Guionista, directora de casting y escritora, Cristina Campos (Barcelona, 1975) debutó en la novela en 2016 con Pan de limón con semillas de amapola, que en 2021 se convirtió en una película dirigida por Benito Zambrano. Con Historias de mujeres casadas ha quedado finalista del 71º Premio Planeta. El viernes estará en Tenerife, para participar, junto a la ganadora del certamen, Luz Gabás, en un encuentro en el Teatro El Sauzal (20.00 horas), organizado por la librería El Barco de Papel.
-‘Historias de mujeres casadas’ habla del amor y el deseo, las expectativas y la decepción, y también de la amistad. ¿Cuál fue el punto de partida?
“La infidelidad de una amiga íntima. Ahí empezó todo. Cuando me habló del desgarro emocional que le estaba suponiendo ser infiel”.
-Y qué separa y qué une a Gabriela, Silvia y Cósima, tres de sus personajes?
“Yo destacaría, sobre todo, aquello que las une: la sororidad, la camaradería femenina. Son mujeres inteligentes, sensibles y muy amigas”.
-Sus edades van de los 30 a los 45 años. No están muy lejos de una época que reprimía las emociones. ¿Existe en ellas un sentimiento de culpa heredado y, si es así, llega a ser un lastre?
“No. Una persona sensible, una madre sensible, si es infiel, sufre por romper su familia. No hablaría de lastre, sino de amor incondicional hacia los hijos. También está por ver que haya un sentimiento de culpa heredado. La novela habla del desgarro ante la posibilidad de hacer daño, de separar a la familia, que es lo que le pasa a Gabriela”.
-De una generación anterior es Eugenia, la responsable de la revista en la que trabajan las tres amigas. ¿Qué le brinda al relato esta otra mirada, la de una mujer de 65 años a punto de jubilarse?
“La templanza. Es una mujer cabal que tiene una doble vida, que es capaz de llevar una doble vida. Eugenia es la maestra, la consejera, la que antepone la razón al deseo. Es como la madre de las otras tres mujeres”.
-¿Y qué función tienen los personajes masculinos, las parejas, los amantes? ¿Son un contrapeso, una mirada antagonista o complementaria a la forma de amar y expresar ese amor?
“Complementaria. Un matrimonio sano es libre, nos hace crecer. Pero a veces la vida no es como uno quiere. El deseo que siente Gabriela por un desconocido con el que se cruza cada mañana hace que su vida se tambalee. Trato con cariño a los personajes masculinos. Tengo un padre inteligente y feminista, y estoy casada con un hombre inteligente y feminista. Mis personajes masculinos reflejan lo que tengo: hombres con los que hago equipo”.
-Desde el mismo título de algunos capítulos, el cine está presente en ‘Historias de mujeres casadas’. ¿Cómo lo cinematográfico influye en lo literario?
“Influye la música que escucho, el cine que veo, el arte que contemplo, las conversaciones que tengo… Escribo en silencio, pero si necesito descansar, pongo música y bailo. Luego, por ejemplo, hay cosas de los personajes que robo de películas que me encantan… Robo nombres, robo cosas que suceden en ellas… Todo, todo influye en lo literario”.
-Usted es guionista y directora de ‘casting’. ¿Construye en su mente las historias que escribe como si estuviera presenciando una película o es justo al revés, primero está la literatura y después todo se traduce, en el caso de que sea necesario, a un lenguaje cinematográfico?
“Primero es la literatura, pero muchas veces me imagino las escenas con unos actores. Cuando veo una película que me gusta, pienso: esto lo voy a meter. En la puerta de mi nevera tengo puesta esta frase de Picasso: “Los malos artistas copian, los buenos roban”. Si veo una serie que me resulte interesante, me digo que algo parecido podría pasarle a mi protagonista, cojo la idea y la moldeo a mi manera. Esto lo hacemos constantemente. No pude incluir en el libro un magnífico artículo de Arturo Pérez-Reverte, Carta a un joven escritor. Quería reproducirlo entero, citando que era de él, por supuesto, pero lo tuve que sacar por el tema de los derechos de autor. Me dio mucha pena, porque además creo que a él le hubiese encantado. Esa carta fue muy inspiradora para mí. Entre otras cosas, dice algo así como que acudas a los clásicos y hagas uso de lo que dicen como si fuera legítimo botín de guerra”.
-¿De qué modo ejerce el oficio de escritora? ¿La novela es el fruto de la planificación o tiene más que ver con dejarse llevar a partir de las primeras ideas?
“Es en gran medida una planificación. Hago una escaleta previa, con un centenar de acciones, sobre lo que va a suceder: planteamiento, nudo y desenlace. Y clímax y anticlímax. Ese anticlímax, en Historias de mujeres casadas, es desgarrador. Esa escena me la trabajé mucho”.
-¿Cómo está siendo la experiencia tras quedar finalista del Premio Planeta? ¿Qué le brindan los encuentros con lectores como al que acude en Tenerife?
“Son los tres meses más hermosos y divertidos de mi vida. Luz Gabás y yo nos lo pasamos muy bien. Disfruto cada acto, cada entrevista y cada encuentro. Es conmovedor cuando los lectores me comentan sus impresiones tras leer la novela, cuando me hacen preguntas…”.