medio ambiente

Atlán termina su viaje a pie por Canarias: 3.000 km caminados y 9 toneladas de basura recogidas

El joven de 22 años y natural de La Orotava emprendió hace 19 meses una aventura por las Islas con la que ha demostrado que es posible "vivir con muy poco"; ahora, trata de plantar la semilla del ecologismo en los colegios del Archipiélago
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En su travesía, el tinerfeño escribía sus vivencias y hacía dibujos de todo lo que veía, retazos que incluirá en el libro que está elaborando

Hace 19 meses un tinerfeño decidía meter un timple, una esterilla y su teléfono móvil en una mochila para comenzar un viaje por Canarias que le cambiaría la vida. Dejó atrás la urbe y se volvió un nómada e incluso cambió su antiguo nombre por el de Atlán. Ahora, concede esta entrevista a DIARIO DE AVISOS tras recoger 9 toneladas de basura en los más de 3.000 kilómetros de costa y montaña que caminó a pie en nuestras Islas e Islotes. Su propósito es plantar en la cabeza de los lectores una semilla: la del amor y la defensa de Canarias a través del ecologismo.

Aunque al principio de su travesía por Canarias este joven de 22 años solo tenía el objetivo “egoísta” de alejarse de todo, con el tiempo convirtió su “aventura” en una forma de demostrar que “se puede vivir con muy poco”. Romper sus mapas y deshacerse de su brújula le sirvió para encontrarse con sorpresas como tubos volcánicos o imponentes montañas. Esa cara casi desconocida de las Islas pronto saldrá a la luz en el libro autoeditado que está escribiendo.

Primeros pasos de un “bebé” en la naturaleza

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Atlán recurrió a la solidaridad de las personas que se encontraba, que le prestaban sus sacos de dormir o tiendas.

Vivir solo, alimentarse sin tener dinero, dormir a la intemperie o hacer fuego por primera vez fueron algunas de las habilidades que Atlán tuvo que aprender de forma acelerada en la primera Isla que visitó, La Gomera: “Cuando llegué, el 20 de mayo de 2021, yo era un ciudadano del mundo, un urbanita que no sabía gestionarse. Solo tenía la idea en la cabeza pero realmente no sabía cómo llevarla a cabo. Me sentí un bebé en la naturaleza“.

Usando su esterilla y pidiendo prestados sacos de dormir a todas las personas que encontraba a su paso, Atlán sobrevivió como pudo durante un mes. A veces, los sacos de otros le quedaban por la cintura, otras, ni siquiera tenía quién se los prestara y dormía tapado con bolsas de plástico que encontraba. Tras dejar limpia de basura La Gomera, que fue la Isla “más fugaz” y a la que llegó con la idea de cumplir con un “plan” que luego terminaría descartando, Atlán llegó a La Palma.

En La Isla Bonita comenzó a conocer la cultura aborigen del Archipiélago, así como a valorar su flora y su fauna: “Allí me di cuenta de que Canarias es un lugar inmenso, no físicamente, sino como un conjunto que tiene su propia identidad”. El 19 de septiembre de 2021, el volcán entró en erupción con un gran impacto para él, que pasó un mes caminando con vistas a la lava y acompañado del rugir que emergía de la tierra.

La Palma también fue el comienzo de sus charlas en los ayuntamientos y colegios, lo que no solo se volvió una forma de sufragar los alimentos que tenía que comprar en el supermercado para subsistir, sino que añadió valor a su travesía y la volvió un “proyecto educativo”. Actualmente, contar su experiencia a los más pequeños es una de las cosas que más le llenan.

Arropado por los isleños, así se sintió Atlán en su paso por El Hierro. Al ser joven y caminar solo, se veía a sí mismo como alguien vulnerable y pensó que quizás podría sufrir algún percance, pero no fue así: “Tanto los herreños como los turistas se desvivían por protegerme, nunca sentí tanto el calor de la gente como en la Isla del Meridiano“. Ese cariño lo devolvió recogiendo residuos en la Isla, que considera “la más limpia”, incluso más que “Isla de Lobos y La Graciosa”.

El colibrí que trató de apagar un fuego

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Atlán organizó decenas de campañas de recogida de basura en playas de Tenerife llegando a recuperar más de tres toneladas en esta Isla.

Regresar a Tenerife supuso para Atlán volver a “la urbe, el ruido, la masa, el lugar del que huía”. En la Isla del Teide este nómada sintió por primera vez que “la basura le había ganado la batalla” y es que, para él, es un “deber moral” recoger todo lo que encuentra a su paso, y eso no fue posible en Tenerife: “Cuando caminaba por una playa del Sur me cogió una tormenta enorme, volaban placas y tornillos, el suelo estaba repleto de plástico y el mar lleno de cajas. Me sentía idiota recogiendo lo poco que podía y teniendo que dejar el resto“.

La impotencia de verse superado por toneladas de basura le hizo replantearse su viaje: “¿De verdad sirve de algo hacer tan poco?”, se planteó. Desmoralizado, se escondió durante tres meses en una cueva en Los Abrigos, donde conoció a Madeleine, una joven francesa que le contó la historia del colibrí, una fábula sobre cómo este animal intentaría apagar un fuego rociando gotas de agua con su pico: “Puede que el colibrí no pueda hacerlo solo pero si otros animales siguieran su ejemplo sí sería posible”.

Con ese deseo de que otros le sigan en su ejemplo, Atlán pasó los seis meses siguientes recogiendo hasta tres toneladas de basura en la Isla. Hizo decenas de campañas de recogida con voluntarios en las playas, dio más de cincuenta charlas y acudió un montón de entrevistas en medios de comunicación. Sin embargo, se alejó del sentimiento de aventura que debía tener su viaje y decidió marchar a Fuerteventura para reencontrarse con la naturaleza.

Una gran necrópolis

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El mapa de Gran Canaria que Atlán dibujó mientras recorría la Isla.

Atlán caminó durante dos meses por las llanuras de Fuerteventura y encontró que la famosa playa de Cofete, junto con la de Pozo Negro, son dos de las zonas más contaminadas de Canarias. Allí recogió dos toneladas de basura antes de partir a Lanzarote.

En la Isla de los Volcanes “gestionar el viaje fue muy complicado” porque respecto a la comida es, “de lejos, la más cara”. Aunque también tuvo tiempo de disfrutar, sobre todo cuando se sorprendió al encontrar un tubo volcánico con agua en su interior: “Si hubiera usado un mapa me habría evitado la sorpresa de ver, sin esperarlo, uno de los lugares más bellos de las Islas”.

Siempre tratando de moverse en pequeños barcos, para contaminar menos y fomentar la solidaridad entre personas, Atlán llegó a La Graciosa, donde conoció a Ginés, su verdadero “maestro”. Este hombre, que lleva seis años viviendo en Alegranza, le llevó a remo al Islote para “no asustar a las aves” y le mostró la vida salvaje: “Llegas y ves el mar como un plato, la cara de las pardelas de cerca y al guincho con sus nidos centenarios”.

Para terminar la travesía solo le quedaba ir a Gran Canaria, algo que a Atlán no le apetecía tras pasar tanto tiempo en la naturaleza, pero Ginés le hizo cambiar de opinión al prometerle que es “su favorita” y retarle a caminar contemplando las “dos caras muy diferenciadas que tiene” sin pararse a juzgar. En ella descubrió que Canarias es una gran necrópolis y disfrutó visitando asentamientos de los antiguos pobladores.

Conocer las Islas para protegerlas

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Atlán volvió a Tenerife esta semana tras 19 meses caminando el Archipiélago. Foto: Sergio Méndez.

“Imagina que tienes que guardar todo lo que posees en una mochila. Quizás, aunque sean muchas cosas, pensarás que realmente las necesitas todas pero… ¿qué ocurre si te digo que tendrás que caminar toda la vida cargando con esa pesada mochila?”, con esta reflexión, Atlán capta la atención de los niños a los que da charlas en los colegios y planta en ellos la semilla del ecologismo.

Estos días el joven se encuentra en Tenerife, donde sigue dando charlas y ordena los apuntes que tiene sobre su viaje. Mientras, digiere lo que ha vivido en los últimos 19 meses, en los que se topó con una Canarias “que está pidiendo auxilio ante tanta avaricia, ante el deseo equivocado de querer más poder”. Si algo le ha enseñado su travesía, afirma, es el conocimiento de su tierra, lo que desarrolla en las personas un arraigo que les obliga a defenderla.

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