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Jesús Cintora: “La información se adultera con el objetivo de que vivamos despistados y le echemos la culpa al que no la tiene”

El periodista ha estado esta semana en Tenerife, en MiradasDoc, donde además ha presentado su libro 'No quieren que lo sepas'
Jesús Cintora ha participado en el Festival y Mercado Internacional de Cine Documental de Guía de Isora, que concluyó ayer. / DA

Jesús Cintora (Ágreda, Soria, 1977) ha sido esta semana uno de los protagonistas del XVI Festival y Mercado Internacional de Cine Documental de Guía de Isora, MiradasDoc. El periodista ha estado en Tenerife con su nuevo libro, No quieren que lo sepas (Espasa), un título tan descriptivo que sirve de pórtico para exponer una visión, la suya, “al mundo que vivimos”. No quieren que lo sepas escruta las relaciones de poder que se están dando en España, cómo se entrelazan los poderes económicos y políticos y, sobre todo, de qué manera estos vínculos e influencias influyen en la sociedad, en la vida, en las dificultades que atraviesan los ciudadanos y las ciudadanas -llamémosnos- de a pie. Pero también es una reflexión crítica sobre el periodismo, sobre cómo el poder, los poderosos, permea la razón de ser de este oficio y llega a impedir que se plasme su propia razón de ser: informar. Contar las cosas, especialmente aquellas que alguien no quiere que sean contadas, continúa siendo hoy no solo una obligación, también una necesidad, si queremos ser parte de una comunidad realmente libre.

-Un término que usted emplea es el de los ‘tapones’ que impiden que la sociedad esté informada o, quizás sería mejor decir, que evitan que conozcamos todas las vertientes de un hecho noticioso. ¿Cuál de estos tapones considera usted que resulta más dañino?
“Los más poderosos acumulan cada vez más riqueza y poder. Eso se ve con los fondos de inversión, que entran en sectores como la sanidad; con las industrias energéticas, con la banca… Y la clase trabajadora, el ciudadano medio, se empobrece. En demasiadas ocasiones lo que afecta a los poderosos no se cuenta, porque tienen suficientes tentáculos en los medios de comunicación para que eso sea así. El periodismo ha de estar no solo para contar lo que influye en el día a día del ciudadano de a pie, sino también para que no esté tapado lo que tiene que ver con los poderosos. El mayor riesgo es que se siga extendiendo ese privilegio, para que ellos continúen a la suya”.

-¿Dónde acaba la línea editorial de un medio y dónde empieza la censura pura y dura?
“Cada medio tiene que tener su línea editorial. Que haya diversidad en esas líneas editoriales es positivo. Que existan medios plurales dentro del espectro informativo está perfectamente contemplado en una democracia. El problema se halla en el momento en el que se censuran, no se cuentan y se le ocultan a la población asuntos que le repercuten. Por ejemplo: en este país todavía lo relacionado con la monarquía, con la fortuna escondida en el extranjero, con asuntos flagrantes, no se cuenta con claridad. Aún no se abordan aspectos vinculados a magnates como Florentino Pérez, más allá de que es el presidente de un club de fútbol, el Real Madrid, y que realiza fichajes de campanillas. Apenas se habla de lo relacionado con los cárteles de la construcción, que se han repartido la obra pública. No todos los medios de comunicación difunden las noticias relacionadas con la gente poderosa, y eso se echa mucho en falta. No hablamos de casos baladíes, sino de dinero público”.

“Si tú precarizas esta profesión, menos periodistas pueden investigar y muchos más tienen miedo a perder su trabajo”

-¿Y de qué manera la precariedad laboral en el periodismo coarta el desarrollo del oficio? ¿Cuánto de determinante está siendo la autocensura?
“La precariedad es una lacra del tiempo en el que vivimos, y lo es en general. Ya no solo se trata de que se asuma que la gente tiene que conformarse con ser mileurista, sino que además todo se está encareciendo. El acceso a la vivienda, el acceso a la energía… Al mismo tiempo, empeoran servicios básicos como la sanidad, por lo que mucha gente se ve obligada a recurrir a la privada: no puede esperar a que le toque en la lista de espera cuando son cuestiones urgentes… Esa es la realidad que viven muchas personas. Y en el periodismo, también. Pero esa precarización del oficio está relacionada, además, con las barreras para contar lo que ocurre. Si tú precarizas el sector, es evidente que hay más dificultades. Menos periodistas investigando y muchos más con miedo a perder su trabajo”.

-Frente a esos poderes que influyen en la opinión pública y la información publicada, ¿qué papel está representando la ciudadanía y cuál debería ejercer?
“En la ciudadanía hay un amplio sector que ha caído en la decepción, en algunos casos, y, en otros, en la sumisión, en el despiste… También hay gente que está al loro de lo que está ocurriendo y, probablemente, siente impotencia. Pero los ciudadanos y las ciudadanas tienen herramientas para resistirse a determinados abusos. Creo en la educación y en la cultura como instrumentos para cambiar un país a medio y largo plazo, para que la gente sepa realmente lo que hay. También tengo clarísimo que la población puede ser más exigente. En todo caso, necesitamos esperanza, necesitamos referentes, necesitamos creer. Es una época en la que pasan muchas cosas muy importantes. En suma, hay frustración, hay desidia, hay pasividad; hay personas que no quieren enterarse de lo que pasa, hay gente a la que se manipula y, sobre todo, hay muchas personas que necesitan esperanza. Me las encuentro a diario por la calle. Y estoy hablando de política, no de actos de fe [ríe]”.

-En más de una ocasión usted se ha enfrentado a esas presiones de los denominados poderes fácticos. ¿Ha sido muy diferente el respaldo que ha obtenido del medio para el que trabajaba en cada uno de esos momentos?
“Conforme los programas que hacía iban teniendo mayor audiencia, fueron más castigados por gente poderosa. Esa ha sido mi experiencia. Esa es la realidad. Cuando más queridos eran por los espectadores esos espacios, me han quitado de en medio. Me ocurrió en Las mañanas de Cuatro y en Televisión Española… Es llamativo. Nadie te llama a un despacho para decirte: ‘Te quitamos el programa por su baja audiencia’ o ‘Lo cancelamos porque hay una condena judicial’. Eso no ha podido ocurrir. Entonces lo asumes como una gran contrariedad, porque te has dado de lleno con la censura. Es cierto que, al final, todo esto te da pie a escribir un libro como No quieren que lo sepas, a partir de una experiencia en la que has llegado a tener muy claro que hay determinados aspectos que alguien desea que no los conozca el gran público”.

“Cuando más audiencia tenían mis programas en la televisión, más castigo recibían del poder y decidían quitarme de en medio”

-¿Y precisamente en este libro, ‘No quieren que lo sepas’, llegó a recibir algún tipo de indicación para que no abordase según qué temas?
“No quieren que lo sepas estuvo a punto de no ser publicado. Cuando lo entregué, me dijeron que había una parte, la que trata acerca de la corrupción del rey emérito, que no se podía publicar. Yo entonces dije que o salía todo lo que había escrito o no se publicaba nada. Y así fue. Me la jugué con eso, pero porque creía realmente que debía salir a la luz su contenido íntegramente. Incluso llegué a preguntar si era mentira lo que yo contaba, porque, si así fuese, no tenía ningún problema en retirarlo. Como todo era verdad, al final No quieren que lo sepas ha sido publicado y la gente que quiera lo puede leer”.

-¿Cuáles cree que son hoy las cuestiones vinculadas a España, a la realidad española en la que estamos, sobre las que se está pasando de puntillas?
“Este libro aborda lo troncal de esas cuestiones en las que debemos mejorar. Hay aspectos en los que hemos avanzado como país, pero hay otros en los que incluso se está dando un deterioro. Por ejemplo, en la sanidad pública. El aumento de las listas de espera, la cantidad de personas que se están encontrando con que tiene que pasar mucho tiempo hasta que les pueda ver un médico; el colapso en la atención primaria… Son servicios básicos. También asistimos al encarecimiento del acceso a la vivienda, mucha gente no puede independizarse de una manera razonable porque no posee recursos para tener un techo. Eso es algo, el derecho a una vivienda digna, que está reconocido en la Constitución”.

-¿Y los medios de información a menudo no están a la altura de estas circunstancias, no profundizan en esta realidad?
“Hay cada vez más ventanas para expresarse y, sin embargo, en los grandes medios, a veces se nota muy bien quién es el que paga la tinta. Vemos gente que miente, un día sí y otro también, en determinados programas de televisión. Personas que tienen la posibilidad de llegar al gran público y que, incluso con condenas, no dejan de mentir”.

“Hasta las residencias de mayores han llegado los fondos de inversión, aunque el beneficio no debiera estar por encima del servicio”

-Entre esos poderes, usted alude a fondos de inversión.
“Los fondos de inversión, algunos llamados fondos buitre, están tomando posiciones en sectores clave de la economía y de la sociedad: en la sanidad, en la energía, en los medios de comunicación… El sistema está montado así, lo que pasa es que eso debe hacernos reflexionar sobre si en verdad el servicio está por encima del beneficio, que es lo que debiera ser. Los empresarios entran para hacer negocio, es evidente. Y el negocio de por sí no tiene por qué ser nocivo, pero nunca debe estar por encima del servicio. Eso es clave en una sociedad. Las residencias de ancianos forman parte de los sectores en los que han entrado determinadas empresas, y en los que surge ese debate: ¿qué está por encima, el servicio o el beneficio? Clece, por ejemplo, de Florentino Pérez, está en las residencias de ancianos. Hay que estar muy alerta con todo esto y el Estado no debe dar la espalda, porque nos estamos jugando vidas. Ya hubo muertes ahí, y por miles, durante la pandemia”.

-¿Qué opinión tiene de los nuevos soportes informativos? ¿Cuando accedemos a Internet ya discriminamos entre la información y el sensacionalismo, la parcialidad y la mentira?
“Las nuevas tecnologías y los influencers son realidades de nuestra época. Pero también convivimos con gurús de los medios tradicionales y a veces mienten más que hablan. Siempre lo más importante será el mensaje, que el contenido sea cierto. También creo que la naturalidad es hoy, con tanto postureo, mercadeo de bulos y mentiras, la mayor innovación que podemos ofrecer al público. Yo la reivindico. Como dije, con las nuevas tecnologías proliferan las ventanas, pero al mismo tiempo continúan existiendo las tentaciones de censura y de tomarle el pelo a la población. Los medios de comunicación son un vector de poder. Una cosa es lo que ocurre y otra lo que le llega a la ciudadanía, que es importante, porque influye en su percepción a la hora de tomar decisiones. Eso a veces se adultera: la mercancía llega averiada al ciudadano para que viva despistado y le eche la culpa a quien no la tiene”.

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