En muy poco tiempo ha pasado de ser una turbia historia de la Guerra Fría a convertirse en Un secreto a voces y, de ahí, a la mayor exclusiva periodística del último medio siglo. ¿Qué tienen que ver el cantante José Luis Rodríguez el Puma, el narcotraficante Pablo Escobar y el tira y afloja que mantuvieron -¿o mantienen?- los servicios secretos de Estados Unidos y la Unión Soviética -o ahora Rusia-? Este es el juego (meta)literario y (meta)periodístico que plantea en su novela Santiago Díaz-Bravo (La Orotava, 1968). Un juego concebido como un puzle y como un artefacto de relojería en el que el autor no solo escribe, sino que además se escribe y pasea por las 264 páginas que van desde el Preámbulo a la palabra fin de Un secreto a voces. La novela que la CIA y el KGB intentaron sabotear (Editorial Pie de Página, 2022).
Santiago Díaz-Bravo mantuvo una charla con este periódico desde el Reino Unido, donde reside (no es casualidad que la fotografía que muestra al autor esté tomada junto a la Embajada de Rusia en Londres), para hablar de esta nueva obra y también del humor en la literatura y en la vida. O, más bien, del sentido cómico de la vida. Que lo tiene.

-José Luis Rodríguez ‘el Puma’, un antiguo sicario del narco Pablo Escobar y la Guerra Fría. Como punto de partida hay que reconocer que con esos elementos ‘Un secreto a voces’, su cuarta novela, resulta epatante.
“Un secreto a voces es una mezcla de ficción y realidad. Muchos personajes son reales; uno soy yo mismo, otro es mi esposa, otros son los miembros de la editorial, que salen todos con sus nombres y sus apellidos… Y luego he aprovechado personajes y hechos históricos para construir una especie de puzle que viene a ser un juego de equilibrios. Un juego que busca mantener en vilo al lector, despertar su interés y también alguna sonrisa. Se trataba, en definitiva, de intentar crear una obra que fuese muy original”.
“Vivimos en un mundo hilarante; es poco más o menos un teatrillo en el que pasan cosas que a menudo resultan muy graciosas”
-En ‘El hombre que fue Viernes’ y ‘Las intrusas’ hablábamos de sátira. Ahora esa mirada distorsionada es aún más patente y el humor y la ironía aparecen desde el primer párrafo.
“El humor lo envuelve todo. Tal y como mantuve en las obras anteriores, la sátira, la ironía, el humor, forman una parte muy importante de nuestra vida. Nos acompañan en toda nuestra trayectoria. Además, conforme uno va cumpliendo años, se va dando cuenta de que el mundo es poco más o menos que un teatrillo en el que van sucediendo cosas. Y muchas de ellas son muy graciosas. En ocasiones, esa parte humorística de la realidad, de la historia, de lo que ha ocurrido y de lo que está por venir, se encuentra oculta, pero basta solo con escarbar un poco para entender que vivimos en un mundo hilarante”.
-Mientras que un tópico le quita importancia al humor en la creación artística, un lugar común lo refuta para decirnos que hacer una buena comedia es un ejercicio de relojero. ¿En qué punto se sitúa su opinión?
“Alguien dijo, y es otro tópico, que hacer humor es algo muy serio. Estoy de acuerdo: algo muy serio y también muy complicado. El humor tiene que transitar por unos senderos muy concretos, muy bien definidos, porque si te sales de ellos se convierte en otra cosa. Así que considero que la comedia tiene más que ver con construir ese artefacto de relojería. El origen de Un secreto a voces es totalmente real: un hombre vino a pintar mi casa y me enteré de que había trabajado para Pablo Escobar. A partir de ahí se empiezan a entremezclar elementos reales e imaginarios. He recurrido a mi biografía, a lo que me ha ocurrido desde 2008 hasta el presente, para estructurar la novela. Y esa biografía la vinculo a lo que ha pasado en el mundo durante todo ese tiempo. Desde la crisis económica hasta la invasión de Ucrania. Para ello empleo personajes de la cultura popular, como José Luis Rodríguez el Puma, como el grupo ABBA o como Franco Battiato… La CIA y el KGB son piezas también muy importantes de este relato, como lo son ciertos líderes políticos de las grandes potencias. Juntar todos estos aspectos podría parecer un sinsentido, pero creo que es a través de ese juego de equilibrios entre la realidad y la fantasía donde la novela cobra su lógica”.
“Escribir solo tiene sentido para mí si alguien me lee; siempre busco pasar al otro lado y tener la mirada del lector, y no es fácil”
-Como ha señalado, en ‘Un secreto a voces’ aparece un elemento nuevo, lo autorreferencial. ¿Qué busca con este ejercicio de autoficción, de crear una novela vestida de reportaje periodístico que, según avanza, nos cuenta cómo se construye?
“Un secreto a voces es una novela sobre cómo se escribe la propia novela. El escritor Julian Barnes es uno de los pilares de lo que se ha llamado el Dream Team británico. Aunque comenzaron antes, los miembros de esta generación [de la que también forman parte Martin Amis, Kazuo Ishiguro e Ian McEwan, entre otros] empezaron a publicar con cierta regularidad, o al menos tuvieron más repercusión, a partir de los 50 años. Barnes dice que eso se debe, probablemente, a que antes de los 50 uno no tiene mucho que contar. A partir de cierta edad ya hemos acumulado un amplio conjunto de experiencias. En este caso concreto, mi planteamiento fue el siguiente: si ya dispongo de mi propia experiencia, ¿por qué recurrir a otra? Decidí no solo utilizar mi trayectoria vital, sino también convertirme en uno de los personajes de la novela y acompañarme de gente que está presente en mi vida. Alguien podrá decir que es un ejercicio de vanidad, pero creo que una vez que lea la novela le quedará muy claro que no lo es. He recurrido a lo que tengo más cerca, que es lo que conozco mejor”.
-Usted es periodista. ¿Qué papel desempeña el oficio en la creación de esta trama? ¿Tiene más de homenaje a la profesión, de instrumento o también forma parte de la sátira, en este caso, hacia el sensacionalismo?
“Es un poco de todo. Uno es lo que ha sido y yo me enorgullezco de haber sido periodista durante muchos años. Dejé la profesión, o ella me dejó a mí, hace ya algún tiempo. Cuando el personaje principal de Un secreto a voces, que soy yo mismo, conoce esta gran trama en la que está envuelta la CIA, el KGB, José Luis Rodríguez el Puma, los Gobiernos de las grandes potencias… reflexiona sobre el hecho de que ejerció el periodismo 20 años, pero nunca tuvo la oportunidad de publicar una exclusiva tan enorme como esta. Y ahí ve su gran oportunidad. Ese es el punto de arranque, cuando yo como personaje decido adentrarme en la investigación periodística más importante de los últimos 50 años. Convenzo a la editorial para que me sufrague los gastos y me dedico a investigar como periodista. Al mismo tiempo, en la novela hay varias referencias irónicas hacia lo que en mi opinión se ha ido convirtiendo el oficio”.
“En ‘Un secreto a voces’ decido no solo usar mi trayectoria vital, sino también convertirme en uno de los personajes”
-¿Y cómo hace uno para dar verosimilitud a un relato si conscientemente ha recurrido a la exageración y a elementos muy extravagantes?
“Si se trata de buscarle una analogía al novelista, yo diría que la más cercana es la del albañil. Escribir una novela es empezar a poner ladrillos unos al lado de los otros y luego unos encima de otros. Una vez que has construido esa pared, te puede quedar bien o mal; se puede mantener en pie durante muchos años o se puede caer nada más acabar. La escritura es un ejercicio que requiere meticulosidad. Para mí el acto de escribir tiene sentido porque hay alguien que te lee. Me parece muy bien que haya personas que escriban para sí mismas, pero yo el único sentido que le veo a la literatura que hago es encontrar a alguien que me lea. En la medida de lo posible, como escritor intento ponerme del otro lado, lo que resulta complicado. Y desde esa otra mirada, la del lector, procuro darle sentido a lo que escribo. Es abstraerte de tu propio mundo para poder ver la obra desde fuera en el momento en el que se está creando. Es cierto que uno cuenta con el apoyo de la editorial, que resulta muy valioso en el proceso de escritura, pero la mayor parte del proceso creativo es solitario. Sin duda, eso es lo más difícil”.
“El autor de la novela soy yo, pero el libro es de un equipo: su diseño y la tipografía son muy importantes en esta historia”
-Cartas, letras de canciones, artículos periodísticos, denuncias, informes policiales… La libertad del escritor no solo se expresa en el contenido y en el estilo, también en la forma en la que muestra lo que narra. ¿Hubo algún límite en ‘Un secreto a voces’ o precisamente se trataba de eso, de no fijar ninguna línea, ningún tipo de frontera?
“No hubo ningún límite, pero incorporar todo eso requiere un esfuerzo extra. Parte del rompecabezas que es Un secreto a voces, esa variedad, demandó también una diversidad de estilos literarios que a su vez exigió una cierta investigación. Por ejemplo, en la novela figuran informes de Scotland Yard, para los que tomé como referencia documentos reales. Con los artículos periodísticos, lo mismo. Incluso hay uno de ellos, uno de The New York Times, que realmente fue publicado a raíz de la guerra de Ucrania y yo solo lo he traducido citando a sus autores. En las denuncias policiales, no solo recurro a la estructura de la denuncia que uno presenta en una comisaría, sino también a su propio lenguaje. Del mismo modo, en el libro se reproducen las distintas formas del español que se habla en los países de donde proceden algunos de los personajes. Y luego está el trabajo de diseño y de tipografia de la propia novela para diferenciar todos esos aspectos que reúne. Por eso digo que yo soy el autor de la novela, pero el libro en sí es un trabajo en equipo realizado con la editorial”.