Fue casco azul en la guerra de Bosnia-Herzegovina, ha estado en volcanes, inundaciones y una enorme cantidad de incendios. En esa mezcla de situaciones difíciles reside su capacidad para mantener la tranquilidad, para tomar decisiones complejas, e incluso para dar un mensaje esperanzador sobre la recuperación del monte tras el incendio que ha asolado a Tenerife durante más de diez días y que ha conseguido ser estabilizado. Una de las personas que ha tenido que ver en este logro ha sido el director de Emergencias del Cabildo de Gran Canaria, Federico Grillo, un ingeniero forestal tinerfeño, considerado uno de los máximos expertos en España sobre la materia. Grillo se convirtió en un referente popular en incendios desde que en 2019 fuera la cara visible de los más de 1.000 efectivos que lucharon durante semanas contra el fuego en Gran Canaria. Natural de La Guancha (con estudios en las universidades de Lleida y Berkeley, y autor de varios libros sobre riesgos y emergencias en zonas forestales traducidos al inglés), se incorporó como analista al equipo de extinción del Cabildo de Tenerife para aportar sus conocimientos y experiencia e intentar combatir el fuego más devastador de los últimos 40 años.
-¿Debe empezar a cambiar la concepción que hay del monte como algo intocable?
“Hay una línea que tiene que empezar a despertar y es que los bosques son algo sagrado que no se toca. Claro que hay zonas que hay que proteger y no tocar, pero también hay otras en las que tenemos que actuar, sobre todo alrededor de los pueblos, y hasta que no empiezas a darte cuenta de lo que es el efecto del fuego no empiezas a discriminar. Los incendios son más variados de lo que pensamos. Hay algunos que pueden no hacer daño a un bosque, como hemos visto en Gran Canaria, zonas en las que gestionamos con fuego, que nos interesa que estén descargadas, y en las que vemos que el paso del incendio apenas se nota dos semanas después. Hay llamas de diez centímetros que solo queman pinocha y van entre las plantas, otras que seleccionan plantitas y las matan, y otras que activan procesos como la germinación. Vemos cómo la fauna se adapta, los pájaros vuelan entre el humo buscando bichos o cuando viene el fuego éstos últimos se suben a los árboles para salvarse. El fuego está dentro de los genes de esos bichitos y están acostumbrados a él. El fuego no es tan homogéneo, tiene matices, como todas las cosas. Aunque sabemos que va a haber zonas dañadas, también infraestructuras, genera sinergias”.
-¿Los responsables de gestionarlos son conscientes de ello? Porque cada vez hay más gente que se queja de las restricciones.
“Tiene que haber una gestión y una conservación de los montes, pero también una reflexión, porque cuanto más buenos somos y más inversión hacemos en medios, peores incendios tenemos, porque se pasa a modelos de alta intensidad. Lo paradójico de esto es que tienes un montón de conatos, un incendio cada dos o tres años y el incendio que se genera se para en el anterior y en base a este último, se actúa. Es algo para meditar y para darnos cuenta que tenemos que cambiar el rumbo en algunas de las cosas que estamos haciendo con la prevención. No podemos aislar el monte y considerarlo como algo que no se puede tocar, porque la hiperprotección nos da como resultado megafuegos. Estamos teniendo mucha suerte en la gestión de los incendios porque no tenemos víctimas y en este tampoco hubo daños en viviendas, pero podríamos haberlos tenido, y pasar la responsabilidad de la extinción solo a quienes van a apagar las llamas es demasiado. Tiene que ser un problema y una solución que se deben abordar desde una ecuación en la que entran la agricultura, la ganadería, los aprovechamientos y el propietario de la vivienda, porque no se puede esperar a que venga el Cabildo y limpie las huertas. Hay que buscar soluciones y cada territorio tiene su propia sociedad e idiosincracia y Tenerife tendrá que buscar las suyas”.
-En muchos casos las fincas están abandonadas y la Administración no puede actuar sobre una propiedad privada. ¿No debería simplificarse la burocracia para poder actuar en estas ocasiones?
“La Administración puede actuar, pero necesitamos mecanismos que lo permitan. Podemos hacerlo con mapas de riesgo, donde los seguros cobren más en los sitios más peligrosos porque al final tenemos que poner medios desde la Administración. Se puede limpiar con cargo a la propiedad y forzar políticas por interés general, pero para esa burocracia nos vendría bien una ley de incendios para Canarias, y necesitaríamos también un plan forestal y, fundamentalmente, trazar un rumbo que integre a la sociedad, el problema y la solución, que es la prevención de incendios. No quiero decir lo que tiene que hacer Tenerife. En Gran Canaria hemos apostado por el paisaje mosaico, el fomento de la agricultura en los pueblos, que son cinturones de protección. Hemos visto en este incendio cómo se paraba en los linderos del bosque cuando llegaba a las zonas de cultivo. Los viñedos y las huertas de papa son los mejores cortafuegos y eso se consigue potenciando el kilómetro cero y la agricultura local. Es un poco absurdo que desde la Administración se le diga a la gente que limpie su casa, pero al que no lo ha hecho y se le quema, le llegan ayudas para reconstruirla. Hay que crear líneas de trabajo que vayan en ese sentido”.
-¿Educar y concienciar a la población es lo más difícil?
“Sí, porque todos queremos que se cambien las cosas mientras no nos obligue a cambiar a nosotros. Es como el cambio climático. Todos estamos de acuerdo en reducir las emisiones mientras no nos afecte a nuestro estado de bienestar. Si la gente no quiere cambiar, habrá que buscar mecanismos para que obligatoriamente lo haga. Es como la ITV, que te obliga a revisar tu coche y si no lo tienes en buen estado, no puedes circular. Tendrá que haber también una revisión de las parcelas por parte de la Administración”.
-Los expertos llevan tiempo advirtiendo que los incendios que vendrían serían de mayor virulencia y con una potencia destructiva. ¿Se podría haber prevenido de alguna forma o nos podríamos haber preparado mejor para que las consecuencias fueran menos graves?
“Es difícil, porque no podemos estar cubriendo cada metro cuadrado de monte. Podemos estudiar los incendios, tener sitios donde vayamos a reducir la carga de combustible y sean una oportunidad para pararlo. De hecho, la prevención busca eso, hay muchos puntos en los que se han detenido porque el Cabildo tenía zonas de tratamiento selvícola y los daños allí se reducen. Pero estamos viendo que no es un problema de Tenerife sino global, sobre todo de los países del primer mundo, como Canadá o Alemania. Cada vez las situaciones son más complicadas porque los incendios son peores. Estamos incrementando el capítulo de extinción, pero esa no puede ser la única solución, sino que tiene que venir también de otros lados. El pastoreo, por ejemplo, es una ayuda tremenda. En Gran Canaria les hemos dado casi 4.000 hectáreas a los pastores y les pagamos por ello, porque prestan un servicio a la sociedad. Por un lado se ahorran el forraje porque tienen hierba en el campo y por otro, se les ayuda para que el pastoreo sea rentable, porque si no lo es, cada vez habrá menos”.
-¿Cómo se analiza un incendio? ¿Qué factores se tienen en cuenta?
“Son un montón de variables. Están las topográficas, las formas del terreno que normalmente tienen unos comportamientos específicos, y las formas de trabajar en ese tipo de sitios. También está el factor viento, los distintos tipos, la interacción entre ellos, la insolación, el combustible, y la suma de todas esas variables las interpretamos para saber cómo se mueve el incendio y siempre nos adelantamos al comportamiento futuro. Cartografiamos el perímetro actual, añadimos todas esas variables y vemos la evolución y hacia dónde va. Ponemos una zona de propagación máxima, en la que sabemos que muy posiblemente el operativo no podrá ir por las longitudes de llama y asumimos que se va a quemar. Luego, todo eso se pasa a la parte de operaciones para que aproveche las oportunidades en los sitios donde se deja el incendio y en los que va a correr muy fuerte para evitar accidentes y atrapamientos”.
-¿Y exige estar ‘in situ’?
“Es bastante complejo. Podemos hacer un análisis de cualquier incendio del planeta a distancia, y esa hipótesis se va validando con imágenes en el sitio u otras que te envían. Ahora mismo hay muchísimas en tiempo real e incluso Twitter es una herramienta importante porque emite mucha información casi al minuto u otras como Youtube, en la que se cuelgan vídeos y todo eso te va validando para el remoto. Y luego está el análisis del campo, en el que te vas moviendo o colocas varias personas. En este caso hemos traído cuatro analistas, teníamos dos en gabinete, uno o dos en campo y todo lo que íbamos viendo lo íbamos interpretando, usando cartografía, y plasmándolo en documentos para que pueda ayudar al resto del operativo. Si tu análisis se queda en ti, no ayuda. Y en este incendio el análisis subió a un nivel estratégico que también ayuda a las evacuaciones y a la comunicación de la emergencia, muy necesaria, porque si al ciudadano no se le informa de cómo están las cosas, empieza a haber un cierto nerviosismo y a predominar los bulos”.
-¿Cuál fue el momento más crítico de este incendio?
“Hubo dos. Uno de ellos fue la llegada del frente a la zona de El Rosario, que incluso amenazaba saltarse este municipio y entrar a Los Rodeos, en La Laguna. Ese fue un momento muy grave, porque determinar un confinamiento de miles de personas es una medida muy dura para cualquiera que tenga que dar esa orden, cuando normalmente lo que se hace es evacuar y en este caso se fue valiente. El otro momento muy delicado fue cuando se pasó al Norte de la Isla, con un movimiento de cabeza de descenso que es muy difícil de parar, en el que hubo que mantener la calma y tomar decisiones”.
-¿Temió en algún momento que se pudiera quemar toda la Isla?
“Tanto como eso no, porque al final tenemos unidades bastante potentes. El personal que hay en la Brifor, es muy profesional y luego ha venido todo lo mejor de Canarias y de la Península. Siempre pones escenarios duros, no lo peor de lo peor, y te adaptas. Creo que teniendo en cuenta que teníamos un potencial de 33.000 hectáreas, que se haya quedado en 14.750, dice mucho del operativo”.
-¿Cuándo se puede decir que un incendio está controlado?
“Cuando ya no aumenta la superficie, cuando está quieto en el mismo sitio. Pero que esté controlado no significa que no se pueda reactivar, está frenado, en pausa, y la siguiente fase es liquidar. Normalmente hay zonas estabilizadas, otras controladas, y se van aumentando los porcentajes. Hay un momento en el que el incendio está 100% descontrolado, luego tienes la cola controlada, la mitad del flanco, se liquida la cola pero tienes la cabeza activa y así se va avanzando en esos tres procesos en unos porcentajes hasta llegar al 100% en cada uno de ellos”.
-¿El hecho de no haberse quemado ninguna vivienda ni que haya habido víctimas como se insistió desde el Gobierno de Canarias se puede considerar el mayor éxito?
“Siempre. Cuando hay víctimas todo cambia. Si son niños o familias es muy dramático y cuando pierdes unidades también, porque es como un silencio total, te quedas como en shock y encima te tienes que volver a reconstruir porque hay que seguir”.
-¿Fueron suficientes los medios para combatir el fuego?
“Los medios están sobredimensionados. Nunca son suficientes, pero es temporal, hay momentos en los que el fuego va ganando pero siempre la balanza se equilibra. Hay que mantener la calma, seguir trabajando y ganando en constancia, haciendo las cosas con un proceso de trabajo bien hecho, por más que corras no vas a apagar más. Hay que intentar consolidar las zonas que se van apagando y llega un momento en el que el incendio te deja su oportunidad”.
-¿Es el incendio más difícil en el que le ha tocado estar?
“He estado en incendios pequeños muy complicados y en incendios grandes fáciles. Este ha sido bastante complejo, sobre todo en el análisis, que no diría que fue perfecto, pero sí cada día el fuego hacía lo que nosotros pensábamos que iba a hacer. Después hay otros que hacen cosas muy extrañas, como el de 2016 de La Palma, en el que perdimos a un compañero porque nos lanzó un frente que no supimos prever. Pero el de Tenerife está dentro de los duros, de los que puedes decir que nunca te olvidarás”.