El Tribunal Popular que durante estos días ha juzgado en la Audiencia de Santa Cruz de Tenerife a un hombre acusado de matar en marzo de 2020 en San Isidro a un empresario que era pareja de su exmujer ha concluido que efectivamente se trató de un asesinato y no un homicidio, lo que habría supuesto una pena menor.
Tras varias horas de deliberación, el Jurado considera que el crimen lo llevó a cabo después de planificarlo durante días, a traición y de forma cruel.
Escuchado el veredicto, la Fiscalía pide 23 años de cárcel y el pago de 150.000 euros a cada una de las hijas del fallecido y 100.000 a la expareja.
La acusación particular solicita 25 años y el pago de cantidades similares. La defensa cree que se le debe imponer la pena mínima.
De esta manera se rechaza de plano el relato ofrecido por el propio acusado, según el cual acudió a las oficinas del empresario situadas en Granadilla de Abona para cobrar una deuda y que entonces éste le reprochó que hubiese quemado el coche de su exesposa, ocurrido días antes.
En ese momento el ya condenado vio cómo la víctima hacía un movimiento para sacar un cuchillo de la espalda, ante lo cual forcejearon, el arma cayó al suelo, la recogió y a partir de aquí atacó al empresario.
En total fueron 20 las puñaladas asestadas, varias de ellas mortales, y alguna de especial crueldad como la que se observó en el cráneo, semejante a cuando se le quita la piel a una fruta.
El Jurado cree que la víctima no pudo defenderse y fue sorprendido por el ataque y prueba de ello es que la primera cuchillada la clavó en la espalda y sostienen que murió en medio de una gran agonía resultado de la crueldad con la que fue atacado.
El Jurado llegó a esta conclusión después de oír las declaraciones de los guardias civiles y peritos que intervinieron en la vista oral.
La versión de la Fiscalía y de la acusación particular que representa a la familia del fallecido mantuvo que el procesado, Eliseo, utilizó el día antes a una persona para concertar la cita utilizando otro nombre.
Este intermediario, sin embargo, puso al empresario sobreaviso y dijo que accedió a hacer este favor porque Eliseo le aseguró que el fallecido evitaba recibirlo porque no quería pagar la deuda.
La cita se fijó a las 15:30 horas, justo cuando el imputado sabía que no había nadie en las oficinas, lo que le permitió consumar el asesinato a traición y con especial crueldad.
Desde un primer momento las sospechas se dirigieron hacia el acusado, quien sería detenido días más tarde. Tras su confesión la Guardia Civil tuvo que rebuscar entre 20 toneladas de basura para encontrar finalmente el arma homicida.
Ese día el acusado había permanecido con su jefe arreglando un camión pero se ausentó precisamente entre las 14:45 y las 16:00 horas, lo que confirmó aún más las sospechas de los investigadores.
Prácticamente desde el principio aceptó la autoría pero siempre ha mantenido que fue en defensa propia, que había rehecho su vida con otra pareja y que no guardaba ningún tipo de celos ni rencor hacia su exesposa.
Ésta sin embargo dijo que había intentado volver con ella y lo acusó de ser una persona “muy agresiva” hasta el punto de confesar que había sufrido violencia de género durante los últimos años de matrimonio.
También sospechó que era el autor del incendio de su coche ocurrido diez días antes del crimen.