de consumo y no de valor simbólico y social. Esa oportunidad perdida pone en riesgo los aspectos más oscuros pero necesarios que esperamos de la cultura que perturba. Es como si los criterios que llevan tiempo asentándose en las redes digitales se extrapolaran de muchas maneras, también los que alientan que la precariedad es la única capaz de resistir ritmos de producción que priman números y audiencias. Como efecto perdemos también diversidad”.

“Allí donde se piense el futuro del trabajo cultural tienen que estar ante todo representados esos trabajadores”

-A menudo se habla del desencuentro entre la gestión pública y la privada en la actividad cultural. ¿Hemos avanzado en ese diálogo o sus interlocutores no acaban de encontrarse?
“Los conflictos no tienen por qué ser negativos y pueden ser incentivos para cambiar y mejorar modelos. Mi acercamiento a esos diálogos ha sido desde la distancia, consciente de que existen prejuicios y desconfianzas sobre, por ejemplo, la instrumentalización que puede hacerse de la cultura y su uso como blanqueo de determinados entes privados, o el menosprecio que en ocasiones sufre la cultura por parte del capital privado cuando es entendida en términos exclusivamente monetarios, sin atender a su potencial transformador en la sociedad. Sin embargo, entiendo que en los nuevos modelos productivos precisamos más empatía y cooperación que nunca, más vernos como ciudadanos con oportunidad de dar respuesta a cambios en las formas de vivir y trabajar, y en las formas de vivir y trabajar en la cultura”.

-Recientemente, conocíamos la noticia de que el Gobierno central trabaja en una nueva ley de mecenazgo, frente a la que entró en vigor en 2002, aunque da la impresión de que nunca ha funcionado. ¿Qué aspectos claves debería contemplar, a su juicio, esta nueva norma?
“Cualquier normativa sobre financiación y gestión laboral en el contexto cultural debe valorar todas esas cuestiones incómodas de las que habitualmente no hablamos cuando hablamos de cultura: quién cobra y cómo se cobra, cuáles son las condiciones de trabajo, por qué se esconde la precariedad bajo la pasión entusiasta de un trabajo vocacional, hasta qué punto estas normativas alimentan un sistema que legitima el pago con capital simbólico o la donación como ¿sueldo? Quiero decir que los conceptos que nos servían para entender la economía cultural también deben ser auditados en las estructuras que promueven, y que esos aspectos que eran considerados de andar por casa debieran ser subidos, asimismo, a la mesa de negociación”.

“La cultura en términos de consumo, cuando sucumbimos a las dinámicas mercantilistas, se aleja de su valor simbólico y social”

-¿Echa de menos más protagonismo del sector privado, desde mecenas a gestores, pasando por los propios creadores, cada vez que los políticos abren el melón de este asunto?
“No conozco con detalle la manera en que los políticos están gestionando este asunto, pero entiendo que allí donde se piense el futuro del trabajo cultural, entre los interlocutores tienen que estar ante todo representantes de esos trabajadores junto al resto de agentes e instituciones implicados. Mi impresión es que en estos debates ha habido protagonismo de quienes acumulan el dinero, pero no de quienes trabajan y piensan la cultura y las condiciones de trabajo que le son propias”.

-En su ensayo ‘Frágiles: Cartas sobre la ansiedad y la esperanza en la nueva cultura’ (2021) aborda cuestiones como lo contingente, lo precario y la fragilidad que encaran los creadores a partir de la tecnología digital. ¿De qué manera es posible romper ese bucle o convertirlo, si se quiere, en un círculo virtuoso?

“Es curioso cómo tratándose de un sector del que justamente se espera potencia reflexiva para denunciar y abordar creativamente estas precariedades que se naturalizan en vidas y trabajos, se encuentra en gran medida neutralizado por la precariedad de sus trabajos temporales, no pagados o pagados con capital simbólico; o en otros casos, más expuestos a la autoexplotación en tanto la actividad cultural sigue estando financiada en gran medida por subvenciones no siempre sensibles a la idiosincrasia cultural y que llevan a algunos agentes a hablar incluso de violencia burocrática. Para romper bucles, lo primero que hay que hacer es frenar y desviarse -asunto para el que la conciencia es de gran ayuda-, después necesariamente necesitamos hablarlo para crear colectividad, contagio y alianza política”.

-El feminismo y los estudios de género son muy importantes en su trayectoria. Ya en ‘Netianas. N(h)acer mujer en Internet’ (2005) advertía de que en el mundo digital se reproducía el poder patriarcal. ¿Qué lectura hace hoy?
“De manera encubierta y de manera explícita el patriarcado sigue siendo un poder que atraviesa nuestra cultura, y como parte de ella también la tecnología que usamos y en cierta forma habitamos. Si en los noventa había más esperanza sobre el rumbo social y democrático de Internet, desde que el nuevo siglo asentó el dominio neoliberal como estrato sobre el que se construye en gran medida la Internet contemporánea, no extraña que el patriarcado -tan entreverado al capitalismo que cuesta diferenciarlos- siga actuando de muchas maneras. Como luz a esta sombra, también está siendo contrarrestado y respondido por otras muchas”.

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