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El año que renació el activismo en Canarias: los tres jóvenes en pie por la naturaleza, el patrimonio y la economía

María, Enrique y Pablo son las caras visibles de una generación que pone nombre a problemas que aquejan a las Islas como la turistificación, la pobreza o la falta de oportunidades
activismo en Canarias
Pablo Martín (activista tinerfeño de 27 años), Enrique Reina (activista grancanario de 25 años) y María González (activista tinerfeña de 24 años). Fotos: cedidas

Una nueva generación que ve necesario un cambio en el Archipiélago es la causante de que este 2022 haya sido el año del renacer del activismo en Canarias. María González, Enrique Reina y Pablo Martín son tres de las caras visibles de ese impulso ciudadano a luchas tan importantes como la defensa del medioambiente, pero no solo eso. Estos tres jóvenes han puesto en la agenda mediática problemáticas como la turistificación, la desprotección del patrimonio canario, la pobreza o la falta de oportunidades en las Islas. Analizamos con ellos a qué se debe esta nueva ola de reivindicaciones que suceden al 15-M.

María González (@MaraGlezAcosta en Twitter) es una tinerfeña de 24 años que en los últimos años ha participado en protestas en defensa de los derechos de las personas migrantes en Las Raíces, contra los desahucios en el Edificio Tabaiba así como por la paralización de las obras del complejo turístico de Cuna del Alma en el Puertito de Adeje.

Esta joven reconoce que su “despertar” ocurrió en la adolescencia, cuando se mudó a San Isidro, “una de las localidades más pobres de Tenerife”. Con 18 años su propia realidad la hizo ser consciente de la desigualdad que existe en Canarias: “Compaginaba mis estudios de Historia en la Universidad de La Laguna con un trabajo. Fue ahí cuando me di cuenta de lo que es ser clase obrera, de lo que es hacer un sacrificio extra por estudiar. Y lo que es peor, me di cuenta de cómo muchas personas de mi entorno no tenían esa posibilidad de seguir estudiando“.

Similar situación ha vivido Enrique Reina, un joven historiador de 25 años que se reivindica como “un pibe de un barrio de Las Palmas” que siempre ha vivido una realidad precarizada alejada del concepto de “playa, sol y fiesta” al que se recurre cuando se promociona a Canarias en el exterior.

Con solo 16 años, Enrique sintió que lo que ocurría le obligaba a protestar en las calles: “No podía quedarme en casa, ya fuera por la Ley Wert, el tema del petróleo en Canarias o la abdicación del Rey”. Hoy, su cuenta de TikTok (@enriquerb97), en la que divulga la Historia de Canarias y se opone a cuestiones como la destrucción del patrimonio, suma casi 30.000 seguidores.

En el caso de Pablo Martín, conocido popularmente como Pablo Dive (@pablo.dive en Instagram), un biólogo marino tinerfeño de 27 años, lo que le impulsó a hacer activismo fue el Proyecto de los Charcos de Mareaactualmente desechado– de la Consejería de Turismo: “Suponía la patada definitiva a las zonas intermareales de Canarias y ni mis estudios ni mi profesión me permitían seguir mirando para otro lado”.

Las redes sociales, una forma de llegar más lejos

Tanto María como Enrique y Pablo ven las redes sociales como herramientas para viralizar sus protestas, ganar apoyos y ejercer presión. María cuenta que hay personas que tras ver en sus ‘Historias’ de Instagram fotografías de la acampada en el Puertito se unieron a la lucha y que incluso hubo quien vino de Francia a Tenerife específicamente para apoyar esa causa.

Para Enrique, las redes son un altavoz “fundamental” que “han colocado a gente normal a la altura de la politiquería y el empresariado”. Aunque advierte del problema que existe al convertir las luchas en algo virtual: “No podemos ignorar las limitaciones de las redes, lo más importante siempre será la calle“.

También Pablo ha comprobado ese poder que tienen las redes a la hora de divulgar: “He podido llegar a cientos de miles de cuentas con problemáticas tan importantes como los vertidos de aguas residuales o la masificación turística de las Islas e incluso organizar manifestaciones en poco más de dos semanas a las que acudieron miles de personas”.

Una lucha que pasa factura

Insultos, amenazas, detenciones e incluso agresiones” constituyen la parte más dura de practicar el activismo en Canarias. María, que ha vivido todas estas situaciones, asegura que varias veces ha pensado en dejar el activismo, sobre todo cuando ve a su familia preocuparse por ella.

Además, seguir la realidad económica del Archipiélago, haciendo un seguimiento constante de las noticias negativas, puede llevar a un estado de “estrés y ansiedad”. Para no “quemarte muy rápido”, Enrique explica que hay que saber cuándo descansar para no perder el equilibrio a nivel personal.

Pese a todo lo negativo, los tres coinciden en que luchar por sus ideas tiene una “recompensa”: conocer por el camino a otras personas con las que comparten valores y que, finalmente, terminan siendo sus amigos.

Activistas que vienen para quedarse

María, Enrique y Pablo no son pioneros en el activismo pero sí encabezan una nueva generación de activistas. En este sentido, las características propias de su generación no les hacen olvidar a quienes antes se han dejado la piel defendiendo sus ideas en Canarias y tienen claro quiénes son sus referentes: la recientemente desaparecida Rosi Cubas, el activista Roberto Mesa o el polifacético Luis Morera.

Preguntados sobre cuáles son los motivos que han provocado la movilización de la juventud canaria en este 2022, nos dan varias claves que se resumen en la palabra “hartazgo”: Enrique asegura que se han dado cuenta de que “no es suficiente con ir a votar y luego quedarse con los brazos cruzados”, Pablo quiere que se escuche a los jóvenes en lo relativo a la protección de la naturaleza y María pide que se cambie el término de “generación de cristal” por el de “generación precarizada”.

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