Luis Zueco (Borja, Zaragoza, 1979) estuvo el pasado miércoles en Tenerife para presentar El tablero de la reina (Ediciones B, 2023). El escritor de novela histórica acudió a El Barco de Papel, la librería de El Sauzal que dirige Nauzet Pérez, con el fin de encontrarse con sus lectores, firmar ejemplares de su relato y también esbozar algunas de las ideas que están presentes en un texto que pone un pie en la realidad y el otro en la ficción para contar un periodo apasionante, y a menudo desconocido por eso que llaman el gran público, de la historia de España. En esta ocasión, el autor de la Trilogía Medieval (El castillo, La ciudad y El monasterio) ha situado sobre un tablero de ajedrez a Isabel de Castilla, a una joven Isabel que, contra todos los pronósticos y todas las intrigas, llegará a convertirse en la reina más importante que habían conocido los tiempos. A partir de ahí, entre lo real y lo imaginado, transcurre una novela que es histórica, pero además posee mucho de las de suspense y de las de aventuras.
-El ajedrez como metáfora, pero también tomado de forma literal como lo que es, un juego ancestral. ¿Qué le llevó a querer construir un relato, como ‘El tablero de la reina’, en el que tuviese tanta importancia el denominado deporte ciencia?
“Siempre pensé que en la historia del ajedrez había mucho potencial para crear la trama de una novela. A base de investigar esa historia de 1.500 años, fui hallando numerosos elementos, desde su mismo origen, cuando surge en la India, y luego cuando pasa a Persia y al mundo islámico, hasta su llegada a Europa…, susceptibles de crear con ellos una ficción histórica. Especialmente, en lo que tiene que ver con la evolución de este juego, en cómo va cambiando y adaptándose a las diferentes épocas, también en el sentido de que es un reflejo de esas épocas y de esas sociedades en las que no deja de estar presente, así como de la política que se desarrolla en esos periodos históricos. Al final, encontré el siglo XV, el último tercio, que es el tiempo en el que transcurre esta novela, porque, una cosa que yo ignoraba hasta ese momento, es que el ajedrez que se juega hoy en todo el mundo es español. Y esa es una de las claves de El tablero de la Reina: cómo un juego tan conocido en el mundo, un deporte tan de masas como lo es hoy, tiene en España su origen”.
“La clave para poder entender a Isabel I es su juventud y cómo luego, con todo en contra, llegó a ser la reina que fue”
-¿Qué le resulta más complejo: levantar el escenario histórico por donde se han de mover personajes reales y otros que no lo son o crear la trama y esos protagonistas del relato que son fruto de su imaginación?
“Lo más complicado son la trama y los personajes. Recrear con fidelidad el contexto histórico en una novela es algo muy importante, sin duda, pero a base de estudiarlo y, sobre todo, de dedicarle mucho tiempo, es algo que se consigue. Sin embargo, crear personajes resulta mucho más complejo. Levantar de la nada identidades que tengan alma, que tengan vida, personajes que además resulten atractivos y sean creíbles en el siglo XV y sean entendibles en el XXI, que esa es otra, no resulta nada sencillo. En definitiva, toda la parte literaria, todo lo que tiene que ver con la ficción es lo más difícil cuando te pones a escribir una novela histórica”.
-En su novela aborda la figura de Isabel de Castilla, pero no en la época en la que sería conocida como la Católica, sino en la inmediatamente anterior, la de una Isabel adolescente. ¿A qué responde, qué oportunidades le ha dado esta decisión de presentarnos a un personaje tan célebre en un momento de su vida mucho más desconocido?
“La trama me pedía ubicar el relato en esos años porque, de entrada, el primer documento que tenemos en el que figuran las reglas del ajedrez moderno es de 1475. Hablamos de una Isabel que acaba de llegar al trono de Castilla. Además, a mi juicio, es la época más interesante de ella como reina. Su reinado es bastante conocido, en términos generales, aunque son tantos los aspectos que contiene y es tanta su complejidad que quizás por eso mismo no te dicen realmente cómo es el personaje. Creo que la clave para entender a Isabel es precisamente su juventud. Entender cómo puede ser que una niña, una infanta -cuando comienza la novela tiene 14 años, ni siquiera es aún princesa de Asturias-, con todo en contra logra convertirse no solo en la reina más importante que hubo en España y prácticamente en Europa hasta ese momento, sino que, entre otras muchas cosas, consigue casarse con quien ella quiere. Esto es totalmente revolucionario en esa época. Para mi novela era fundamental conocer a esa Isabel joven, adolescente, con una fuerza inusitada, que llega a imponer su voluntad a todos los hombres que la rodean, entre ellos, a reyes, a grandes nobles, a los altos representantes de la Iglesia”.
“Me interesa el tiempo que va de la Edad Media a la Moderna; fue una época en la que el mundo cambió por completo”
-La novela histórica, por definición, debe ser fiel a los hechos. Pero en esa planificación, ese cálculo y ese rigor, ¿es posible que el narrador llegue a sorprenderse en algún momento por el rumbo que toman los acontecimientos que describe?
“En una novela histórica, tanto el escritor como el lector, en buena medida, ya saben lo que va a ocurrir. Se exponen hechos que sucedieron realmente en el pasado. Eso podríamos entenderlo como un problema para quien crea una ficción. Sin embargo, existen herramientas con las que modificar los acontecimientos, sin dejar por ello de narrarlos con fidelidad, para resolver ese hándicap. Sin traicionar el contexto histórico, en las tramas que creas, que en mi caso suelen ser de aventuras, de misterios, estás siempre jugando con los personajes de ficción y los de no ficción. Eso te permite sorprender al lector de muchas maneras, aunque, en cada caso, el contexto histórico es el que es. Por otra parte, como escritor de novela histórica debes tener trazado un plan, una especie de guion bastante desarrollado, pese a que más tarde, cuando te pones a escribirla, intentar seguir ese camino que has proyectado no sea tan sencillo. Ahí es cuando necesitas una brújula, porque los personajes te pueden llevar por un lado o por el otro…, quizás se salgan del camino que te habías propuesto… Pero no pasa nada. De hecho, esa es una de las cosas más bonitas de la literatura, que esas identidades que tú has imaginado hayan cobrado vida y tú, al mismo tiempo, como escritor quieras saber cómo acabarán, porque, de alguna manera, has dejado de tener un control absoluto sobre esos personajes ficticios. En definitiva, tú te marcas el comienzo del itinerario y el punto al que quieres llegar, pero esa ruta no es en línea recta. A veces debes abandonar la carretera y subir una montaña. Se trata de combinar esos dos aspectos: por un lado, tenerlo todo muy bien organizado y, por otro, ser muy flexible, para poder adaptarte a lo que te demanda la trama en cada momento”.
-Sus novelas se han situado hasta ahora en la Edad Media, en el Renacimiento, en finales del siglo XVIII y comienzos del XIX… ¿Existe alguna época en concreto que le resulte más atractiva para ubicar sus historias o siempre es la trama la que acaba imponiendo el tiempo en el que se va a desarrollar?
“Es la idea inicial la que condiciona su ubicación en un tiempo. Cuando me decido por un tema, a medida que investigo sobre él voy concretando y acotando la época en la que situarlo. No obstante, también es verdad que me gusta mucho la Edad Media y, ahora, sobre todo, la transición del Medievo a la Edad Moderna. El tiempo que va de finales del siglo XV a principios del XVI es la época en la que cambia el mundo; precisamente por todas esas transformaciones tan importantes que se dan, es un periodo que cada vez me atrae más”.
“Una de las cosas que más me gusta de escribir es justo el momento en el que dejas de tener control sobre tus personajes”
-¿Cómo suele ser el punto de partida, el primer paso que le lleva a sentarse a escribir un nuevo libro?
“Los comienzos, los orígenes, pueden ser muy diversos. En ocasiones se trata de una idea sobre la que he estado reflexionando durante mucho tiempo; otras veces, mientras termino de escribir una novela ya he ido creando el germen de la siguiente, como me está ocurriendo ahora… Cada proyecto literario empieza a tomar forma de manera diferente, porque esa primera idea puede proceder de muchos lugares distintos: de una lectura, de un viaje… De lo que se trata, en suma, es de estar siempre con las antenas puestas, muy atento a todo, porque cualquier idea puede ser buena”.
-Se dice, y se dice ya desde hace algún tiempo, que vivimos un gran momento para la novela histórica. ¿A qué cree que responde esta circunstancia?
“Nunca ha habido tantos autores españoles de novela histórica. Muchos, muy buenos y, sobre todo, que abordan una amplia variedad de temas. Además, ya no solo tratan cuestiones vinculadas a España, sino que son relatos que, por ejemplo, van del Japón feudal a los vikingos. Se trata, sin duda, de un buen momento. Lo que aún nos falta, quizás, es que todas estas novelas salgan de nuestras fronteras y conquisten a lectores de otros países. Mostrar que la novela histórica que hacemos aquí la puede leer perfectamente un británico, un noruego, un ruso…, porque son igual de atractivas que las que se escriben en otras partes del mundo. Ese es el siguiente objetivo que tenemos que alcanzar, porque la novela histórica española suele ser muy buena”.