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Julio Fajardo Sánchez: “La aventura de escribir poco tiene que ver con el género literario; si según el que elijas cambias tú al volcarte en el texto, te traicionas”

El escritor tinerfeño publica la novela ‘El sudoku infernal del juez Ferrari’, un relato concebido como un viaje por el tiempo actual y también en torno a la búsqueda de un lugar donde ser feliz
Julio Fajardo Sánchez. / DA

Julio Fajardo Sánchez (La Laguna, 1942) entiende el oficio de escritor como una vocación a tiempo completo. También como una pasión que no sabe de géneros, pues de lo que se trata, al fin y al cabo, es de que la personalidad y las diversas perspectivas que contempla el autor se reflejen en lo que escribe de la manera más honesta posible. Sin imposturas y más allá o más acá de que en cada ocasión se trate de un poemario, de un artículo periodístico, de un ensayo o, pongamos por caso, una novela. Como, por ejemplo, El sudoku infernal del juez Ferrari, la nueva obra del escritor tinerfeño, en la que ha dado su voz a una mujer para que narre en primera persona un relato que, en buena medida, habla de la búsqueda de la felicidad.

-Al referirse a su nueva novela, ‘El sudoku infernal del juez Ferrari’, ha señalado que en ella se aborda una búsqueda que podríamos denominar vital, la de hallar un lugar donde ser feliz. ¿Recuerda el punto de partida, la idea inicial que le llevó a sentarse a escribirla?
“Me interesa plantearme la escritura de una novela como si fuese un viaje. Creo que de lo que se trata es de narrar un recorrido a través de algo, de algún aspecto, que tiene un origen y un final. Desde el principio del mundo se escribe así. De manera que me propuse hacer un viaje por el tiempo actual. En El sudoku infernal del juez Ferrari elijo la figura de los cuadrados mágicos, donde hay que colocar números para que cada cosa se ubique en el sitio que le corresponde y se produzca, en este caso, el equilibrio que hace felices a las personas”.

-También afirma que prefiere asumir el oficio de novelista sin un plan perfectamente trazado para levantar cada ficción. ¿Qué le aporta está alternativa? ¿Cómo escapa de la sensación, si es que se produce, de que se ha perdido en su relato?
“Siempre he elegido la divagación como herramienta para narrar, porque es la forma habitual que tiene la mente humana de comportarse. Si optas por esta alternativa, estarás en disposición de que los lectores lo asimilen mejor, pues también la gente busca ver reflejadas sus formas de actuar y de pensar en los textos de ficción que lee. Divagando se llega más lejos, a mi juicio, que planificando. En este último caso, de lo que se trataría es de crear una especie de eras, de canteros, donde todo consiste en ir situando cada planta en el lugar que has previsto. Eso, desde mi punto de vista, resulta muy aburrido. Para mí y para los lectores”.

“Elijo la divagación como herramienta para narrar porque es la forma más habitual que tiene la mente de comportarse”

-Ese proceso de navegar sin conocer su destino le conducirá a descubrimientos. ¿Es muy diferente la idea más o menos vaga del principio y el resultado final?
“Sí. A esta novela, por ejemplo, he tenido que darle la vuelta. Según iba escribiendo, casi llegando al final me di cuenta de que uno de los personajes tenía cosas que decir que no las podía contar yo. Como narrador omnisciente, no me era posible meterme de una manera tan íntima como deseaba dentro del personaje. Así que tuve que reescribirla, convirtiéndome en una mujer, que es quien realmente narra la historia. Pero eso no me costó demasiado trabajo, porque la idea seguía siendo la misma, lo que ocurre es que me situé en un punto de vista distinto”.

-Hablamos de un libro que en su interior posee otro, el que su protagonista, Hortensia Ferrari, intenta escribir. ¿Es este un recurso casi diríamos fortuito o estamos hablando de un elemento fundamental?
“Es un recurso muy importante para mí y lo utilizo mucho. Casi es la única forma que tengo de volcarme en el libro. Lo que intento es entrar y salir de la narración para contar, precisamente, los trucos narrativos, para exponer mis preferencias literarias, para ir dejando ver al lector dónde están mis intenciones a la hora de escribir. En esta obra, por ejemplo, la narradora, que soy yo mismo, lo que hace es renegar del exceso de adjetivación. Allí donde se encuentre un sustantivo que sea rotundo, no es necesario poner nada más alrededor. Y si precisas poner un adjetivo, es que ese sustantivo no está bien colocado”.

-¿Qué ha sido lo más complejo para el escritor al asumir la voz en primera persona de su protagonista?
“Me he metido en la piel de un personaje que he construido previamente. Había comenzado a escribir la novela contando cómo era ese personaje. Luego me convierto en él, pero ya tengo la mayor parte del camino recorrido. El esfuerzo de ponerme en la piel de alguien que no soy yo no es tanto si a ese alguien ya lo tengo definido y sé perfectamente cómo es. Hay algunas mujeres que han leído el libro y me han dicho que se sienten retratadas y que se sorprenden por cómo un hombre puede descubrir intimidades que solamente ellas creen que poseen”.

“Entro y salgo de la narración justo para exponer trucos narrativos, mis preferencias literarias y mis intenciones”

-Lo extravagante, lo absurdo, lo exagerado están muy presentes en esta novela para mostrar fragmentos de realidad. ¿Se impuso algún límite en este juego literario para salvaguardar la verosimilitud?
“No, no me impuse ningún límite. La novela transcurre por un planteamiento de urgencia ideológica, por una situación muy actual. Aunque no se explicite con claridad, posee un mensaje acerca de las cosas que se pueden conservar y las que no. También, sobre cómo la naturaleza transforma esas cosas en lugar de destruirlas, siguiendo ese principio físico y químico de Lavoisier: nada se pierde, nada se destruye, todo se transforma. Es un mundo de transformaciones. Esas urgencias que se plantean son, además, algo que implica a toda la sociedad. Desde el punto de vista medioambiental, desde el de la sostenibilidad, desde el económico… Todo esto sobrevuela el texto de la novela”.

-Novela, ensayo, poesía, artículos periodísticos… ¿Es muy diferente la actitud al abordar cada uno de estos géneros?
“No. Prácticamente, la actitud es la misma. La aventura de la escritura poco tiene que ver con el género. Tienes una disposición personal a escribir y si cambias al volcar tu persona sobre el texto en función del género que eliges, te estás traicionando a ti mismo. Tienes que ser siempre igual, debes ser fiable; el que te lee ha de pensar que tú no has cambiado, que tú eres alguien que está contando la misma cosa de una forma o de otra. En verso, en prosa, por medio de un ensayo, una narración corta o lo que sea…”.

-¿Es muy meticuloso, es perfeccionista, pasa mucho tiempo hasta que está satisfecho con un texto y lo da por terminado?
“No conozco bien el taller del escritor, porque no conozco a muchos escritores en su intimidad. Hay algunos que son muy meticulosos, yo soy muy desordenado. Alguna vez tomo una nota, al margen de lo que escribo en el ordenador, porque no me gusta manchar el texto con recordatorios ni comentarios. Lo que yo quiero transmitir al texto es toda esa situación de caos que existe previamente a la escritura. El desorden es un buen consejero para eso. El orden excesivo en la escritura produce una especie de amaneramiento del que debo huir, porque esa posición me haría asumir un papel ridículo que no deseo”.

“Esta obra aborda una urgencia ideológica sin ser explícita: la de las cosas que se pueden conservar y las que no”

-¿Y suele ser largo el periodo que transcurre entre que acaba un libro y se pone manos a la obra con el siguiente?
“Tengo varios libros en el horno y los escribo a la vez. Como en cualquier trabajo, tienes que descansar, y yo me tomo un descanso de un libro escribiendo otro. Salgo del problema en el que estoy metido y cambio de visión; me meto en otra historia. No solo es posible escribir varios libros al mismo tiempo, sino que además resulta enriquecedor. Te sitúas en varias plataformas, ves las cosas desde diferentes perspectivas que, al final, terminan influyéndose entre sí, aunque uno no quiera”.

-¿Y en qué trabaja ahora?
“Por ejemplo, estoy terminado un libro sobre el urbanismo en el que cuento la experiencia que tuve hace muchos años con la fundación de una gerencia en el Ayuntamiento de La Laguna. Todo lo que pasa en este ámbito, mi descubrimiento de lo que es el planeamiento urbanístico, mi visión acerca de la ordenación urbana desde que el hombre está en el mundo… Problemas que nos son mucho más comunes de lo que nosotros pensamos. A menudo creemos que la modernidad se acaba de descubrir ahora, pero no es cierto. El mundo comunitario existe desde el mismo momento en que la inteligencia del ser humano le hace tomar una serie de decisiones, que evidentemente han evolucionado y son asumidas desde diferentes puntos de vista, pero en el fondo son las mismas”.

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