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La azarosa vida del Castillo de Los Realejos

Los castillos siempre han estado presentes en la historia de Los Realejos y, de hecho, en el escudo de armas de esta Villa, en su lado izquierdo, figura el que fuera del antiguo municipio de Realejo Bajo, tres castillos almenados, sobre un campo de gules con dos hipótesis sobre su significado
Castillo de Los Realejos

Por Isidro Felipe Acosta. | Los castillos siempre han estado presentes en la historia de Los Realejos y, de hecho, en el escudo de armas de esta Villa, en su lado izquierdo, figura el que fuera del antiguo municipio de Realejo Bajo, tres castillos almenados, sobre un campo de gules con dos hipótesis sobre su significado. Una de ellas es la de que en el Realejo Bajo existía la gran Hacienda de los Príncipes, que constituía una fortaleza, y que esta se encontraba defendida por dos pequeños fortines existentes en la costa, el del Guindaste, hoy desaparecido, y el del Mayorazgo de Castro.

Lo que nadie podía imaginar es que en el último tercio del siglo XIX, Luis Renshaw de Orea y Ascanio, hijo del antiguo agente consular de Estados Unidos en La Orotava, impregnado por el espíritu romántico de la época, que añoraba un pasado medieval, construyera en el centro del Valle una atípica fortaleza que se podía asemejar al resto de castillos europeos.

Luis Renshaw, además de un distinguido escritor, autor, entre otros trabajos, del libro La esclavitud doméstica en Canarias, editado en 1886 y fundador del primer periódico inglés en tierra española, The Tenerife News, era Conde de Orea, Caballero de Capa y Espada de Sus Santidades León XIII y Pío X, agregado del Instituto Imperial de Londres, caballero de la Orden de San Silvestre y de la Cruz y miembro del Ilustre Consejo Heráldico de Francia.

Era, además, descendiente como sus familiares de Sir Richard Renshaw, sargento de Armas del Rey Enrique VIII de Inglaterra y por línea femenina de reyes de Francia y de Hungría.

Con este linaje, a nadie de la época le podía extrañar que su ilusión fuera construir esta pequeña fortaleza como símbolo de poder y de prestigio de una burguesía enriquecida por la pujante industrialización y el impulso comercial que experimentaban las Islas.

Renshaw había nacido en Caracas en 1862, desde donde se trasladó en 1870, en compañía de sus padres y hermanos para residir en el llamado Sitio Luna, en el entonces Puerto de la Orotava. Luis cursó estudios en Inglaterra, Francia y Alemania, hablando estos idiomas a la perfección, lo cual, unido a su vasta cultura y sus aptitudes musicales, le hicieron que desde muy joven destacara en la sociedad en que se desenvolvía. El Conde de Orea falleció en Ginebra, donde residía, el 10 de diciembre de 1937.

Un científico inglés

Aunque no hay datos que lo atestigüen, se cree que el Conde de Orea nunca llegó a residir en su Castillo que fue adquirido por el científico inglés y teórico de la música, Robert Holford Macdowall Bosanquet, una autoridad en la construcción de órganos que realizó artículos experimentales y teóricos sobre acústica, electromagnetismo y astronomía, y que sobre 1890 se había asentado en Tenerife, permaneciendo en Los Realejos hasta su muerte en 1912.

Como testimonio anecdótico, Bosanquet ya figuraba empadronado en el municipio de Realejo Alto en 1904, con una antigüedad de 10 años en compañía de su fiel mayordomo Cecil Bisshop y de dos sirvientes, Pedro Hernández y Vicente García.

De familia adinerada, era hermano del filósofo Bernard Bosanquet, uno de los líderes del llamado movimiento filosófico neohegeliano en Gran Bretaña y autor de una veintena de libros, y del almirante Sir Day Hort Bosanquet, gobernador de Australia del Sur.Robert fue educado en Eton College y obtuvo honores de primera clase en Ciencias Naturales y Matemáticas en Balliol College, Oxford , y más tarde se convirtió en miembro del St.John’s College, trabajando principalmente como tutor en Oxford, y más tarde como profesor de acústica en el Royal College of Music.

Bosanquet era miembro de la Royal Astronomical Society y de la Royal Society, dos de las entidades científicas más antiguas y prestigiosas de Europa. Tras su muerte en 1912, cedió el Castillo en herencia a su mayordomo Cecil Bishoop, y fueron este y sus herederos quienes lo gestionaron en años posteriores.

Un presunto espía alemán

Durante la Segunda Guerra Mundial, Canarias jugaba un importante papel estratégico, de ahí que no era de extrañar que tanto alemanes como ingleses tuviesen sus planes para invadir las islas. Un informe de diciembre de 1940 del Subcomité de Inteligencia del Reino Unido, alertaba sobre el proceso de colaboración entre Franco y Hitler  de forma que el caudillo mantendría la neutralidad de España y Hitler accedía al control de la plataforma logística que representaban las islas en el Atlántico.

El informe añadía que en las Islas habrían al menos 2.000 efectivos a la espera de instrucciones entre la población alemana altamente cualificada de aquella época. Buena parte de esos alemanes, según detalla el informe británico, llegaron a las Islas de incógnito en ese mismo 1940.

Casualmente, por esa época el Castillo era alquilado A Wilhem Von Weikman, un misterioso doctor teutón que habría ejercido de cónsul para su gobierno y en los años que estuvo entre nosotros, hasta el final de la gran guerra, realizó numerosos estudios sobre la historia de la Isla.

El investigador y escritor Alfonso Ferrer recogía testimonios de uno de los herederos de Cecil Bisshop, Antonio Maestre, para quien había varios detalles que le llevaban a pensar que aquel inquilino realizaba actividades un tanto sospechosas.

“Para empezar, según recuerdan algunos vecinos de la época, era un hombre que se dejaba ver poco. Sin embargo, tenía muchas visitas. Pero la circunstancia que habría sido verdaderamente reveladora la protagonizó un primo suyo. Por lo visto, desde la zona de las plataneras que rodea el castillo se puede acceder al interior del mismo a través de una puerta secreta. Es una especie de trampilla. Cuando entró al inmueble, pudo ver multitud de aparatos de radio así como varias antenas”.

Al parecer, una vez abandonado el Castillo, los dueños echaron de menos valiosos muebles, entre ellos un órgano creado por el propio Bosanquet.

El Castillo Parque Museo

Sobre 1960, el Castillo fue adquirido por Fernando Weyler y López de Puga, y a mediados de 1980 se transformaría en parque museo. La edificación, de planta cuadrada con cuatro torres y dos plantas, se acondicionó para destinarlo a difundir la historia de las Islas de cara al turista que visitaba el norte de Tenerife, siendo hasta mediados de los años 90 la principal oferta de este tipo que existía en Los Realejos.

Esta iniciativa empresarial se debió al esfuerzo del propio Weyler, profesor de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, y de su esposa Mercedes Sarmiento Vegas, quienes poco a poco fueron llenado de arte las viejas paredes de este singular recinto con piezas guanches originales y otras obras realizadas por el propio profesor.

El museo contaba con seis salas, dos dedicadas a los aborígenes y la conquista; la tercera, a los aportes canarios y al descubrimiento de América; la cuarta sala, a la defensa de la Isla, y las dos últimas, a la cultura, economía, etnografía y al folclore.

La ampliación de la autopista del Norte hasta Los Realejos, que afectó a parte de los aparcamientos y los jardines, espacios indispensables para este tipo de recinto turístico, y la posterior medida del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz de impedir que la guagua gratuita del parque recogiera turistas en ese municipio, propició el cierre definitivo de las instalaciones. En 1995, el pleno del Consistorio solicitó al Cabildo de Tenerife y al Gobierno de Canarias la compra del inmueble.

En el 2000, las instalaciones fueron adquiridas por el empresario Jorge Bingel, y están dedicadas en la actualidad a la realización de eventos.

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